
Hace seis años Felipe Calderón Hinojosa no debió haber ganado la presidencia de la República, pero la guerra sucia que inició Vicente Fox Quesada en contra de Andrés Manuel López Obrador fue devastadora para el candidato perredista.
Seis años después, sin las televisoras como caja de resonancia de los spots que hicieron perder a López Obrador, todo indica que la historia será diferente, con una Josefina Vázquez Mota que está abajo en las encuestas y parece que nada ni nadie podrá ayudarla.
En 2006 el PAN cumplía su primer sexenio en la presidencia en toda su historia como oposición y supo saborear las mieles del poder, y por eso mismo haría todo lo posible para seguir ocupando Los Pinos.
López Obrador inició ese año como puntero en las preferencias, quizá no tan despegado como está ahorita Enrique Peña Nieto de Vázquez Mota y de él, y esa ventaja del perredista preocupó demasiado a Fox Quesada que recurrió a la estrategia de enlodar a su principal adversario político.
Con zanja abierta dentro del Instituto Federal Electoral (IFE) que permitía a pseudo organismos privados contratar millones de spots en radio y televisión –obvio, con presupuesto del gobierno federal panista–, el tabasqueño fue etiquetado como el peor enemigo de los mexicanos… y al final perdió.
Una de las consecuencias favorables de esa guerra sucia fue la modificación de las reglas del juego del IFE prohibiendo a candidatos, partidos, organismos o particulares la contratación de spot, y ocupando solamente los espacios oficiales que tiene el réferi electoral en los medios electrónicos.
Y no solamente eso, sino que el IFE debe aprobar previamente el contenido de los spots antes de salir al aire. De esta forma se evitaría toda basura que pudiera denigrar la imagen de los contrincantes, como pasó cuando el PAN casi quemó vivo a López Obrador como en los tiempos de la Inquisición.
Precisamente esos meses previo a las elecciones presidenciales de 2006 es lo que extraña la candidata Vázquez Mota, porque en dos meses y medio que queda de campañas no hay poder humano que le ayude a reducir la amplia brecha que hay entre ella y Peña Nieto.
Es más, hasta la señora corre el riesgo de irse hasta el tercer lugar ante los errores que su equipo de campaña ha cometido interna y externamente, mismos que son centro de chascarrillos entre el electorado. Por eso mismo tuvo que hacer cambios en el llamado “cuarto de guerra”.
Cuando se habla de un porcentaje de votantes indecisos de entre 22 y 28 por ciento a nivel nacional, las posibilidades de que López Obrador se lleve la mayor tajada es cada vez más probable, porque Vázquez Mota, conforme avanzan los días de proselitismo, decepciona en vez de cautivar al electorado.
Mal empezó la aspirante presidencial albiazul, cuando en su toma de protesta la gente se empezó a salir del Estadio Azul cuando daba su discurso. Y las tomas de las televisoras no dejaban dudas: algunos dentro del mismo PAN comenzaban el fuego amigo contra ella, con una de las actitudes que más molestan: el desaire.
Una vez pasado el Domingo de Resurrección se anunciaron incorporaciones en el equipo compacto llegando gente ligada a los precandidatos perdedores Ernesto Cordero Arroyo y Santiago Creel Miranda, sin embargo causó sorpresa que su coordinador general de campaña (el culpable de todos los males, Roberto Gil Zuarth), salvara su pellejo.
Porque todo el rosario de tropiezos de un candidato tienen un culpable y ese ha sido Gil Zuarth para Vázquez Mota, alguien que también tuvo la cabeza caliente de querer lanzarse para contender por la presidencia de la República, pero que se enfrió y pasó a ocupar la secretaria particular de Los Pinos.
La apuesta es que con la llegada del mismo Cordero Arroyo, Gustavo Madero, Max Cortázar, Germán Martínez y Juan Ignacio Zavala, entre otros que habían sido relegados por Gil Zuarth, la campaña del PAN debería ser mejor, más aguerrida y generadora de simpatías, dejando a un lado todo lo negativo.
Porque 75 días que restan, sin guerra sucia y sin las preferencias aplastantes del género femenino que se suponía favorecería a Vázquez Mota, es un tiempo que se escurrirá entre los dedos y, en un abrir y cerrar de ojos, llegará el domingo primero de julio cuando los mexicanos saldremos a votar.
El más relajado de los tres principales contrincantes parece ser López Obrador, quien tiene todo para subir en las encuestas y con posibilidades de desplazar del segundo lugar a la dama albiazul, porque pensar en ganar las elecciones es una tarea casi imposible.
Ojalá que para las intenciones del PAN de sumar un tercer sexenio el primero de julio, los cambios hechos de urgencia en el “cuarto de guerra” de su abanderada no hayan sido demasiado tarde, pero hay señales que las decisiones se debieron haber tomado mucho antes, comenzado por la salida de Gil Zuarth.
Porque ese personaje ha solapado a panistas que ya son candidatos a diputados o senadores y que nunca tuvieron que serlo por su negro historial.
Pero si hay algo que es evidente, es que mientras el barco del PAN parece que se hunde día con día ante la cercanía de los comicios, hay quienes sólo piensan en salvar su pellejo y ganar su posición en el Congreso de la Unión o en el Senado.
Los panistas saben que Vázquez Mota no llegará a ganar la presidencia y lo único que buscan es garantizar su fuero como diputados o senadores. Hay algunos que de plano ya no quieren ser ni anfitriones de una visita.
Y así pensó Francisco García Cabeza de Vaca, candidato del PAN al Senado en Tamaulipas, cuando prefirió mandar a Vázquez Mota a Matamoros el viernes 13 de abril en vez de recibirla en su natal Reynosa, donde como alcalde encabezó la administración más corrupta que se tenga memoria.
Cabeza de Vaca fue coordinador de la precampaña de Vázquez Mota y, una vez amarrada la primera posición en la fórmula al Senado, ya pintó su raya y mientras más lejos tenga a su candidata –dice– para él y sus aspiraciones, mucho mejor.