“No importa qué tan deportista y qué tan fuerte te creas, sométete a un tratamiento como si fueras el más débil de los seres humanos. Si el Covid–19 te golpea y no te atiendes te mueres y punto”.
Estas son las desgarradoras palabras de Jorge Chávez, al hablar de su hermano Guillermo, recientemente fallecido por una pandemia que en el mundo ya ha cobrado –de manera oficial– más de un millón de vidas en diez meses y sigue sumando.
“El y yo convivíamos mucho, era tres años mayor. Él médico pediatra y yo licenciado en Ciencias de la Comunicación. Los dos estudiamos juntos en Monterrey, Nuevo León. Compartimos muchas cosas. Posteriormente terminamos nuestras carreras y cada quien tomó el rumbo de su vida profesional”, describió.
Concluidos sus estudios Guillermo empezó a desempeñarse como médico pediatra. Luego contrajo matrimonio y posteriormente se estableció en la ciudad de Matamoros, Tamaulipas. Su hermano Jorge se quedó un tiempo más en Monterrey hasta que, con el de devenir del tiempo, coincidieron otra vez y empezaron a frecuentarse más de manera habitual.
“Los dos le íbamos al equipo de futbol (de Primera División) de los Tigres y cada vez que había partido él me invitaba a su casa o venía a la mía; sin embargo, el 22 de agosto que se enfrentaron contra Pumas me dice, vente a ver el juego a la casa.
“Y pues ahí estábamos su esposa, su hija y yo y de repente hizo un comentario: ‘fíjate que no tengo ni gusto ni olfato’ y esa fue la primera manifestación que tuvo de coronavirus”, relató.
Según explica Jorge, el estudio PCR que le practicaron a su hermano Guillermo esa misma semana confirmó lo que tanto se temieron, pero no imaginaron que serían esos los últimos días que convivirían como familia.
“Incluso el 16 de agosto corrimos juntos. En realidad nos encontrábamos donde hacíamos ejercicio; a veces él iba y yo venía y le tomaba foto y me acuerdo haberle tomado una imagen ese día domingo. Jamás pensamos algo tan terrible”, expresó el entrevistado.
Según explica el doctor Guillermo se practicó el estudio nasal el lunes 24 de agosto y el 27 ya sabía que se había contagiado.
“El detalle es que él no empezó el tratamiento sino hasta que le dijeron lo que tenía y transcurrieron cuatro o cinco días muy valiosos en los que no recibió el medicamento. Ese es el detalle de la tardanza.
“Mi hermano no tenía ninguna complicación de salud, él era muy deportista, esa es otra de las cosas que nos trastornó. No era ni hipertenso ni diabético y cuidaba mucho su alimentación, pero yo supongo que él por su vocación de pediatra estuvo muy expuesto”, manifestó.
UN MÉDICO ENTREGADO
Esta muerte ha sido muy comentada en la comunidad médica de Matamoros, porque la víctima falleció como una persona valiente, que no quiso renunciar a su ética y responsabilidad moral.
“Su esposa, la doctora Minerva Septién y yo, con la confianza que teníamos, le decíamos –ya bájale a la consulta– y él decía que no podía bajarle porque quién iba a atender a sus hijitos. A sus pacientes él les decía ‘mis hijitos’.
“Él ya era jubilado del Seguro Social. Y su señora le decía, –oye mi amor, pues si ya eres jubilado, no tenemos tanta necesidad– y él le respondía, –no es la necesidad, a mis hijitos quién los va a atender si no los atiendo yo–…”, refirió Jorge.
El hermano de esta víctima de Covid–19 le recuerda como un ser humano entregado completamente a su profesión, sin imaginar que esa labor que tanto le dio terminaría por quitarle la vida.
“Yo siempre he dicho que a Guillermo lo mató su vocación, porque se ha sabido de muchos doctores que ya nunca consultaron y él nunca concibió dejar de hacerlo. Guillermo tenía 58 y yo 55, aunque en la familia somos cinco hombres y una mujer. Algunas personas nos decían que parecíamos gemelos”, comentó Jorge.
MOMENTOS DESESPERADOS
Y agregó que cuando su hermano enfermó éste dejó de recibir visitas hasta de la familia. A medida que transcurrían los minutos y las horas era peor la condición en la que él se encontraba.
“Primero estuvo en su casa y el día que se encerró totalmente fue cuando le dieron el positivo oficial. A partir del 27 él se encierra. El domingo 6 de septiembre me hablaron para pedirle ayuda que les llevara un tanque de oxígeno a su casa.
“Era mi sobrina y me pregunta: –¿Tío, me puedes ayudar con un tanque?– yo pensando que era de gas, el domingo a las 9:00 de la noche, le digo –sí milita, te ayudo mañana–… –¡No tío, es el tanque de respiración de mi papá!–, y digo –¡ah chihuahua!–, y a mí me causó mucha sorpresa, todos esperábamos que Guillermo iba a salir adelante por lo fuerte que fue siempre.
“Entro hasta su cuarto a meter el tanque y ya lo veo muy afectado. Lo saludo, no nos tocamos pero ya lo vi muy disminuido en cuanto a lo que él era, estaba muy agotado. Fue la última vez que me tocó verlo con vida”, expresó este deudo con tristeza.
Para la familia Chávez la única explicación a la muerte del doctor Guillermo lleva al mismo lugar:
“A mi hermano lo mató su consulta, porque él estuvo expuesto a una carga viral por sus pacientes y así fue como le tocó. El 13 de septiembre había sido hospitalizarlo, lo intuban el 15 y él muere el 21 en la madrugada en el Hospital de Zona número 13 del IMSS en Matamoros”, relató apesadumbrado.
A pesar de que ya se han dicho muchas cosas sobre el coronavirus, de personas que no se imaginaron que iban a partir, Jorge quiso compartir algo de lo que les tocó sufrir con el deceso de Guillermo.
“Mi hermano era eminentemente deportista y creo que ahí nos confiamos todos, así que si yo pudiera sugerir algo es que si alguien presenta los primeros síntomas, no importa qué tan deportista y qué tan fuerte te creas, sométete a un tratamiento como si fueras el más débil de los seres humanos, porque esta enfermedad es nueva y sorprendentemente a mí me llama la atención y eso es digno de estudio que gente con hipertensión y diabéticos no se han ido y mi hermano que no lo era se fue.
“Si algún detalle habría que entender es que por muy fuerte que te creas no te confíes. No te creas muy fuerte, porque si el Covid–19 te da y no te atiendes te mueres y punto”, expresó Jorge de manera categórica.
A Guillermo Chávez le sobreviven sus hijos la arquitecta, Sofía Alejandra; el licenciado, Guillermo David y la licenciada, Mónica Minerva, amén de su esposa, la doctora Minerva Septién Castillo, siendo una de muchas familias que perdieron un ser querido por una letal y devastadora enfermedad que azota al mundo.