El intenso colorido de las manifestaciones culturales de México, se asoma a la memoria de los japoneses, que cada verano recuerdan el aniversario del lanzamiento de las primeras bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
“Mito del mañana”, un gran mural hecho en México hace 40 años, se ha convertido en el emblema de grupos pacifistas que disputan su exhibición, mientras que entre los jóvenes japoneses se ha puesto de moda el reencuentro con la “explosión” de colores y formas del autor de esta obra: Taro Okamoto.
En el centro de Tokio, a unos pasos del famoso crucero de Shibuya, entre el desfile constante de transeúntes en todas direcciones, bajo llamativas luces de neón, y pantallas gigantes de alta definición, ahora se puede ver una gran pancarta. Es el anuncio de que ahí se exhibirá en el futuro el mural que Taro Okamoto realizó en México y que estuvo perdido durante 35 años.
La obra “Asu no shinwa”, cuyo título se ha traducido como “Mito (o mitología) del mañana”, ha sido comparada con el Guernica, de Pablo Picasso, como una monumental exhibición de los horrores de la guerra. Especialistas en arte han declarado en Japón que indudablemente los bombardeos atómicos son la inspiración temática de la obra, mientras que los escenarios mexicanos y la escuela de los grandes muralistas de este país, influyeron en su creación, según comenta el historiador Koichiro Yaginuma, quien realizó estudios en la Universidad Nacional Autónoma de México.
En 1967 Okamoto fue a ver a su amigo David Alfaro Siqueiros, quien realizaba un proyecto especial para el complejo donde se construía el Hotel de México, en la avenida Insurgentes de la capital. Tras conocer la creatividad del japonés, el empresario Manuel Suárez le encomendó la obra que se ubicaría en el lobby del hotel.
Este trabajo seguiría la tendencia del muralismo mexicano de plasmar inquietudes sociales y preocupación por los valores humanos, en espacios públicos, como lo hicieron el mismo Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco, agrega Yaginuma, quien es también académico de la Universidad de Estudios Internacionales de Kanda.
LA OBRA OCULTA
Taro Okamoto nació el 26 de febrero de 1911 en Kawasaki, una provincia al oeste de Tokio. Desde muy joven y gracias a sus padres, también artistas, tuvo contacto con las ideas surrealistas de André Breton. Estudió etnología en París, y participó con George Bataille en la sociedad secreta de ideas antifascistas Acephale, cuya publicación se ilustraba con imágenes del joven japonés. El misterio y lo oculto eran el centro de sus intereses.
Okamoto regresó a Japón en los años 40. Entre la soledad y la tristeza de la derrota bélica, surgió el impulso que lo llevaría a crear las obras abstractas y vanguardistas más importantes de este país, en el siglo XX.
Estudió y escribió un libro sobre los “Misterios de Japón” en 1964, y tras su exploración como fotógrafo de las costumbres y rituales de diversos grupos sociales de Asia, viajó a México más de 30 veces, en los siguientes años.
Entre 1967 y 1969 se dedicó intensamente a concluir el encargo del mural de 5.5 metros de altura por 30 metros de longitud, cuyas siete piezas originales estaban sentadas en bases móviles, en el lobby del Hotel de México. El artista sólo esperaba el día de la inauguración, para acudir a firmarlo.
Por problemas financieros, la construcción del hotel fue suspendida, y el empresario Manuel Suárez murió, lo que marcó el colapso del proyecto. La obra fue desmantelada y almacenada en algún lugar, que nunca se reveló. Casi tres décadas después, en 1995, el espacio se recuperó como el centro de negocios y arte World Trade Center, donde permanecen las obras de Siqueiros.
Okamoto murió el 7 de enero de 1996, sin tener nunca más noticias del mural. Su hija política y compañera de vida, Toshiko, no entendía cómo una obra artística tan importante, podía estar enterrada “como un descomunal esqueleto” en suelo mexicano, a lo que el artista respondía: “en París o en Tokio
no me atrevería (a pensarlo)… pero los mexicanos son íntimos amigos de la muerte”.
REAPARICION DEL MITO
Tras una prolongada pesquisa Toshiko Okamoto recibió una llamada especial, en septiembre de 2003: el mural había aparecido. Estaba en un depósito de materiales de construcción, en los suburbios de la Ciudad de México.
Aun incrédula, Toshiko viajó hasta el lugar, donde encontró un ciento de piezas deterioradas, pero “sin duda –decía emocionada ante las cámaras de televisión japonesa– es su obra”.
El Museo Memorial y la Fundación para la Promoción del Arte Contemporáneo que llevan el nombre de Okamoto, así como un comité de 70 artistas, intelectuales y escultores japoneses, se propusieron recabar los millones de dólares necesarios para la restauración y el traslado de la enorme y pesada obra.
La Fundación obtuvo los derechos sobre la “magnum opus” del artista y en 2005 culminó su traslado a Japón. Toshiko Okamoto murió en abril de ese año y tampoco se cumplió su sueño de ver expuesta la obra de Taro, que finalmente se mostró al público en el verano del año 2006 en el distrito Shiodome de Tokio. Entre 2007 y 2008, el mural estuvo expuesto en el Museo de Arte Contemporáneo de esta capital.
EL BOOM
Tras el descubrimiento del mural perdido, en los últimos años las librerías se han llenado de volúmenes sobre la vida y obra de este artista. Su famoso lema: “el arte es explosión” (geijutsu wa bakuhatsu da), ha marcado diversos ámbitos de la vida japonesa. Sus seguidores llevan camisetas con la leyenda “Be Taro”, y buscan afanosamente los modelos de zapatos deportivos que la marca Adidas Adicolor lanzó al mercado. Los apasionados de la serie de manga y animación Naruto, han encontrado también la influencia de Okamoto en el personaje Deidara, uno de los enemigos del protagonista, que realiza figuras con arcilla explosiva.
Otras de sus obras famosas en Japón son la “Torre del Sol”, emblema de la exposición mundial de Osaka en 1970, así como esculturas diversas en las zonas comerciales de Ginza y Omotesando, en Tokio.
En un programa especial, la televisora Nihon Terebi, reitera el origen mexicano del famoso mural y las impresiones que Okamoto manifestó tras visitar mercados, cementerios, ruinas arqueológicas, y acudir a celebraciones del día de muertos y otras festividades: “el arte es la fuerza del sol”.
Le parecía que en México había un brillo especial: “los sonidos, los colores, los rostros de la gente…todo brilla como el sol”, apuntaba entonces Okamoto. El libro Del tratado al tratado, publicado en conmemoración de las relaciones México-Japón, reproduce la cita que revela la fascinación del artista por este país: “los mexicanos han estado copiándome desde hace miles de años”.
INSPIRACION Y ARTE VS. DESTRUCCION
“El mañana es un mito ante la proliferación de las armas nucleares y los momentos de crueldad y tragedia”, según resume la Fundación, sobre el pensamiento de Okamoto.
Hiroshima y Nagasaki, las únicas ciudades del mundo que padecieron ataques nucleares los días 6 y 9 de agosto de 1945, concentran importantes grupos pacifistas, y por ello se perfilaban como posibles sedes para la exposición permanente del mural.
Osaka, donde se encuentra su otra obra emblemática “Torre del Sol”, también ofrecía un área para concentrar el trabajo del artista. Sin embargo, hace algunas semanas se anunció que finalmente el gran mural tendrá un espacio entre la famosa estatua del perro Hachiko y el área comercial Mark City, en la conglomerada estación de Shibuya, en Tokio, para antes del centenario del nacimiento de Okamoto, en 2011.
“Mito del mañana”, expone en colores primarios brillantes un esqueleto carbonizado, bajo un hongo de humo, mientras algunas personas buscan escapar de la explosión. Es una obra que concentra la inspiración de los colores mexicanos, la escuela de los grandes muralistas de este país y la preocupación por un tema social que ha marcado la historia de Japón, y los valores de la humanidad: las explosiones atómicas.