“Claro que yo no estoy convencida de la vacuna porque sé que el único que nos protege es Dios. Y tristemente yo veo que mucha gente está contenta que porque ya se vacunó, que porque le hablaron y realmente yo siento que el que nos protege es Dios, no la vacuna”.
Esto lo dice la señora Leticia García, de 61 años, mientras sentada -con su biblia bajo el brazo- se encuentra en el área de recuperación, en el lapso de media hora que debe aguardar para asegurarse que no tendrá una reacción adversa a la primera dosis de la vacuna anticovid que acaba de recibir en el Auditorio Municipal.
Es sábado a mediodía, 10 de abril, segundo día de la vacunación, y como los encargados de la logística abrieron la aplicación a todos los adultos mayores de Reynosa que fueron registrados en la plataforma, sin tomar en cuenta la logística inicial de hacerlo por orden alfabético, de acuerdo con la inicial del apellido paterno, Leticia García pudo ir con su esposo José Manuel Hernández, de 63 años.
Don José está sentado cerca de su mujer, quien no oculta la oposición que tuvo desde siempre de acudir a vacunarse.
-¿Y cómo la convencieron, señora Leticia?
– Lo que pasa es que yo hice un compromiso con mi esposo y por eso cedí.
-Hubo, digamos… ¿pleito, discusión?
-Una simple discusión. Desde que surgió lo de la vacuna yo le dije a mi señor, ‘yo no me voy a vacunar’.
–Entonces llegaron a un acuerdo.
-Sí. Esta mañana mi hija Argelia Monserrat, la más chica, de 21 años, que ya es enfermera me dijo: ´mamá, papá, ya vayan, ahorita. No hay mucha gente ya, pueden vacunarse los dos. Y aquí estamos’.
Afuera los rayos del sol -muy reynosense- calan fuerte, pero aquí en el espacioso Auditorio Municipal hay aire acondicionado y el proceso de vacunación es fluido, sin contratiempos.
La señora Leticia García y el señor José Manuel Hernández se conocieron hace 42 años en el estado de México, cuando trabajaban como obreros en la maquiladora Mexicana de Alta Resistencia, ubicada por el rumbo de Lechería.
Además de que el trabajo los unía, casualmente ambos vivían en Ecatatepc y tomaban el mismo transporte público. Para entonces tenían él 21 años y ella 19. Cuatro meses después de conocerse se casan por lo civil en Ciudad Guzmán Jalisco, de donde es originaria Doña Leticia.
Don José Manuel es originario de Naranjos Veracruz, y luego de trabajar en varias fábricas del centro del país, ambos llegaron a Reynosa en 1993, donde también se activaron como obreros en maquiladoras de la ciudad.
Ahora, pensionados los dos, tienen cinco hijos, 10 nietos y una bisnieta.
Don José Manuel desde un principio decidió que se iba a vacunar, porque sostiene, es lo más recomendable para sobrevivir, y aunque su esposa era de la idea de no aplicársela, el acuerdo al que llegaron, con ayuda de su hija enfermera, fue armónico.
“La verdad yo me sentí muy mal días después de la vacuna. El cuerpo bien cortado, desganada, como muy cansada, pero mihija me dijo que era normal. Pero, gracias a Dios, estamos bien. Él todo lo puede, y en manos de él estamos”.