
La nave Prometeo, de la cinta homónima, hace que los astronautas que la tripulan, al igual que el director Ridley Scott, regresen a la búsqueda de sus orígenes.
En esta nueva aventura, precuela del clásico de ciencia ficción Alien (1979), que ubicó en el mapa de Hollywood a Scott, hay una deslumbrante ingeniería de imagen digital, pero más aún argumental con una historia futurista, misteriosa, tensa y electrizante. Literalmente fantástica.
Audaz en su propuesta, el genio británico se aventura hasta el momento mismo del origen de la vida. Con una visión muy aproximada a la recreación mitológica del génesis racional de Kubrik en 2001: Odisea del Espacio, Scott plantea el inicio del todo con una versión novedosa y de tremendo impacto visual.
Como en el clásico de Arthur C. Clark, los viajeros buscan hacer contacto, con los avances en el conocimiento que eso implica, pero sin medir los riesgos. Nadie está preparado, aún, para encontrarse con deidades. El precio que hay que pagar por ello es altísimo, quizá el de la extinción. Los científicos que buscan el origen pueden provocar, en esa investigación, el final de la vida.
El salto, dentro de la cinta, es de millones de años, que se comprimen en segundos.
En su punto óptimo de madurez creativa, Scott lanza de nuevo al espacio a un grupo multiétnico para adentrarse en una galaxia ubicada a años luz.
El equipo es interesante. Como protagonista de la historia es presentada Noomi Rapace probada ya como intérprete en La Chica del Dragón Tatuado. No es la líder del grupo, pero en ella se centra la acción. Trasunto de Ripley, una vez más heroína en el universo heroico de Scott, aspira a encontrar las respuestas básicas inherentes al ser humano.
Su contraparte es Charlize Theron, cada vez más consolidada, cada vez mejor, quien encabeza la expedición con motivos comerciales, pero con secretas intenciones. Es, pese a su chocante ambición, el personaje más fuerte.
Malévolo y genial, como un demonio cinematográfico, Scott incorpora el elemento del androide David, encarnado por Michael Fassbender, que revira, de inmediato, hacia su similar, Ian Holm, que en aquella primera entrega de la serie, saboteó la misión. David, perfecto, lógico, apuesto, contrapuntea su fría lógica robótica con el raciocinio humano, contaminado, siempre, por impulsos de sentimentales.
David plantea una pregunta inocente: ¿hasta dónde estás dispuesto para conseguir tus objetivos? La respuesta, igual de inocente, desinteresada y comprensible, puedo ser interpretada de numerosas maneras por una persona. Un ser artificial, procesa los datos y obtiene una respuesta lógica que desata el infierno.
Scott encuentra en su cine de aventuras otros significados. El diseño de espacios inmensos y de arquitecturas colosales, se apareja con la ambición de sus alcances. En el viaje prolongado hacia un destino ignoto y peligroso, hay acción rauda. Pero en el periplo presenta un elemento místico y religioso, que abona interrogantes cada vez más excitantes y ofrece dilemas de resolución imposible.
Los tripulantes se preguntan cuál puede ser la causa por la que sus creadores los invitan a encontrarlos con el propósito aparente de destruirlos. Si fueron ellos quienes crearon la vida en la Tierra, porque inesperadamente deciden clausurar ese magnífico proyecto planetario.
Hay un reproche para los que buscan el origen de la existencia. Las respuestas a los misterios del cosmos son vedadas para los mortales. Sólo Dios puede entender sus motivaciones. Los hombres jugando a cuestionar al Creador están destinados al fracaso, al tormento, a la muerte.
Prometeo remite a la mitología griega. El hijo de un dios robó el fuego para llevárselo a los humanos y por ello fue severamente castigado con una agonía infinita.
Los exploradores enfrentan, de nuevo, la posibilidad de retar a las deidades. Pueden no encontrar respuestas, pero se acercan peligrosamente a ellas. Hay quienes, como la científica, en aras de la ciencia, el conocimiento y la curiosidad inherente a los humanos, darán hasta la vida por encontrar claves en el acertijo indesentrañable de la existencia.
Alien se convirtió en un clásico instantáneo de ciencia ficción. Aliens, de James Cameron, se convirtió en una joya de la acción, restándole, sin embargo, toda la carga filosófica su precursora. Alien 3 y 4 ni cuentan, por oportunistas y desviadas.
Esta precuela es tan brillante como la que le dio origen a la serie.