Estaba un día El Apuntador llorando al darse cuenta la cantidad de kilos que había subido en esta pasada época decembrina donde se dejó caer con los tamales y los dulces, cuando entendió que existen otras cosas que sí son verdaderamente lamentables.
Y es que como seguramente ya lo saben, el año inició con los tristes decesos de dos muy estimados compañeros de los medios de comunicación: Hortencia García Garza, mejor conocida como Pily García y Francisco Javier Ramírez Nava, director editorial de El Mañana de Reynosa.
Ambos decesos dejaron una marca muy profunda en el gremio periodístico pues los dos eran muy queridos y apreciados entre la comunidad reporteril.
Pily fue una aguerrida reportera y luchadora social quien siempre buscaba la forma de apoyar a la gente que lo necesitaba.
De hecho tuvo un paso por esta casa editora cuando condujo, junto con Gerardo Ramos Minor, la primera edición del Noticiero La Voz, ya que éste era exclusivamente en radio.
También tuvo un paso por el servicio público y, más recientemente, estuvo al frente del portal El Ahora Tamaulipas.
Le sobreviven su hija Rocío Isabel y sus hermanas Rocío y Lily García, a quienes el columnista les envía un enorme abrazo.
Otro colega de El Apuntador que murió apenas empezó 2023 fue un matamorense y regio por adopción: Francisco Javier “El Gordo” Ramírez Nava, quien tuvo una discreta pero destacada labor en Tribuna de Monterrey y El Porvenir en los años 80 y se desempeñaba como director editorial de El Mañana de Reynosa.
De inmediato las muestras de cariño surgieron por todos lados como por ejemplo, su compañero en El Porvenir, Héctor Hugo Jiménez, quien escribió en su Facebook un homenaje póstumo que a continuación se transcribe:
Muy pocos saben que Francisco Javier “El Gordo” Nava regresó a Reynosa a ser director editorial de un periódico (El Mañana) cuando allá por 2005 Heriberto Deándar me preguntó si conocía un perfil para ocupar ese puesto en el influyente diario propiedad de su familia. Hora Cero estaba cumpliendo apenas una década y lejos aún de llegar a los 25 años.
En una primera experiencia como director estuvo en La Prensa en donde armó una redacción con reporteros locales y de Monterrey como Luciano, Gerardo Ramos Minor, Rafael Heredia y Miguel Ángel Domínguez , entre otros. Años después ingresó al área de prensa en el gobierno de Manuel Cavazos Lerma y repitió en el sexenio de Tomás Yarrington. Fue en esa época donde un día me lo volví a topar en una pequeña oficina cruzando la calle junto al Palacio de Gobierno.
Al concluir esa experiencia en el servicio público, la cual nunca entendí porque su vida era dentro de los periódicos, fue invitado a ser director de El Expreso de Ciudad Victoria. El Mañana necesitaba una sacudida y un liderazgo en la redacción y Heriberto me confió esa búsqueda.
“La persona que necesitas está en El Expreso y ya estuvo en La Prensa hace años. Déjame hablar con él”, le dije. Y aunque nunca lo conoció en persona, sabía de quién estábamos hablando.
Tomé carretera y desayunamos en Ciudad Victoria. “No pierdes nada. Ve y habla con Beto”, le dije a mi ex compañero de El Porvenir en los años 80. A quien viéndolo cada día trabajar como esquemador de páginas le aprendí mucho. No a fumar. Era un tres en uno: armaba páginas, diseñaba y pocos saben que escribía como pocos. Era un periodista completo.
En ese 2005 fue a Reynosa y se arregló con los dueños de El Mañana que le pagaron en sueldo lo que bien valía. Saliendo de Hora Cero a veces detenía mi auto en El Mañana y subía el elevador para saludarlo y platicar como en los viejos tiempos. Disfrutaba pasar el tiempo frente a un personaje discreto, un peladazo, un compañero hecho a la vieja escuela; que olía a tinta y a papel cuando salía con los primeros rayos del sol con el periódico del día bajo el brazo.
Descansa en paz “Gordo”.
Desde este espacio el columnista desea enviar a todos los familiares y amigos de estos compañeros sus condolencias y el deseo de que encuentren pronta resignación ante estas pérdidas.
RETAZOS
Pasando a otros asuntos, quienes siguen este espacio saben del enorme respeto y celo que el columnista le tiene a esta hermosa profesión llamada periodismo lo que justifica la profunda indignación que lo invade cuando alguien sin la mínima preparación la profana al auto calificarse como periodista.
Desgraciadamente en la entidad sobran los ejemplos de personajes quienes aunque no tienen la más mínima preparación para estar al frente de un micrófono o un medio de comunicación, de pronto llegan y se asumen como comunicadores.
Solo en Tamaulipas podemos tener un ex aduanal o un payaso al frente de un micrófono, lo que nos lleva al siguiente comentario.
Seguramente muchos recuerdan las pláticas de los decanos de esta profesión quienes recordaban lo difícil que era obtener las licencias de locución tipo A y B que expedía la Dirección General de Televisión Educativa (DGTVE).
Esta licencia se entregaba solamente a quienes aprobaran una serie de exámenes de conocimientos generales así como ortografía, redacción, geopolítica, geografía, historia, idiomas, e inclusive buena pronunciación y articulación de palabras frente al micrófono.
Tristemente el 8 febrero de 2016 el Diario Oficial de la Federación publicó el decreto en el que el trámite del certificado de locución es derogado.
Esto permitió que los medios se llenaran de improvisados que no tienen la menor idea de las reglas básicas de esta profesión, como lo es la más reciente adición a este grupo: un taxista.
Como lo leen, queridos lectores, ahora resulta que un taxista no solo es reportero y locutor, sino que hasta ostenta un cargo directivo en la quesque Delegación Estatal de la Asociación Nacional de Locutores de México.
Y conste que el columnista no tiene nada en contra de las personas que se ganan la vida manejando un taxi, esta profesión es tan respetable y tan digna como cualquiera, el tema aquí es la falta de respeto al periodismo mostrado por estas personas que, de la noche a la mañana y nomás porque tienen un teléfono con acceso a Internet, creen que pueden ejercer esta labor.
Pero bueno, al final la culpa es del mismo gremio, que acepta y abraza a estos transgresores.
Es más, el columnista está tan enojado que no les va a dejar la pregunta de la quincena.