—Cuando voy con el doctor me pregunta que cómo me siento. Y le respondo: ‘no me siento bien, sino extraordinariamente bien’—, me cuenta el profesor José Luis Esquivel el viernes 23 de junio sentados en la sala de su casa, tres días antes de acudir a su última quimioterapia en el Hospital Universitario.
Desde comienzos de marzo, el periodista de 77 años, mentor de generaciones y generaciones de periodistas que ejercen el oficio en México y el extranjero, se enfrenta a un cáncer de páncreas que él mismo se encargó de hacerlo público pasado 5 de marzo:
“Delante de la luz, cantan los pájaros”. Con este verso celebratorio de la inauguración del día, a cargo del poeta Fredrick Hölderlin, les pido una cruzada de oración a los creyentes que comulgan con mi fe religiosa y me conocen y me aprecian. Espero sanar de un problema en el páncreas, que después de muchos estudios los médicos acaban de detectar. Algún día Dios me iba a tocar con una prueba en mi salud, pero yo quiero seguir animándome cada día con la exclamación de un bello canto: “Entre tus manos está mi vida, Señor… Entre tus manos pongo mi existir”. Gracias a todos”.
Desde esos días estoy al pendiente de su salud, a la par de su hija Iris, su hijo y demás familiares. Ella procura acompañarlo al hospital a todas sus citas, salen y van a su casa a comer. Luego, todavía con fuerzas, toma el volante de su auto y regresa a su casa ubicada al norte de la avenida Bernardo Reyes, en Monterrey.
—¿Qué necesitas que te lleve? —, le pregunté para no llegar con las manos vacías esa mañana. Prohibido el pan de dulce porque se le altera la glucosa.
—Fruta la que quieras: papaya, melón, plátanos, manzanas, fresas… Pero no te preocupes, con venir a la casa a hacerme compañía, y una buena charla, me basta—, me sugiere y ataja.
Entre 1988 y 1991 trabajamos juntos en El Diario de Monterrey. Y quién lo iba a decir que un día le daría instrucciones en la sección deportiva, no propiamente como jefe, a mi estimado profesor en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UANL.
Por razones diferentes llegamos casi al mismo tiempo al periódico de la familia González, hoy Milenio. Él porque renunció a El Norte para aventurarse en el recién nacido diario ABC del Grupo Radio Alegría, mientras que yo había dejado El Porvenir.
José Luis Esquivel fue duro y exigente como catedrático, y también selectivo en sus aprecios entre sus alumnos.
En 2015 escribí la siguiente publicación en mis redes sociales: “No tuve la suerte de conocer a Jacobo Zabludovsky porque el maestro José Luis Esquivel nunca invitó al grupo nocturno de periodismo de la FCC de la UANL (81-85) a sus viajes al DF. Es en serio, pero después el profe se puso las pilas y limamos asperezas”.
Tres años antes coincidimos como jurados del Premio Nacional de Periodismo propuestos por la Facultad. Y de nuevo mi expresión: “Quién lo iba a decir”. Y para ese entonces sus columnas Desde el palco y Confidencias de periodista han sido constantes en Hora Cero, con pausas y comprensibles por su enfermedad.
Sin conocer su estado de salud, le pedí una entrevista como parte de una serie que hice a personajes del periodismo y la política que empezó con el periodista deportivo de ESPN, José Ramón Fernández, en septiembre de 2021. La suya fue en enero de 2022 en una tarde muy fría en el exterior, pero bastante cálida dentro de su casa.
—¿Qué te preocupa profesor, además de tu salud? —, le pregunté hace días. Y me respondió que dos cosas: la tristeza de su hija Iris y sus nietos.
—No me voy a morir pronto. Tengo muchas cosas por hacer. Una de ellas es cubrir el Mundial de Futbol de 2026 acreditado por Hora Cero Deportes, y seguir dando clase en licenciatura y maestría. Pero también estoy consciente que lo que traigo adentro no es cosa menor—, dice optimista pese a cinco kilos que perdió en una semana.
Su plan como reportero a tres años de distancia, cuando tenga 80 años, me remonta al 31 de mayo de 1986, cuando nos topamos afuera del Estadio Azteca en la inauguración del Mundial.
Habrán pasado exactos 40 años cuando se organice el Mundial de Norteamérica. Esa vez, en 1986, fuimos rivales. Él fue como enviado de El Norte y yo por El Porvenir para hacer el color en las tribunas.
Por sus compromisos familiares, académicos y laborales en los periódicos donde trabajó y en las universidades donde daba cátedra, una nueva experiencia mundialista no pudo repetirla. A Italia acudió tres meses antes de la inauguración de la Copa de 1990.
¿Por qué esperarnos tres años para llegar a 2026, cuando esa experiencia que tuvo en México 86 podemos recrearla en un viaje juntos al Estadio Azteca de la Ciudad de México?, le propuse y aceptó.
El permiso de su hija Iris ya lo tengo. Y José Luis Esquivel aceptó con gusto cuando supere los malestares de la quimioterapia. Por lo pronto por teléfono ya hicimos el borrador del plan.
Y me imagino el título de una crónica: El profe y yo.
twitter: @hhjimenez