
Afortunadamente el brasileño Ricardo Ferretti lo reconoció: no era la manera.
Durante el duelo entre Gallos Blancos y Tigres, en la semifinal del torneo Apertura 2011 del futbol mexicano, hubo un mini drama que bien conocieron las personas que están involucradas en este asunto de la pelota.
El ahora director técnico de los felinos se lanzó contra su similar de los emplumados, José Saturnino Cardozo. Sacó a relucir una rencilla muy antigua, de allá por el año 2004, cuando era entrenador de Toluca y el guaraní la máxima figura del equipo.
Tuca dijo ahora que en aquél entonces Saturnino pagó a personas para que difundieran libelos en los que veladamente amenazaban su integridad. Por eso renunció al equipo. Era evidente que no había buen vestidor entre el goleador, líder del equipo y el adiestrador, a quien veían como un foráneo advenedizo que había roto la cordialidad del equipo.
No había razón para que Tuca resucitara la polémica. Parece inexplicable. No es de los entrenadores marrulleros, que se empecinen en ganar contratos a través de escándalos, que se posicione en el gusto del público con declaraciones. Es un tipo astuto, como está obligado a serlo cualquiera que ocupe un lugar en el banquillo de cualquier equipo y en cualquier disciplina.
La denominación que iguala a los estrategas que se precien de serlo es el sentido común.
¿Habrá buscado desestabilizar al novato Cardozo? No se sabe. Lo cierto es que el entrenador queretano, en su primer torneo en México y en la primera liguilla en la historia del equipo, se enganchó de inmediato en la polémica, despotricó, se lanzó contra el brasileño, auguró tormenta, deslindó responsabilidades y sugirió que él y sus jugadores corrían peligro en su visita al estadio universitario. Abrió la boca de más producto de su inmadurez. No desentonó, pues no dijo ninguna mentira, pero quizá le faltó asesoría, para que mantuviera la calma y se concentrara más en el encuentro decisivo, que a la postre perdió.
Hubo un momento en el que Petricevic, el balcánico propietario de la franquicia quiso desviar la atención de los medios, pero sus dichos estuvieron fuera de lugar y de tiempo, y no contribuyeron en nada a bajar el mercurio.
El paraguayo hasta amenazó con presentar una demanda, y el escándalo, al final se diluyó y quedaron, en la superficie únicamente los números fríos. Tigres avanzó a la final al derrotar a Gallos en una serie nada vistosa. Tal vez le quede la experiencia a Cardozo de evitar estas confrontaciones en momentos definitorios.
Es un tipo inteligente. Seguramente no le volverá a ocurrir.