
Un grupo de jóvenes estudiantes deja de lado sus discapacidades visuales para salir adelante y enfrentarse a un mundo desafiando una desagradable realidad: la falta de cultura y de respeto para personas invidentes, quienes a pesar de su enfermedad no se minimizan ante los retos.
Entusiastas, dinámicos, inteligentes y con habilidades artísticas impresionantes, estos muchachos que padecen desde leves lesiones visuales a hasta la ceguera total, son atendidos en la Fundación “Miradas de Esperanza”, A.C., de Reynosa, con la firme intención de abrirles un mejor sendero en el futuro.
Esta fundación es la única en Tamaulipas que presta servicios de rehabilitación y académicos de forma gratuita a las personas con fallas visuales, y actualmente cuenta con 50 alumnos inscritos que se han destacado en diversas actividades.
La institución atiende a cualquier niño o joven con problemas visuales, y les proporcionan uniformes, materiales e instalaciones sin cobro de inscripciones o colegiaturas.
La presidenta fundadora de “Miradas de Esperanza”, Lolina Fernández de Garza Uribe, explicó que la institución nació cuando conoció el caso de Germán, un niño a quien debieron de extirparle los ojos debido al cáncer.
“Cuando conocí a Germán, que actualmente cursa el quinto grado de primaria en la fundación, su madre solicitaba unas prótesis de ojos, por lo que comenzamos la búsqueda de apoyos y la forma de otorgarle educación, ya que nunca había tomado clases o pisado una escuela.
“De esta forma llegamos a una escuela integradora en la colonia Petrolera en Reynosa y fue ahí donde comprendí que era muy difícil que una maestra atendiera un grupo de 50 niños que ven y a un niño invidente, además de que no tenían la preparación y el material necesario para poder ayudarlo”, detalló.
Lolina se ha distinguido por altruismo y fue así como le llegaron varios casos similares al de Germán, por lo que decidió fundar “Miradas de Esperanza” para otorgarle un futuro alentador para las personas que padecen alguna discapacidad visual.
En la escuela de la fundación cuentan con 25 profesores y especialistas para tratar cada uno de los casos, desde maternal, preescolar uno, dos y tres y secundaria. Ahí reciben clases de Braille, orientación, caja aritmética, además de clases de inglés y francés.
“Mi preocupación es que estos pequeños salgan de esta institución con una carrera profesional, por eso mi deseo en un futuro es formar tres licenciaturas para que los muchachos con ceguera tengan un futuro prometedor. Una de ellas sería licenciatura en traducción simultánea, en música y en mesoterapia”, dijo.
La idea de la fundadora del grupo es que los jóvenes concluyan su educación básica, por ello están buscando la forma de que reciban la educación de nivel preparatoria para entonces poder ingresar a la universidad.
Fernández de Garza Uribe dijo que anhela que los muchachos se adhieran a la sociedad de forma natural, sin que su discapacidad sea algún impedimento.
LAS CLASES
Rocío Maldonado, directora académica de la Fundación “Miradas de Esperanza”, A.C., indicó que en la institución se atiende a un grupo de 33 alumnos activos, además otro grupo de jóvenes mayores de edad quienes acuden eventualmente pues son originarios de Matamoros, Miguel Alemán y Río Bravo.
“Reciben clases de orientación y movilidad, computación e idiomas, además de que la fundación lleva a cabo el programa de la Secretaría de Educación mediante el Instituto Tamaulipeco de Educación para Adultos con el programa 1014 y con libros de la Secretaría de Educación Pública en Braille”, comentó.
También se les enseña inglés y francés y a tocar el violín, saxofón, teclado, flautín y clases de canto.
La directora académica añadió que el año pasado siete alumnos recibieron su certificado de primaria y actualmente cursan el segundo año de secundaria, además de que siete más se graduarán de primaria gracias al programa del ITEA.
Además de educación, los beneficiarios de la fundación reciben atención médica, incluso algunos han sido operados gracias a los donativos otorgados por los trabajadores de diversas empresas maquiladoras de la región y el apoyo de hospitales en Reynosa, Tamaulipas y Monterrey, Nuevo León.
LOS ALUMNOS
Quienes cursan secundaria tienen que cumplir con el programa marcado por la Secretaría de Educación Pública, para ello cuentan en su salón de clases con una computadora portátil que utilizan sin problema, causando el asombro de quienes los observe utilizarla, ya que solamente se guían por el oído que les permite memorizar la posición de cada una de las teclas.
Algunos de los alumnos de esta clase se han destacado a nivel nacional, como Dulce Carolina, quien participó en el Teletón 2009 organizado por Televisa, donde obtuvo el tercer lugar en un concurso de canto. Con una voz extraordinaria deja atónitos a propios y extraños, al cantar en varios idiomas.
Otros alumnos de “Miradas de Esperanza” participaron en los Paralímpicos de Morelia, Michoacán, de donde regresaron con más de 20 medallas de oro, plata y bronce en diferentes categorías.
Un ejemplo es Lizeth Araguz, quien además de ser una gran atleta, toca el saxofón en la orquesta de la fundación.
Esta niña de doce años de edad indicó que antes acudía a otra institución educativa, pero después de llegar a “Miradas de Esperanza” su desarrollo ha sido mayor.
Por su parte, Janeth Alvarez, de 14 años, dijo que sueña en convertirse en poeta y concluir sus estudios profesionales.
Alejandra Ibarra, de 16 años, dueña de unos ojos de color cielo que desafortunadamente no le permiten ver, dijo que cuando estudiaba en otras escuelas dependía de los demás, pero ahora con las clases de orientación y movilidad ha mejorado mucho.
“Mis padres están contentos con la independencia que he desarrollado con el tiempo y con mis avances académicos. He aprendido aquí a desarrollarme de una forma totalmente distinta para realizar la mayoría de mis actividades sola”, indicó.
El único hombre de la clase es un caso extraordinario, con tan sólo 12 años de edad, Luis Daniel Pérez Vallejo, sabe programar computadoras a pesar de su ceguera, además canta y toca el teclado. En un futuro desea ser escritor o maestro para proyectar todo lo que está aprendiendo a los demás.
“En las otras escuelas a las que asistía no contaban con los materiales necesarios para darme las clases por eso no aprendía igual. Existen muchos niños con deficiencia visual que están en otras escuelas pero que no cuentan con los recursos para desarrollarse como deben”, dijo.
Añadió que es importante que todas las escuelas del país cuenten con los materiales adecuadas para que los niños con problemas de visión tengan la oportunidad de aprender.
Francisca Edith Gómez, de 24 años de edad y quien padece atrofia en el nervio óptico, tiene dos años estudiando en la fundación. Antes estaba sola en su hogar.
Con una gran ilusión y simpatía mencionó que en un futuro desea seguirse preparando para ser maestra de Historia o de Computación.
“Aquí he aprendido diversas materias como Español, Ciencias Naturales, Matemáticas e Idiomas, afortunadamente he aprendido mucho, además aquí conocí a más personas que padecen la misma enfermedad que yo y convivo con ellos. Me siento muy a gusto con los amigos que tengo y con los profesores”, dijo.
En esta institución también se atiende un grupo de niños especiales, quienes además de la ceguera padecen autismo, por lo que reciben atención especializada.
Estos niños son afortunados de haberse encontrado con “Miradas de Esperanza”, pues en México tres de cada diez niños en edad escolar padecen algún problema visual y cuando estos padecimientos no son detectados y tratados a tiempo, pueden progresar convirtiéndose en la pérdida total de la vista.
En el país se requiere de una sociedad con mayor sensibilidad, ya que todos estos niños son tan talentosos como una persona sin estos problemas.
Desafortunadamente México carece de cultura y respeto hacia las personas que sufren de alguna discapacidad visual, los servicios solamente están pensados para personas con vista sana.
Por ello, los representantes de la fundación consideraron necesario un cambio de mentalidad, pues ser ciego no representa que deben de ser ignorados por la sociedad a la que pertenecen.