El paisaje en el patio de la señora Miriam Flores ya no volverá a ser el mismo, pues el llamado “muro de la vergüenza” se construye justamente atrás de su domicilio en la frontera texana, a unos metros del cruce internacional.
Desde hace casi un mes la tranquilidad que caracterizaba este barrio en Hidalgo, Texas, fue trastocada por los estruendosos ruidos de maquinaria y un ejército de obreros, quienes trabajan día y noche para hacer realidad la muralla física aprobada bajo la administración de George Walker Bush.
De nada han servido los intentos de activistas defensores de los derechos humanos por reprimir la enmienda antimigratoria (surgida en 1994 y reformada en 2005), situación por la cual algunos optaron por abortar su lucha.
Pero para los residentes del borde texano por donde se edifica el proyecto las molestias apenas comienzan: falta de privacidad, escándalo, densas polvaredas, riesgos de accidentes y otras hostilidades forman parte de su nuevo estilo de vida.
Miriam Flores comentó que debido a las tareas de excavación, tránsito pesado y montura de metales, su casa “cruje” de forma constante.
“Pues sí es molesto porque como yo vivo en ‘traila’ cuando los camiones andan trabajando ésta se zangolotea toda. Además, esas personas siguen aquí muy noche, pero ¿qué le podemos hacer?”, exclamó.
Entrevistada a escasos metros del esqueleto de la barda de cinco metros de altura, esta estadounidense –de origen mexicano– dijo temer a que las autoridades federales le ordenen desalojar su vivienda.
“Quieren comprar este terreno y se me hace que es por lo mismo, para no tener tanta gente aquí y hacer mejor el muro, pero yo no estoy dispuesta a vender ni a marcharme, no me quiero ir”, indicó preocupada.
Lo que la señora Flores ha dejado de observar paulatinamente desde que Washington “mandó a sus hombres”, es a los indocumentados surcando el área, asomados por las ventanas de su vivienda o agazapados debajo de ella.
“Este es el cruce de la gente. Es hasta cierto punto normal mirar a las mamás con sus hijos en brazos ocultándose, pero ahora con lo del muro se les ve cada vez menos. Tal vez en el futuro van a separarse muchas familias…”, apreció.
Y seguramente esta ama de casa no sólo deberá de acostumbrarse a dejar de ver “mojados”, sino también a sentirse como en una jaula, resignada a no ver más de cerca el famoso río Bravo.
HOSTIGAMIENTO IMPARABLE
Alguien para quien también ha cambiado su modo de vivir es María Guadalupe Rodríguez, quien ahora duerme cinco horas al día porque, a su decir, los obreros que levantan el muro fronterizo arriban a la zona cuando aún no cae el sol.
La delgada mujer añadió que para no demorar la obra los empleados son relevados durante el día y se les puede ver incluso, después de medianoche. Por lo mismo su desesperación ha llegado a tal grado que ni los tapones que coloca en sus oídos la aíslan del sonido exterior.
“Esas personas molestan mucho porque salen bien tarde y reanudan sus labores a las cinco de la mañana cada día. Ya estamos cansados porque ni a mí ni a mi esposo nos dejan descansar y trabajamos desvelados.
“Hay veces que como a las dos de la mañana todavía andan. Ahora, de nada sirve que lavemos ropa, porque las máquinas nos la dejan entierrada. Ni aunque estemos con las puertas cerradas detenemos el polvo”, refutó.
En tono irónico María Guadalupe ilustró que de presentarse algún conflicto bélico en Estados Unidos solicitaría una aeronave a su gobierno para cruzarse al lado mexicano, como migración a la inversa.
“Nos da miedo a que algo pase porque tenemos criaturas, ¿cómo le vamos a brincar?, ¿vamos a estar como los canguros o nos van a mandar helicópteros?
“Si construyen el muro, que también nos pongan helicópteros para tener una ayuda pa’ brincar”, solicitó reiterativamente la méxico-americana.
Lo cierto es que ante el fantasma del terrorismo internacional, México quedará bien separado de su vecino del norte.
INDIFERENCIA ABSOLUTA
A pesar de que la llegada del muro fronterizo a Hidalgo, Texas, ha originado una ola de descontento entre la población hispana –cuyos antepasados ingresaron a Estados Unidos en condición ilegal–, existen quienes este asunto afirman les beneficiará.
Tal es el caso de María Pérez, residente de la calle Levy, la última de esta nación paralela al río Bravo en el condado de Hidalgo.
La mujer de aperlada piel y mediana estatura esgrimió que la medida antimigratoria terminará con el acoso de los indocumentados hacia su domicilio.
“Para mí está bien, porque se quita uno muchos problemas de que la gente pase por este lugar y se meta debajo de las ‘trailas’. Uno tampoco quiere problemas con la Patrulla Fronteriza ni con la ley. Ellos se esconden donde haya lugar”, ilustró.
¿Entonces las opiniones están divididas?
“Pues yo sí estoy de acuerdo con que lo hagan (el muro), nomás con que no perjudiquen nuestros lotes”, dijo.
María admitió que los trabajadores que levantan la barda laboran más de 20 horas diarias, pero consideró que son los gajes del oficio y no habrá marcha atrás por muchos aspavientos que la población haga.
“Sufren quienes tienen que levantarse temprano, porque el ruido no les deja dormir. En lo personal yo trabajo en los campos de cultivo al norte de la nación. Mi esposo y yo estamos aquí por temporadas”, describió.
INACCESIBILIDAD A LOS MEDIOS
Se intentó platicar con ingenieros de la obra, quienes paradójicamente son hispanos, pero no quisieron dar entrevistas formales ni permitieron el ingreso al reportero.
Sin percatarse de la grabadora uno de los capataces dijo tener con su equipo “poco tiempo en el condado de Hidalgo”, pero manifestó que los trabajos comenzaron semanas atrás y a ellos los mueven de lugar porque están bajo contrato.
¿Para ustedes ha de ser complicado levantar el muro porque son latinos verdad?
“Créame mi hermano, créame que aquí usted no pesca ningún gabacho. Toda la raza somos mexicanos y andamos donde haya trabajo”, dijo.
El obrero, quien mencionó estar en el tramo “38+48”, señaló que las tareas de excavación han sido complicadas “porque en el área hay demasiada agua”.
En un santiamén al lugar llegó un “licenciado”, quien solicitó la retirada del reportero:
“¡No fotos!, ¡no video! No puede entrar nadie a esta área de trabajo ni tomar fotos ni video. No sé qué clase de trabajo quiera hacer”, amonestó.
Sin embargo, desde los patios traseros de las propiedades que se encuentran entre el derecho de vía y el río Bravo, pueden percibirse las unidades que intervienen en la construcción del muro: retroexcavadoras, camiones de volteo, revolvedoras, grúas y camionetas, que hacen de éste un sitio muy ajetreado y cada vez más notable para sus habitantes.
Y mientras los vecinos del sector buscan la manera de paliar los trastornos que ello les produce, lo indudable es que el extremo norte de Reynosa tendrá una nueva panorámica, de varilla y concreto.