
Cada mes de septiembre se recuerda en las regiones del sureste y noreste del país, además del sur de Texas, el devastador paso del que es considerado como uno de los 10 meteoros más grandes de la historia.
En los registros del Archivo Municipal de Reynosa existen imágenes de uno de los desastres naturales que quedaron en la memoria colectiva de los habitantes de la época.
Hace 51 años, el 20 de septiembre de 1967, la ciudad entraba en pánico generalizado por la llegada de un terrible huracán originado apenas días antes en el Océano Atlántico, muy cerca de las Antillas Mayores, y que al tocar tierra por la Península de Yucatán había alcanzado la categoría 5.
Dejando a su paso múltiples daños y también personas fallecidas el ciclón tropical
Beulah provocó decenas de tornados, acompañados por grandes cantidades de agua, los cuales produjeron fuertes inundaciones y daños materiales de inusitada magnitud.
La naturaleza enseñaba que no había algo que se le opusiera: entre la isla de Cozumel, Quintana Roo, y Mérida, Yucatán, el huracán ya había matado a 11 personas, destruido carreteras, dejado sin hogar a 5 mil pobladores y colapsado el tendido eléctrico.
De acuerdo con el antropólogo por la Universidad de Texas, Martín Salinas Rivera, el evento climatológico fue un suceso de descomunales proporciones, un gigante, un monstruo.
Con rachas de vientos iniciales de hasta 240 kilómetros por hora Beulah había ganado intensidad y después de causar estragos en el caribe mexicano, los días 17 y 18 de septiembre, se dirigió por el Golfo de México primero a Texas y después hacia Tamaulipas.
EL TEMOR DE LA FRONTERA
En Reynosa se esperaba una gran devastación y no se equivocaron: toda la población dejó lo que estaba haciendo para poder encontrar refugio, mientras comenzaban a caer las primeras gotas bajo un cielo de nubes negras que ya amenazaba con romperse.
“El del 33 fue muy grande y afectó mucho a la ciudad, pero el Beulah fue uno de los grandes huracanes de los que se tengan memoria, porque azotó con toda su fuerza y afectó a mucha gente”, comentó el también cronista municipal.
El meteoro había ingresado por la desembocadura del río Bravo entre las costas de Brownsville, Texas, y Matamoros.
De ahí se desplazó hacia el poblado estadounidense de Alice y luego fue al sur. Trajo a la región enormes cantidades de agua, pero el viento también causó destrucción.
“Aquí en Reynosa tumbó postes, arrancó árboles de tajo, destruyó el techo de las casas; estuvo feo, yo estaba niño en esa época. Pasó por la mañana y se oía un silbido en todo ese periodo mientras avanzaba.
“El fuerte aire sí afectó ciertas instalaciones. La feria la borró. Entró con una categoría dos o tres cuando pegó aquí”, rememora el antropólogo.
Enseguida Beulah se desvió para estacionarse en la presa Falcón, donde descargó grandes torrentes de agua. Era mucha más de lo que estaba programada y el embalse parecía que iba a reventarse.
“Abrieron las compuertas y se vinieron las inundaciones. Los funcionarios de la Secretaría de Recursos Hidráulicos pusieron aquí las oficinas mientras dirigían el desfogue”, dijo.
La fuerte corriente del río Bravo arrastraba árboles, casas de madera y ganado.
“Existen algunas fotografías que documentaron muy bien lo que pasó, tomadas por el fotógrafo de Reynosa Jesús Cavazos y personas que vinieron de la Universidad de Texas”, señaló.
En el recuento de los daños el huracán le provocó la muerte a 58 personas por todos los lugares donde transitó, dejó ciudades inundadas, centenares de heridos y enfermos por las infecciones que quedaron tras las inundaciones.
Causó 217 millones de dólares en pérdidas materiales, equivalentes hoy en día a mil millones (alrededor de 19 mil millones de pesos actuales).
DESASTRE Y EMERGENCIA
Salinas Rivera, quien ha publicado varios trabajos por el tema de Beulah, cuenta que en Reynosa hubo tres muertos.
Un hombre que quedó debajo de las paredes de su casa en los Cavazos, una mujer quien fue arrastrada por el tren y una señora que tuvo un ataque cardiaco por la impresión que le causó el viento del huracán.
Una vez descargada la furia del meteoro quedaron sus secuelas. Con colonias de Reynosa anegadas y comunidades incomunicadas la gente se preguntaba cómo continuaría sus labores cotidianas.
Paradójicamente en medio de las inundaciones faltaba agua para tomar. Conseguir alimentos en buen estado era difícil, a pesar de la ayuda humanitaria que fue enviada por los gobiernos de México y Estados Unidos.
“Hubo una epidemia de encefalitis después y ahí murieron muchos animales y personas, nomás que no se manejó eso en las estadísticas; hubo muchos chamacos que se enfermaron del estómago.
“El señor Cavazos, que era el fotógrafo oficial, dijo que fueron a Matamoros a traer víveres, porque allá estaba la tienda Conasupo (Compañía Nacional de Subsistencias Populares) y para cuando regresaron nada más alcanzaron a pasar y se cayeron todos los puentes. No había comunicación para ningún lado”, agregó el cronista.
ALARMANTE INUNDACIÓN
Para poder ilustrar qué áreas de Reynosa estaban anegadas Salinas Rivera comentó que todas las colonias pegadas al bordo de contención en la zona centro sufrieron las consecuencias.
“Entre los días 23 y 24 de septiembre la presión del agua se llevó el dique natural que protegía a la ciudad, lo desapareció. La inundación llegaba por donde está la Casa de la Cultura, por todo lo que es el puente internacional y la ‘zona rosa’ antigua”, mencionó.
Las autoridades aplicaron el Plan DNIII y le pidieron a la población que evacuaran sus casas, porque sus vidas corrían peligro.
Salinas Rivera relató que había tanta agua que hubo calles que quedaron sepultadas, que tenían hasta dos metros de profundidad hacia ambos lados de la frontera.
“En McAllen, Texas, la inundación llegaba hasta donde se encuentra el Expressway. Allá también causó muchos daños, sobre todo en Harlingen. No existía el Mall. La colonia Cimarron en Mission no la veías. Aunque no existía, era un mar de agua esa zona”, reseña el antropólogo.
Mientras tanto Reynosa quedaba aislada. El presidente estadounidense Lyndon B. Johnson envió helicópteros para ayudar tanto a sus comunidades como a las mexicanas.
“Los americanos trajeron mucha ayuda. En cierto momento quedó todo apartado, tampoco había forma de salir a Ciudad Victoria o Monterrey”, describió.
Es por ello que cuando escuchan hablar de Beulah, las personas que presenciaron este huracán, hacen comentarios que recuerdan el desastre que causó.
Posteriormente por Reynosa pasaron otros meteoros o sus remanentes trajeron grandes consecuencias.
Tal es el caso de Alex en 2010, que durante meses mantuvo inundada a la región, principalmente la zona agrícola y obligó a que las autoridades rompieran las carreteras para ayudar a desfogar el agua; sin embargo, en fenómenos de esta naturaleza, el de 1967 es uno de los más representativos, por el asombro colectivo que dejó en la comunidad, tanto que cada vez que transcurre el mes de septiembre aún hay muchos que lo recuerdan.
Sobrevivientes del Beulah
Habitantes de Reynosa narran como soportaron los embates del huracán más potente que ha azotado la región y lo que tuvieron que hacer para salir con vida aquel 20 de septiembre de 1967.
Mario López Villarreal Comerciante
Tenía 33 años de edad
:: “En los poblados de Reynosa Díaz y Argüelles la gente tuvo que ser evacuada. Yo tenía la carnicería aquí en frente (sobre la calle Herón Ramírez). Por la zona pegada al bordo del río Bravo, hubo colonias que quedaron muy inundadas.”
“En ese entonces le compré a un señor llamado René Benavides 50 reses que estaban en un corral con el agua hasta el estómago, que no podían salir.”
“Ocupé dos nadadores y dos salvavidas y las sacamos por el bordo del canal Palo Blanco. Después se sacrificaron y metimos la carne en una hielera de la plaza Niños Héroes. Por aquel entonces el kilogramo de carne estaba en 10 pesos”.
Rosa del Carmen Adame de Ramón
Tenía 9 años de edad
:: “Aquí en la colonia Del Prado nos inundamos. Subió más de un metro. Tuvimos que desalojar, regresamos después de tres semanas. El lodo estaba muy alto de todo lo que arrasó esa inundación, porque todos sabemos que se desbordó”.
“No había tanta información como ahorita. En aquel entonces nada más se veían dos canales americanos de Weslaco y Harlingen. El 4 y 5”.
“La contención que tenía el río se destruyó y la barrera de tierra compacta se deshizo, pero sí estuvo muy fuerte. Estaba en la primaria y fue muy angustioso ver cómo se perdieron las pertenencias”.
“Era como una peregrinación, porque la gente venía a checar el bordo a ver cómo estaba la cresta del río. Cuando mi papá fue a mirar notó que faltaba medio metro para que se desbordara. Ya era muy tarde y lo que hicimos fue sacar las cosas personales para irnos al Centro con un familiar, hasta que bajara el nivel del río, que limpiaran y fumigaran, a sacar todo lo de la casa que ya no servía”.
“A raíz del huracán ampliaron el espacio en el lecho del río, porque cuando la naturaleza es agresiva no hay quien la detenga, así lo vimos. Yo aquí he vivido toda mi vida desde que nací, incluidas las inclemencias del Beulah y la inundación, fuimos testigos”.
“Fue tan importante ese desastre que hasta un corrido se hizo del huracán. Lo tocaban en una estación de radio que estaba en el Valle de Texas y era conducida por un señor llamado Willy López”.
Mario Antonio López Hinojosa Comerciante
Tenía 6 años de edad
:: “Me acuerdo del tiradero de vacas… había muchas ahogadas que estaba sacando la gente de los ranchos. Se las llevó el agua y los propietarios iban con el lazo, con lanchitas y lo que tuvieran para sacarlas a lo firme”.
“Andaban los empleados del rastro para lograr esa carne, la sacaban, la echaban a la camioneta y la llevaban a la hielera”.
“Posteriormente se acercaba la gente y le regalabas el pedazo de carne. No era nada de andar vendiendo, sino lograr la carne para que la gente tuviera que comer, porque hubo mucha gente que se quedó sin nada por el huracán”.
“Otros se ponían a la orilla del río y si veían un tanque lo sacaban, todo lo que podían, porque el Bravo iba arrastrando un chorro de cosas”.
“Fueron días de crisis. Me acuerdo porque la gente de mi mamá es de Reynosa Díaz (el antiguo casco urbano de la ciudad) y todos se vinieron acá a la casa”.
“Pero hay una anécdota de un señor que le llamaban Taviano que cuidaba las vacas del ejido. Fueron los americanos a rescatarlo y no quiso irse. Todo el ganado que tenía a su cuidado se lo llevó a una lomita y afirmó que ahí el agua no iba a llegar”.
“Le insistieron para que abandonara Reynosa Díaz y se subiera al helicóptero, pero el viejo ya tenía 80 años y ya sabía hasta donde llegaba el río, era gente de antes, y se salvaron él y todo el ganado porque el agua no los alcanzó”.
Ramiro Villarreal Trabajador
Tenía 14 años de edad
:: “Toda la zona cercana al río Bravo estaba inundada de agua. Yo vivía en la colonia Doctores, las afectaciones ahí fueron más por los vientos, que destruyeron varios techos y casas de madera”.
“La ciudad no estaba tan grande. De Petróleos Mexicanos para allá no estaba pavimentado nada, los caminos eran de pura grava. Días antes de que pegara por aquí se oía el rumor de que por ahí venía el huracán”.
“Y cuando se vino la gente andaba con la desesperación, muchas personas corrieron hacia acá, buscando una zona más alta. Durante la inundación andaban los helicópteros de Estados Unidos rescatando a la gente que se había quedado atrapada en los techos de las casas”.
“Allá para la zona vieja, donde está la central camionera hubo muchos que se quedaron sin hogar. En el Centro de Reynosa el nivel casi llegaba a donde está la iglesia”.
Máximo Vera Garza Comerciante
Tenía 27 años de edad
:: “Aquí en el centro nada más veíamos cómo corría el agua por las calles, que parecían ríos. Para los que vivían en la orilla del río fue desesperante, porque sus casas quedaron sepultadas por la inundación”.
“Se lamentaban porque habían perdido sus pertenencias, sus muebles y documentos. Estaba bien brava la corriente del río. Cuando se vio que se iba a desbordar la comunidad hizo bordos y eso ayudó, porque la corriente no fue tan fuerte”.