La realidad económica que enfrenta el país está pidiendo a gritos un respiro. Por un lado los productores de alimentos reprochan las alzas en los combustibles, y por el otro la demanda de sus productos en el extranjero hacen que se sobrevaloren en el mercado nacional, como el caso del aguacate.
Al arrancar el 2018 el precio de las gasolinas sufrió modificaciones. Lo mismo pasó con el gas y así sucesivamente han llegado en cascada los nuevos incrementos.
En diversas entidades federativas como Nuevo León y San Luis Potosí los transportistas ya subieron las tarifas. Los comercializadores de productos agrícolas y empresas del ramo de los alimentos también preven una escala en los costos.
Parecería que no fue suficiente que 2017 cerró como el año con mayor inflación en casi dos décadas (6.7 por ciento), mientras el precio del dólar americano se mantiene cercano a la barrera de los veinte pesos por unidad y el escenario que se vaticina para 2018 podría ser peor en México y la región fronteriza de Tamaulipas.
Ante ese escenario el titular de la Secretaría de Economía, Ildefonso Guajardo, declaró recientemente que algunos alimentos como la tortilla y la leche incidieron de manera importante en el Índice Nacional de Precios al Consumidor.
Aunque consideró que la inflación histórica de 2017, no necesariamente fue impulsada por los precios de los artículos de la canasta básica, pero dijo que este 2018 los valores se estabilizarán en un 3 y 4 por ciento.
Y MIENTRAS TANTO…
De la economía de una nación no entiende mucho la señora Leticia Hernández Rangel, quien es habitante de un predio irregular de la colonia El Olmo; sin embargo, lo que sí sabe es que cada vez le alcanza menos para poder comprar los productos básicos para poder comer.
Hace algunos años dejó su natal San Fernando, Tamaulipas, buscando oportunidades de progreso en Reynosa. Todavía no tiene casa y vive con el miedo a ser desocupada.
“Estamos como con el sueño americano: mucha gente venimos con la esperanza de que aquí en la frontera es mejor, pero no, habemos muchas personas muy vulnerables que venimos con toda la familia y llegando con la esperanza de tener un buen trabajo y está difícil”, lamentó.
Madre de tres hijos, aseguró que ellos trabajan para poder costearse los estudios, porque ella no tiene para darles. Una que otra ocasión ha recibido despensas por parte del gobierno, pero dijo que en realidad lo que se necesitan son trabajos, fuentes laborales bien pagadas para que la gente se desenvuelva y no viva en la miseria.
“Es muy complicado, porque el gobierno tampoco toma su papel y no responde como debería. Si el huevo supera los 50 pesos la tapa cuando antes era lo más económico y todo está bien caro, se fue a más del doble.
“El tomate vale 28 pesos, la papa también está bien cara. Los comestibles mexicanos que se supone eran de los más baratos ya no lo son. Pasaron a fregar al pueblo, es un lujo comerse un aguacate”, mencionó.
–¿Con cuánto uno puede surtir una despensa a como se vive aquí?
“Ahorita ya una despensa completa no se puede comprar, más que llevar lo más indispensable. Ni el kilo de chile, tres tomates, dos cebollas, para que le dé sabor nomás a la comida y la sopa, para poderla pasar.
“Ya no se puede comer bien ahora, como antes no. Aquí mejor sembré mis matas de plátano. Tiene un año y ya echó su primer racimo. Planté cilantro, tomate, ahí vienen creciendo. Tengo cebolla, ajo, papayas”, señaló.
Para encarar el 2018 con el aumento de los productos y servicios, consideró, las personas más necesitadas tendrán que seguir sufriendo.
“Son centavos, pero como quiera sí se siente en el bolso y creo que las autoridades nomás piensan en ellas y no ven por los pobres como deberían”, agregó.
SUEÑOS GUAJIROS
Del otro lado de la ciudad la señora Mireya Sampayo Cruz, en la colonia Pedro J. Méndez, dijo que le da tristeza darse cuenta que administraciones van y vienen, pero la ciudad sigue envuelta en los mismos problemas y no hay suficiente progreso.
“La situación está difícil, yo tengo tres hijos, uno de 15, 12 y 7. Mi esposo es recolector de basura en carretón y pues a costa de su salud que anda a la intemperie, en el sol, en el frío y respirando desechos es que comemos, porque está duro”, confesó.
Aunque se habla mucho de Reynosa por su industria maquiladora, expresó que en su gran mayoría los empleos de las fábricas no alcanzan para poder mantener a una familia.
“Antes se decía que de perdido con frutitas y verduritas la pasaba uno, pero todo eso ya está bien caro. ¿Qué puede comprar uno con 100, 200 pesos? Si al caso un poco de verdura para poder pasar la semana.
“Y como quiera los niños necesitan para la escuela, hay que hacerles lonche; comprarles un lápiz, cuadernos, cooperaciones que nos piden.
“Gracias a Dios yo no me he visto en la necesidad de mandarlos sin comida a la escuela, pero hay muchas familias que sí, que conozco de aquí cerca que incluso, mandan a los niños para desayunar”, reiteró Mireya.
Argumentó; no obstante, que en su hogar la alimentación es discreta y mucho menos les alcanza a vestirse como quisieran. Como muchas familias pobres de la ciudad acuden al tianguis o se ponen algunas prendas que la gente les regala.
Expresó que como madre de familia ha llegado a deprimirse al ver cómo el dinero no es suficiente para adquirir los implementos básicos.
“Mi esposo en el carretón se gana 100, 200 pesos diarios, por mucho que le llegue a ir bien, pero como quiera es duro”, aseguró.
Para apoyar la actividad económica de su hogar Mireya y su familia se dedica a la crianza de animales domésticos, gallinas, cerdos e incluso caballos, que luego revenden a otros carretoneros. Sus hijos también saben lo que es irse a trabajar a la recolección de basura.
“Ahora en diciembre a mi familia les hice menudo y unos tamales sencillos. A veces les preparo un mole, un arroz, unos frijoles, porque no alcanza para más.
“Mucha gente piensa que se gana mucho aquí, pero algunos viven peor que de donde vienen y antes de venirse para acá deben pensarla bien, porque no es lo mismo”, dijo esta ama de casa que vive junto a la calichera.