Hugo Sánchez figura en los anales del futbol internacional por su capacidad imposible de encajar goles. En días pasados visité la ciudad egipcia de Aswan para encontrarme con unos amigos en un seminario de futbol. Ahí, un analista español de corazón blaugrana acusaba al Penta de ser un inepto para mover el balón, pero reconocía su don de la ubicuidad para estar en el momento preciso y poner la bola a dormir en el enjambre de hilachos.
Es la figura más lustrosa que ha dado México al mundo. Sin duda.
En el nivel doméstico, su equivalente es Cuauhtémoc Blanco. El ahora conocido como El “Jorobado de Nuestra Señora de Torreón” tuvo un paso lastimero por el balompié español donde no hizo nada con el Valladolid. Allá, si hubiera sido transparente no hubiera pasado más desapercibido. Pero en el futbol mexicano no hay otro jugador que se le compare. Sus mejores años ya pasaron y eso hasta él lo sabe y lo reconoce. Pero aún así es capaz de encantar con su sola presencia al balompié azteca.
Desde que debutó en el América no ha habido otro futbolista que la rompa como él. Encorbado, rápido y gambetero, tenía cualidades sobresalientes para transitar en la cancha. Pero su fama se hizo pesada por otras características.
Blanco llamó poderosamente la atención de las multitudes porque es un jugador que tiene morbo. Cuando se posesionó como protagonista de la liga local, a mediados de los 90, comenzó a llamar la atención de la fanaticada y de la farándula. Las chicas lo asediaban y las estrellas del cine y la televisión lo buscaban. Los defensores le guardaban tirria y rencores, pero sus amigos siempre se expresaron de él como un hombre generoso y espléndido, que nunca se intoxicó con los aromas del éxito.
Jugó en América, Necaxa, Veracruz y actualmente es el futbolista más taquillero de la Liga de Estados Unidos con el Fire de Chicago. Pero su equipo será siempre el de los millonetas.
Ahora fue la contratación bomba de la liguilla con el modesto equipo de Santos de Torreón, campeón de la pasada temporada de la liga mexicana, y que a estas alturas estaba por disputar la semifinal del actual torneo.
Los aficionados que lo vilipendiaron alguna vez en el indómito territorio lagunero, ahora le rinden pleitesía. Los rudos jornaleros de la comarca, que le arrojaban escupitajos cuando visitaba su estadio con la casaca de las Aguilas, ahora lo adoran y quieren desposarlo con sus hijas. Las camisas santistas se cotizan en oro si traen el nombre del afamado atacante.
En el atardecer de su carrera es capaz de convocar pasiones y suscitar enconadas polémicas sobre los beneficios de su repatriación.
Lo cierto es que Cuauhtémoc es siempre tormenta, e independientemente del resultado de Torreón al final de la campaña, confirma que es el preferido de los aficionados mexicanos.
Hasta ahora, nunca nadie ha sido como él.