Hugo Barrera Saldaña es el iniciador del Centro de Biotecnología del IPN en Reynosa, de múltiples laboratorios en varias entidades de la República y del primer banco de información genómica a nivel nacional. Su trabajo ha sido publicado por la prestigiada revista “Nature” y actualmente es embajador
para América Latina de la Sociedad Internacional de Biobancos.
Uno de los más notables investigadores que tiene el país es de Tamaulipas. Nacido en 1957 en el municipio de Miguel Alemán, Hugo Barrera Saldaña se destacó muy joven por el estudio de la biología y la bioquímica en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), de la que egresó en 1979.
En 1982 recibió el doctorado por la Universidad de Texas en Houston y, posteriormente, se especializó en ingeniería genética por la Universidad Louis Pasteur de Francia, además de contar con diplomados por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (Itesm) y otras instituciones académicas.
Pero detrás de las brillantes credenciales que implica ser un reconocido investigador, catedrático, escribir libros, brindar conferencias, ayudar a crear unidades de estudio, posgrados a nivel profesional y recibir numerosos premios y distinciones dentro y fuera del país, se encuentra un trabajo de campo muy arduo y especializado con 40 años de trayectoria.
El también miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y de la Organización del Genoma Humano ha centrado sus análisis en los factores del crecimiento esquelético, así como en la epidemiología nacional, principalmente en atención a una enfermedad que está matando directa e indirectamente a 3.7 millones de personas cada año.
Es por esto que Barrera Saldaña aborda la importancia de la farmacogenética en la diabetes mellitus.
Desde el punto de vista bioquímico el científico la califica como un factor hormonal del movimiento de la glucosa y de la ingesta hacia los tejidos que la necesitan.
Y, para ponerla en su justa dimensión, asegura que las consecuencias de la pandemia están siendo catastróficas, no solamente al provocar daños en los órganos de millones de personas, colocándose entre las principales causas de mortalidad, sino por la enorme carga económica que representa.
“De hecho, absorbe una parte sustancial del Producto Interno Bruto (PIB) de los países en vías de desarrollo y es posible que los ponga en bancarrota.
“La cosa se va a poner peor, porque las expectativas son realmente alarmantes. Hay una gráfica que indica que para 2045 habrá un crecimiento en casos de diabetes superior al 50 por ciento”, advierte.
EL REZAGO
El científico tamaulipeco remarca los factores de riesgo como la obesidad, los malos hábitos alimenticios, el sedentarismo, pero también la herencia genética, la cual, argumentó, juega un papel preponderante.
“De hecho, estamos perdiendo la batalla contra la diabetes mellitus tipo dos. Para empezar el diagnóstico es muy tardío.
Por otro lado la carga económica es muy grande y finalmente la eficacia con que se controla, según las cifras oficiales, es verdaderamente pobre. Yo creo que no llega ni al 30 por ciento.
“Entonces, es un reto enorme de la ciencia para intentar resolver esta situación que es tan grave ahorita y todo indica que será peor”, refiere.
Si bien mucho se ha hablado que hereditariamente el riesgo de contraer este padecimiento aumenta si se tienen padres con diabetes, así como en hijos gemelos, estudios han arrojado información de unos genes y factores de transcripción asociados con algunos tipos de la enfermedad.
Ante este escenario el investigador aduce que una de las preocupaciones de la comunidad científica es hacer más personalizada la medicina con los tratamientos.
Expresó que la tendencia ha sido desarrollar fármacos esperando que les funcione a todos, pero hay quienes no logran alcanzar el nivel de eficacia terapéutica. Existen pacientes a los que las medicinas les provocan toxicidad, por el exceso acumulado en su torrente sanguíneo.
“Estamos pasando a un paradigma donde todos reciben una misma dosis de medicamento. Si les va mal el médico se ve obligado a mandarles pruebas para darles el tratamiento adecuado.
“Pero actualmente hay herramientas que nos permiten clasificar a los pacientes de acuerdo a su genética de exposición a los fármacos. Tenemos por un lado a personas de metabolismo lento que requirieren 10 miligramos, frente a otro grupo que al ingerir la medicina rápidamente la
desechan, por lo cual necesitan una dosis 50 veces mayor.
“Esto explica porqué, por ejemplo, en muchos casos hay abandono en los tratamientos de pacientes psiquiátricos. Ahí lo ideal sería hacer una farmacogenética y ajustar sus dosis”, señala.
Para Barrera Saldaña la razón por la cual unas personas metalizan rápido y otras lento reside en los genes.
“En el caso de la diabetes un fármaco que ha ganado mucho terreno ha sido la metformina, que actúa principalmente sobre el hígado para bajar la producción de glucosa hepática, el consumo por parte del músculo y el tejido adiposo, mientras que otras medicinas se dedican a sacar los rezagos que quedan de insulina.
“Nosotros tuvimos la fortuna de empezar a hacer la investigación. Este fue un grupo que acabamos de publicar con la excelente participación de Fernando Lavalle del Hospital Universitario, que tenía una población de 500 pacientes diabéticos, la cual fue la fuente de nuestro estudio para el tema de la farmacogenética. Y así, desde el punto de vista de la ciencia básica, le damos un empujoncito al sistema de liberación de la insulina”, destaca.
EL CAMINO A SEGUIR
Para este investigador los biobancos representan también una gran opción para poder ayudar a combatir muchas de las enfermedades que existen en México, tales como la diabetes y el cáncer, entre otras que por décadas carecieron de un registro científico.
“Son los puentes que permiten asegurar que todo el material que se colecta en la asistencia y que sirve para la docencia, también se utilice para la investigación. ¿Cuántas biopsias se toman todos los días en México? Una parte pequeña se emplea y la otra se va a la basura. Es una verdadera pena.
“Es por eso que hace cuatro años establecimos el Laboratorio Nacional Biobanco del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) en Monterrey, Nuevo León”, refiere.
Y es que, según detalla, generalmente los inmunólogos guardan suero o plasma de sus pacientes, los genetistas almacenan ADN y los patólogos muestras de tejidos, pero para lograr un biobanco de esta naturaleza en México tuvieron que sortearse grandes pruebas con muchos aciertos, pero también importantes errores:
“Años atrás emprendimos con el apoyo de la Secretaría de Salud una investigación en la población sana de mujeres en edad reproductiva para revisar la presencia del Virus del Papiloma Humano. Tuvimos la fortuna de conseguir muchos apoyos y tener acceso a 5 mil personas.
“Tomamos sangre, guardamos suero, extraíamos ADN, realizamos papanicolau, bases de datos, etcétera y establecimos que en esas poblaciones sanas el 20 por ciento tenía el virus. Logramos resultados fabulosos que fueron publicados.
“La Secretaría de Salud estuvo feliz, el patrocinio del Conacyt maravilloso y los estudiantes también, pero tiempo después cuando quisimos darle seguimiento a esos pacientes y revisar dónde estaban las muestras nadie sabía”, relata.
Resulta que hubo fallas por etiquetados dudosos, apuntes inadecuados, sin datos concretos, almacenaje deficiente y eso les enseñó que debían saber colectar, transportar, procesar, etiquetar, almacenar y seguir cada muestra que se toma en un laboratorio de investigación.
PREMIO AL ESFUERZO
De ahí radicaba la importancia de tener un biobanco para procesar los especímenes y su información con objeto de estudio.
“Nuestro sueño fue: si hacemos mejor la toma de muestras, si homologamos el transporte entre todos los centros de investigación, el registro, la codificación, el análisis y el almacenamiento, eventualmente podemos publicar artículos en las mejores revistas del mundo. Una se llama ‘Nature’, que es el sueño de todo mundo, aparecer ahí. Pues ocurrió”, subraya.
El empresario mexicano Carlos Slim le entregó 200 millones de dólares a la Universidad de Harvard a la que le puso como condición hacer la genómica de las enfermedades en México.
“El Instituto Nacional de Medicina Genómica me habla y me dice: Hugo, ¿tienes muestras de cáncer cérvicouterino?, y le digo, sí, llevamos años trabajando en eso. Me piden mandarlas a Harvard, enviamos estudiantes para que aprendieran y metimos un gol.
“En medio de otros equipos extranjeros el nuestro descubrió el genoma alterado del cáncer cérvicouterino. Esta información salió publicada en un artículo de la revista ‘Nature’ de diciembre de 2014 y hubo fiesta por tal acontecimiento”, recuerda el científico tamaulipeco, quien asegura que si los investigadores y las instituciones que hacen medicina académica disponen de un biobanco y guardan muestras de manera adecuada tendrán grandes probabilidades de colaborar internacionalmente.
“Me propuse hacer biobancos en el país y mandé la convocatoria al Conacyt y me la botaron, la volví a mandar y me la botaron. Cuando menos esperaba me la aprobaron en 2015 y en 2016 sin haberlo pedido nos hablaron para decirnos que había más recursos.
“Pero había unas letras chiquitas que decían: ‘de los 20 millones que cuesta el proyecto tienes que juntar 10’. Era una época difícil. Toqué puertas por todas partes, fui a la Cámara de Diputados, de Senadores, con gobernadores y donde menos esperaba, en el Partido del Trabajo (PT), con su dirigente, Beto Anaya, me consiguieron cita en la Secretaría de Hacienda (SHCP), fui y le expliqué al entonces secretario y me dijo, este es un gran proyecto.
“Todos los países desarrollados tienen biobancos y era una vergüenza que en México no hubiera uno. Nos aprobaron el proyecto, convencimos a diversos institutos e hicimos un consorcio de biobancos”, describe emocionado.
Para crear el primero Barrera Saldaña visitó Londres, Inglaterra; Valencia, España; Toronto, Canadá, la Universidad de Harvard, en Cambridge, Massachusetts.
“Y nada más les voy a dar un ejemplo de la utilidad que nos da el guardar muestras. Hubo un tumor de ovario que presencié en el sótano del hospital general de Toronto. Estaba un patólogo, cortó muchas secciones y para saber qué hacer con todo el resto estaba pegada una lista de números telefónicos de los investigadores y cada quien se llevó un pedacito de tumor. De una muestra salieron muchos estudios.
“Este hospital atiende 10 mil tumores al año que contribuye en investigaciones para todo el mundo”, ilustra el especialista que está llevando el proyecto del Laboratorio Nacional Biobanco a varios congresos.
“Esta última vez lo anotamos para el Congreso de China en Shanghai. Me nombraron embajador de la Sociedad Internacional de Biobancos en Latinoamérica. Al mismo tiempo les ayudé con algunos colegas en España a traducir las buenas prácticas de los biobancos al castellano”, agradece.
Al final, el doctor Hugo Barrera Saldaña sugiere que para poder ayudar a resolver el problema de la diabetes los investigadores básicos no tienen que andar trabajando por su cuenta, sino que necesitan aprovechar las necesidades no resueltas de las clínicas para desarrollar sus descubrimientos con el apoyo multidisciplinario.
“Y así es como se debe estar haciendo investigación en nuestro país. Quiero agradecer a Fernando Lavalle, del Hospital Universitario (José Eleuterio González), a Rafael, un ex alumno mío ahora profesor de la UDEM (Universidad de Monterrey), a Farouk Morok que está en Dallas, al doctor Soberón y a la doctora González, el esfuerzo que hicieron para que este proyecto de farmacogenética fuera una realidad”, reconoce públicamente el científico tamaulipeco, uno de los principales investigadores del gen humano en México.