A dos mil 500 kilómetros al sur de Washington, D.C., la capital norteamericana, los comicios presidenciales no fueron menos emocionantes. En McAllen, el clima de nacionalismo generado en torno a este importante evento exhibió que hoy como nunca a los ciudadanos estadounidenses les interesa el futuro inmediato de su país.
En anteriores elecciones esta fronteriza ciudad se había mostrado apática, pero el 4 de noviembre la historia fue otra, cuando la cuenta regresiva ya había terminado:
Barack Obama, el carismático senador demócrata de madre blanca y padre negro, frente a John McCain, ex combatiente de la Guerra de Vietnam y republicano allegado a las políticas de George Bush hijo.
Ambos tenían que plantearse diferentes caminos, tomar sus maletas para volver a casa o asumir las riendas del nuevo gobierno.
En el Condado de Hidalgo (a donde pertenece McAllen) 300 mil boletas estuvieron en juego. Ochenta y siete mil 366 fueron utilizadas en las elecciones tempranas, que concluyeron el viernes anterior al sufragio electoral.
Hasta entonces las preferencias arrojadas por los sondeos eran parejas en un Estado texano conservador por tradición; sin embargo, el fenómeno Obama se compenetraba persuadiendo a los votantes más jóvenes.
A las 7:00 horas del miércoles las 84 casillas establecidas en esta circunscripción abrieron sus puertas, pero sólo algunas recibieron copiosas cantidades de personas. Aún así la gente salió a votar apenas había caído el sol.
Frente al precinto de Palmer Pavilion, uno de los más grandes del padrón, Perfecto Arenas Aguilar (de padres migrantes) se apostó desde temprano para repartir panfletos propagandísticos ensalzando la figura de Obama.
Su razón para estar ahí, arguyó, fue la necesidad de impulsar un cambio en el “timón de una nave que va en picada”.
Los simpatizantes de McCain por su lado, eran los menos, pero de igual modo hacían mucho ruido en las calles.
Hollis Rutledge, representante republicano del condado, se sentía seguro del triunfo para su partido, aunque no echaba las campanas al vuelo.
Desde su oficina atendió a los medios de información, mientras la sede Demócrata (localizada en Mission) no se pronunció durante las votaciones. Sólo preparaba un festejo para el cierre de las casillas a las 19:00 horas.
CAFE GRATIS A CAMBIO DE VOTO
El proceso electoral en McAllen transcurrió sin incidentes, pero con múltiples destellos de efervescencia que, a decir de los propios ciudadanos, no se había visto antes.
En la cafetería Starbucks obsequiaron café ilimitado a las personas que ya habían sufragado su voto, como muestra de patriotismo y solidaridad nacional.
Algarabía, cantos y ruidos de claxon prevalecieron a lo largo de la jornada en algunos puntos de la ciudad.
Hubo quienes cargaron hasta con el bebé para externar su apoyo a los candidatos, pese a tener distintas preferencias, como el matrimonio Garza.
Lissa votó por Obama y su esposo Frank por McCain, más a su pequeño hijo sólo pudieron persuadirlo para que le regalara sonrisas a su madrina candidata a representante estatal por el Partido Demócrata, Verónica González.
ANSIEDAD Y PUNDONOR
A medida que transcurrieron los minutos mayor fue el nerviosismo que se experimentó en la gente, sobre quién sería su nuevo mandatario.
Peatones izaron pancartas en apoyo a los candidatos con leyendas como “Necesitamos un cambio”, “Obama es la solución” ó “McCain tiene la experiencia”, entre otras. Algunos mataban el hambre con hot dogs y hamburguesas.
Antes de clausurarse las urnas varios precintos todavía lucían con bastantes personas.
El centro comunitario Lark, localizado al norte de McAllen, fue de los pocos que acogió un elevado número de electores. Ahí la ciudadana Verónica Garza, expresó su molestia al recibir un folleto desacreditando a Obama cuando aún no había pronunciado su voto.
“Para mí resulta ofensivo que digan que los demócratas promueven el aborto y los matrimonios entre el mismo sexo, cosas que van en contra de Dios. Son artilugios que los republicanos usan para obtener votos a como dé lugar”, denunció.
La Guerra de Irak, el desplome de la economía y la crisis hipotecaria también fueron ingredientes que acicalaron el histórico día.
Finalmente las casillas concluyeron el sufragio e iniciaron un conteo electrónico de infarto, que a tres horas de distancia ya daba por ganador a Barack Obama.
Los ojos de la nación entera se centraron en la televisión para atestiguar este acontecimiento, aunque aún era temprano para confirmarlo.
Por su lado, la Comisión Federal Electoral anunciaba algunos resultados de las elecciones previas.
Momentos después, el pueblo estadounidense asumía como un hecho la épica victoria demócrata rumbo a la Casa Blanca, con un apoteósico Obama, quien rindió un discurso de esperanza en Grant Park de Chicago ante unas 70 mil personas. El senador por Illinois necesitaba por lo menos 270 de 538 votos electorales.
Pero el jueves la Unión Americana amaneció con un nuevo presidente en una elección en la que cambió el color de la historia. En 220 años es la primera vez que un ciudadano de raza negra ocupará el cargo.
Sin duda el 4 de noviembre de 2008 pasará a la posteridad como uno de los días más decisivos en los comicios electorales estadounidenses de mayor concurrencia en todo un siglo, de acuerdo al periódico The Washington Post.