Los argumentos contra los migrantes abundan por las “benditas” redes sociales: que la ley contempla los canales adecuados para ingresar al país; que son ilegales, pues entraron sin documentos; que son sucios; que están robando los recursos que muchos nacionales necesitan; que entre ellos se encuentran peligrosos delincuentes.
Ahí están los reportes del migrante que mató un ciudadano en un intento de asalto; el que violó a una joven estudiante; el que llegó al país con la única intención de delinquir y hacer daño.
Estos argumentos se han ido multiplicando por Facebook, Twitter y las clásicas cadenitas de WhatsApp.
Sin embargo, contrario a lo que muchos pueden pensar, estas versiones provienen de medios y cuentas de redes sociales de ciudadanos de Estados Unidos, quienes desde hace muchísimos años los usan para justificar su xenofobia.
Estos argumentos son los mismos que utilizó el presidente norteamericano Donald Trump para enardecer los ánimos de un sector de su sociedad y enaltecer un nacionalismo que hoy tiene alarmado al mundo entero.
Por supuesto que cuando los mexicanos nos enteramos que Trump y sus hordas racistas estaban usando este discurso para validar las agresiones hacia nuestros “sacrosantos” paisanos, de inmediato nos unimos alrededor de un hashtag, un grupo de Facebook, una cadenita de WhatsApp.
Poco a poco, el glorioso Lábaro Patrio tricolor se convirtió en nuestra imagen de perfil y millones de mexicanos levantamos una sola voz para exigir respeto a los norteamericanos y condenar sus prácticas racistas que violentaban los más elementales derechos humanos.
No faltaron quienes propusieron boicotear Starbucks, Walmart, McDonalds, Burger King, Coca Cola y demás empresas imperialistas norteamericanas para que los gringos supieran que con México y los “pobrecitos” paisanos nadie se puede meter.
Sin embargo, bastaron unos cuantos miles de centroamericanos huyendo de la violencia y la miseria que sufren en sus países para destapar lo peor de la sociedad mexicana.
Poco a poco, un sector de nuestro país fue volviendo suyos los argumentos utilizados por los racistas del norte, a quienes hace unos meses despreciaban.
Es como si, de pronto, la gente comprendiera que Trump tiene toda la razón del mundo.
En México queremos pensar que somos una sociedad plural, tolerante, que abrazamos a las personas que buscan refugio pues han tenido que huir escapar de sus países de origen.
Sobran a quienes se les llena el ho… la boca, recordando cuando en la década de los treintas México recibió a miles de españoles que escapaban de la dictadura de Franco.
Sin embargo, esta ola antimigrante que recorre el país ha demostrado que, desgraciadamente, muchos mexicanos no son así, que en realidad desprecian al migrante centroamericano con la misma (o peor) intensidad que lo hacen los güeros de Estados Unidos.
Hoy el odio a los hondureños no está justificado por un partido de futbol, hoy se les odia sólo por el hecho de no ser mexicanos.
Tristemente, la caravana migrante ha demostrado que en este país sobrevive una sociedad de doble moral, que exige respeto a los derechos humanos a los del norte y no puede dárselo a quienes llegan del sur.
Creo firmemente que en México existe un enorme sector de la sociedad que ha perdido su derecho de reclamar justicia y un buen trato hacia los paisanos por parte de los ciudadanos y del gobierno de Estados Unidos.
A ellos no puedo más que desearles que ojalá un día, cuando vayan de compras a McAllen, Laredo o San Antonio, un gringo se les acerque, los llame “sucios frijoleros” y a gritos les exija que se larguen de su país.
Hoy, estas personas que desprecian a los centroamericanos no tienen cara para llamar racista a Donald Trump.
Al hacerlo están escupiendo para arriba.