El ex mandatario estadounidense, visto recientemente de paseo en República Dominicana y México, ha vuelto al ojo del huracán al ser salpicado por documentos desclasificados que lo vinculan al pederasta y proxeneta muerto Jeffrey Epstein, como un dardo a cualquier aspiración política del apellido Clinton.
Este enero se cumplen 25 años del gran escándalo sexual que conmocionó a la sociedad puritana de los Estados Unidos y estuvo a punto de costar la presidencia al tetragésimo segundo inquilino de la Casa Blanca.
Los cabilderos del mandatario nacional trabajaron intensamente para evitar el impeachment del Congreso, aunque finalmente se decidió que la felación (sexo oral), no era sexo y que, por lo tanto el imputado no era culpable de los once delitos graves que señaló el fiscal.
Casualmente, Bill Clinton (William Jefferson Clinton) acaba de aparecer en una fotografía junto a los ex presidentes de México, Enrique Peña Nieto y Sebastián Piñeira, de Chile, con políticos y empresarios del continente en el centro vacacional de Punta Cana, en la República Dominicana. Se dice que ahí habrían de recibir el año nuevo, a la vez que promocionan el lujoso establecimiento de un amigo al que todos estiman mucho.
Lo que no es casual es que en estos momentos se libra una guerra inicua que pone en evidencia la irracionalidad de poderosos líderes políticos y la inoperante de las organizaciones internacionales que se han creado, precisamente, para evitar las confrontaciones bélicas y, como ha sido tesis permanente de México ante el mundo: la resolución pacífica de las controversias y el respeto irrestricto a los derechos humanos, especialmente el derecho a la vida.
Pero ¿qué tiene qué ver el escándalo de Clinton y Monica Lewinsky con la guerra de Israel y el Estado Palestino? Para conjurar cualquier suspicacia, hay que recurrir a lo publicado a nivel internacional por aquellas fechas.
En The Guardian de la Gran Bretaña, escribió Michael Winner una sátira cuyo primer párrafo dice: “Un cigarro es la clave en el último episodio de telenovela de la producción multimillonaria de Kenneth Starr, con la actuación protagónica del presidente Clinton. Aparentemente, la femme no tan fatal, Monica Lewinsky, ejecutó un extraño acto sexual con el cigarro, o se provocó placer o hizo algo totalmente indescriptible, mientras el pobre Yasser Arafat –que debe haber pensado que ya tenía suficientes problemas con Benjamin Netanyahu– esperaba desconsolado afuera para reunirse con el presidente”.
El texto tuvo tanto impacto por su habilidosa síntesis, que fue reproducido por otros medios, como Página 12, de Argentina en su edición del jueves 3 de septiembre de 1998. De hecho, las aventuras sexuales-no sexuales del presidente con la becaria al lado del Despacho Oval de la Casa Blanca, fueron para muchos la cortina de humo con la cual se ocultó el desastroso resultados de las conversaciones de paz entre el líder palestino Yasser Arafat y el primer ministro Benjamín Netanyahu, avaladas por Clinton y la intervención de tropas estadounidenses, incluyendo bombardeos indiscriminados, en Oriente Medio.
PRESIDENTE ACORRALADO
El affaire Lewinsky comenzó cuando Clinton fue llamado a declarar como imputado en la vista preliminar de la demanda civil interpuesta por Paula Jones por acoso sexual, quien mencionó a Mónica como otra víctima de la lujuria del mandatario. Este negó todo y conminó a la becaria a hacer lo mismo; pero, el asunto se fue complicando y llegó a niveles peligrosos cuando fue acusado de mentir en declaraciones oficiales y de conjurar para engañar al aparato de procuración y administración de justicia.
La intervención de los medios hizo crecer el caso como una bola de nieve. La noticia apareció por primera vez el 17 de enero de 1998 en la página de noticias Drudge Report, señalando que los editores del semanario Newsweek estaban trabajando en una historia del periodista de investigación Michael Isikoff que exponía el romance.
A partir del 21 de enero, The Washington Post la mantuvo en los medios varios días. El 26 de enero Clinton, junto a su esposa, dio una conferencia de prensa de la Casa Blanca negando los hechos. Ahí empezó el problema.
El presidente desmintió la información facilitada por Lewinsky al FBI de que habían mantenido relaciones sexuales durante año y medio, entre noviembre de 1995 y marzo de 1997, y que se habían puesto de acuerdo para negarlas en las declaraciones juradas del caso Jones.
Clinton volvió a desmentir a la ex becaria en un mensaje a la nación. El 6 de agosto de 1998, Monica Lewinsky, licenciada en Sociología y ex becaria de la Casa Blanca cuando tenía 21 años, hizo historia al convertirse en el primer testigo que contradecía la declaración jurada de un presidente de Estados Unidos, en la que negó haber tenido relaciones sexuales con ella. ¡Sopas!
El fiscal especial encargado del caso, Kenneth Starr, citó a Clinton a responder el 17 de agosto un cuestionario en la Casa Blanca, ante un gran jurado que siguió la declaración por circuito cerrado de televisión, para que explicara con todos sus pormenores su relación con Lewinsky. Por primera vez, Clinton reconoció haber mantenido una “relación inapropiada” con la ex becaria, pero negó haber cometido perjurio e inducido al mismo a terceros.
La aparición de un vestido con manchas de semen presuntamente presidencial estimuló el sensacionalismo morboso en los medios que compitieron en la publicación de detalles escabrosos de la relación Clinton-Lewinsky, como la práctica reiterada del sexo oral y otros diversos juegos eróticos. Tanto el Congreso como la Casa Blanca entraron en la guerra mediática que se trasladó a Internet a raíz de la publicación en la web del primero del demoledor informe sobre la investigación criminal.
Finalmente, el presidente fue absuelto.
POLVOS DE AQUELLOS LODOS
Volviendo al drama, ese sí aterrador, de Israel y Palestina, y, nuevamente echando mano de voces autorizadas, habría que recordar lo publicado por RTVE de España el 23 de septiembre del 2011: “¿Quién tiene la culpa del constante fracaso del proceso de paz en Oriente Medio? El ex presidente Bill Clinton ha culpado al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, cuyo gobierno considera que ha cambiado las reglas del juego.
Clinton, durante una mesa redonda con miembros de la Clinton Global Initiative en Nueva York, ha hecho un amplio repaso a cómo se ha degradado el proceso de paz en Oriente Medio desde que presionara a ambas partes a que aceptaran un acuerdo final en Camp David en 2000, según recoge Foreing Policy.
En su opinión hay dos razones principales para la falta de una paz global hoy en día: la negativa de la administración de Netanyahu a aceptar los términos establecidos en los acuerdos de Camp David y un cambio demográfico en Israel, que está haciendo a la opinión pública israelí menos susceptible a la paz”.
Quizá peca el presidente de imprecisión, pues él pudo haber ayudado a lograr un mejor acuerdo en las conversaciones de Wye River en las que se dio un papel preponderante a la Agencia Central de Inteligencia (CIA), para garantizar el cumplimiento de las medidas de seguridad adoptadas por los palestinos para evitar atentados perpetrados por los sectores opuestos a la estrategia de paz de Arafat.
Israel, por su parte, pondrá en libertad sólo a 750 de los 3 mil 500 palestinos que se encuentran en sus cárceles y que son reclamados por la Autoridad Palestina. El texto tampoco obliga claramente a Netanyahu a interrumpir su política de construcción de nuevos asentamientos judíos, una de las mayores amenazas para Palestina.
De hecho, según Martin Woollacott, periodista británico, corresponsal extranjero y editor extranjero del periódico The Guardian de Inglaterra: “El acuerdo israelo–palestino está destinado a fracasar. La esencia de la posición israelí fue demandar garantías de seguridad tan exigentes que no pueden cumplirse. Por más que trate, Arafat no puede darle a Israel seguridad total contra cada terrorista suicida y cada grupo extremista.
La organización terrorista Hamas ya dijo que ningún tratado en Washington evitará que ellos emprendan una acción armada si desean hacerlo. Como las violaciones ocurren siempre, le brindarán a Netanyahu oportunidades para denunciar a los palestinos y suspender cualquier concesión territorial o tomar una línea aún más dura en las negociaciones sobre el estatus final de la entidad palestina.
Quizás no se vaya a aprovechar de cada incidente, pero un pacto de seguridad estricto le dará al premier israelí la oportunidad para sentar aún más firmemente el principio de reciprocidad que utilizó para desgastar el acuerdo de Oslo. Según la definición de Netanyahu, reciprocidad significa que lo que Israel debería hacer puede evitarse o posponerse indefinidamente si hubiera una bomba o tiroteos”.
EL ESCÁNDALO PASÓ, LA GUERRA SIGUE
25 años después, la polémica ha perdido interés; la guerra sigue. Bill Clinton en su libro Mi Vida, de mil 146 páginas, de las cuales sólo dedica dos a México, escribió (pág. 982, párrafo 4):
“Durante el largo año que transcurrió entre las declaraciones en el caso Jones y mi absolución en el Senado, la mayor parte de las noches que estaba en la Casa Blanca, pasé dos o tres horas solo en mi despecho, leyendo la Biblia y libros sobre la fe y el perdón, y releyendo La Imitación de Cristo de Thomas Kempis, las Meditaciones de Marco Aurelio y muchas de las cartas más reflexivas que había recibido, entre ellas unos pequeños sermones del rabino Menachem Genack, de Englewood, New Jersey.
“Me conmovió particularmente Seventy Times Seven, un libro sobre el perdón escrito por Johann Chistoph Arnold, el decano de Bruderhof, una comunidad cristiana cuyos miembros estaban en el nordeste de Estados Unidos y en Inglaterra…”.
El 31 de enero de 1998, El Clarín publicó el siguiente texto que permite entender la maniobra de encubrimiento: “Un escándalo sexual en el Salón Oval que involucra al presidente y a una mujer joven. Asesores y colaboradores de la Casa Blanca entran en pánico. Un famoso productor de Hollywood es llamado para que fabrique una guerra falsa -con Albania- para distraer la atención de la nación a menos de dos semanas de las elecciones. La película de Barry Levinson Wag the Dog, escrita por David Mamet y Hilary Henkin, fue pensada como una farsa. Pero el estudio New Line, que la lanzó, está tan nervioso con los paralelos que esta historia tiene con la realidad que sólo su presidente, Robert Shaye, se atreve a hablar sobre ella.
Pero la semana pasada, la venta de entradas para la película en Washington creció un 5 por ciento. Levinson asegura que al hacer el filme, la política le interesó menos que cómo la televisión cubre y hasta explota eventos. Lo que estamos diciendo es: Miren, las semillas están desparramadas como para causar un incendio generado por los medios -dice-. Sólo necesitas un incidente para ponerle el fósforo a la gasolina. El director asegura estar sorprendido de ver cómo en una entrevista televisiva con Henry Kissinger se discutía el síndrome Wag the Dog a la luz de potenciales problemas militares con Iraq”.
El filme fue protagonizado por Dustin Hoffman y Robert De Niro, y fue un gran éxito de taquilla.
Mientras tanto se paseaba sonriente por América Latina, Clinton volvió a la palestra, porque apareció en una lista desclasificada del magnate neoyorquino Jeffrey Epstein, acusado de tráfico de menores, lo cual está siendo aprovechado por sus detractores para descarrilar cualquier aspiración política de su esposa Hillary en los comicios presidenciales.
Los documentos se derivan de la demanda que presentó en 2015 Virginia Giuffre, quien asegura que Epstein abusó de ella siendo menor de edad, contra Ghislaine Maxwell, ex amante y socia de Epstein, y señalada de ser la “jefa” y de reclutar jóvenes para dar masajes sexuales o participar en otros actos sexuales con el magnate y sus amigos.