
El reproche mayor que el ciudadano promedio hace a sus políticos en Estados Unidos es hacia su conducta hipócrita. La doble moral queda expuesta constantemente en los medios de comunicación. Un desliz extramatrimonial ha derrocado imperios políticos enteros. El desquite del electorado es inmediato: festina las imágenes en el periódico, las declaraciones en televisión donde el político caído en desgracia gimotea arrepentido y pide perdón.
Poder y Traición le echa la sombra del descrédito a todos los interesados en el juego del poder y les advierte de las consecuencias catastróficas de un tropiezo.
Centra su atención en una trama de las catacumbas del poder en la Unión Americana donde sobrevive el que trepa más alto en la cadena alimenticia. Los peces pequeños, en esta despiadada lucha, perecen.
Basada en la obra de Beau Willmon y escrita para la pantalla por George Clooney –un trabajo que le otorga una nominación al Oscar por guión adaptado–, la película contiene un comentario social, más que político sobre la carrera de obstáculos en la que se convierte cada campaña.
Y aunque disecciona, desde adentro el aparato gigantesco que mueve al candidato, en realidad se concentra en la hipocresía, un antivalor insustituible para ascender hacia la cúspide de la pirámide.
La campaña en la que está el personaje de Clooney como gobernador buscando la presidencia, se parece a todas: en el interior de los equipos hay corrientes subacuáticas de aliados y enemigos que se ayudan y se obstruyen de acuerdo únicamente a los intereses personales. Ronald Reagan lo había planteado abiertamente cuando propuso que cada americano debía esforzarse por ser mejor, en lo individual.
Y junto con el intercambio de emociones hay una espesa bruma de libido que merodea entre los escritorios y concita a una de las derivaciones más elocuentes de la política: el sexo como moneda para obtener poder. El sexo como un filón poderoso para el trueque de posiciones, de favores y, en su extremo más letal, para el chantaje.
Goseling no lo sabe aún, pero dentro de su inteligencia e ingenuidad, se incuba un monstruo que aprenderá de la manera más dura las leyes en el abyecto mercado de valores del cabildeo político. No sabe que su misma inexperiencia y su deseo de avanzar dentro de los límites de la lealtad en su carrera, lo moverán a observar el panorama con una nitidez absoluta.
El monstruo lacerado dará un coletazo que le impactará en el rostro y lo moverá a arrojarse al estanque para nadar con los tiburones. Y comenzará a engullirlos, uno tras otro.
Goseling hace un gran trabajo como el aprendiz de brujo que mira hacia el horizonte prometedor y que en el transcurso de una insólita campaña envejecerá prematuramente, al verse inmiscuido en lo que puede ser un escándalo de época. El joven, talentoso lobezno del marketing político, entonces deberá transformarse en un grotesco depredador para estar a la altura de sus pares.
Clooney, como director, ha dicho que la película no tiene dedicatoria. Y puede ser cierto, pues en ella se puede reflejar cualquier funcionario encumbrado tocado por la desgracia. Pero, al mismo tiempo, su reflexión es maliciosa.
Igual se divierte exhibiendo en su impúdica desnudez a los manipuladores del poder. Es la protesta personal del cineasta, guionista, productor, estrella de cine y activista, que se inconforma con el establishment y se ríe de Washington, como un juglar moderno que desde todos los cines del mundo expone con sarcasmo a los que se creen aristócratas, y que no son más que ladinos que tienen como mérito mayor tener la suficiente sangre fría para apuñalar por la espalda a sus competidores.
En su refinada expresión de cine político taquillero, al alcance de todos, entregado a la gran masa a cucharadas, para que entienda sin dificultades lo que ocurre cuando se cierran las puertas de la oficina y la alcoba del candidato, Poder y Traición ofrece el retrato brillante de un incidente, uno sólo, de esos de los que debe haber montones en cada una de las campañas.
Clooney se confirma como un gran cineasta.
Dentro de la maraña de intrigas y la exhibición de especímenes aborrecibles en la fauna política, el film se apunta un acierto invaluable: es interesante y entretenido.