El retorno de la gente a las calles, el desuso del cubrebocas, del gel antibacterial y de la denominada ‘sana distancia’. Las convivencias por el Día de las Madres y del Padre, la reapertura de centros de esparcimiento, las ceremonias de final de cursos y hasta las campañas electorales, todo ha influido en que la ciudad vuelva a resentir el incremento de contagios y de muertos, comprobando así que lo peor fue confiarse.
Reynosa, situada en la zona fronteriza de Tamaulipas, no solamente ha tenido que soportar los embates de la delincuencia. También es flagelada por una implacable pandemia, que continúa lanzando golpes de manera incesante.
Sin importar que tuvo su origen a 12 mil 817 kilómetros de distancia en el continente asiático el virus viajó de persona en persona, provocando hasta hoy el deceso oficial de mil 157 y la infección de 8 mil 265 pacientes en el municipio.
El rostro de la localidad ha sido vapuleado y se transformó vertiginosamente: durante meses los hospitales, las agencias funerarias y los panteones no se han dado abasto para atender tanta demanda.
Y ahora, con el decreto del regreso a ‘semáforo rojo’ impuesto por las autoridades (debido al elevado riesgo de contagio), las actividades de los habitantes de la ciudad tuvieron que sufrir nuevamente modificaciones:
Una persona no puede subir a un camión de transporte público si éste rebasa la mitad de su capacidad. Algunas tiendas sólo permiten el ingreso de un miembro por familia.
Los centros deportivos y gimnasios no dejan que entrenen más del 50 por ciento de los usuarios y ni siquiera las iglesias deben recibir la misma cantidad de visitantes, porque están subiendo otra vez las cifras de enfermos de gravedad y de muertos.
Puede parecer irónico, pero hace algunas semanas la ciudadanía pareció haberse olvidado del considerable peligro que significa contagiarse, incluso dejando de lado muchas de las advertencias.
Tardes de fútbol, albercadas, piñatas, carnes asadas, conciertos, juegos de lotería; los tianguis atestados y los bares también; más el vaivén de gente que representaron las campañas políticas y las votaciones, son algunas causas de que hoy Reynosa regrese a las restricciones sanitarias, sin importar que al menos 89 mil personas hayan recibido ya su primera vacuna (pues no los exime de contagiarse), según datos de la Secretaría de Bienestar del gobierno federal.
LOS ESTRAGOS DE LA PANDEMIA
Desde el mes de marzo de 2020, cuando las autoridades decretaron la emergencia sanitaria en Tamaulipas (a causa de los preocupantes casos de coronavirus en la entidad), no hubo otro tema más comentado que ese durante los siguientes meses.
En medios de comunicación y redes sociales el Covid–19 no solamente batió un récord en menciones, sino también en el número de enfermos y fallecimientos promedio, rebasando otras patologías del listado epidemiológico en la Secretaría de Salud (SSA) como enfermedades cardiovasculares y la diabetes.
Transcurrió un año muy difícil, insólito, con centenares de muertos a lo largo y ancho del territorio estatal, hasta llegar a los miles, dos miles y así seguir ascendiendo de forma dramática. Reynosa se convirtió desde un principio en la localidad con la mayor tasa de mortalidad y ya no se bajó de ese apartado.
Con rapidez los diferentes centros médicos empezaron a saturarse. Las camas de hospital escasearon, los medicamentos y los tanques de oxígeno también. Muchos de los profesionistas de la salud (los más veteranos) agilizaron su proceso de jubilación. Otros, mirando la devastadora ola mortífera, solicitaron permisos para ausentarse o retirarse temporalmente de esta labor.
Pero hubo quienes decidieron quedarse a hacerle frente a la pandemia, incluso, enfermando y hasta perdiendo sus vidas (Hora Cero 539). O los que no tuvieron más opción. Considerando todo eso en la entidad se tenía un registro de que al menos dos mil 500 trabajadores de la salud habían resultado positivos al virus.
Era apenas junio de 2020 y la ciudad ya vivía uno de sus peores momentos. La gente se moría hasta en la calle, pues no alcanzaba ni siquiera a ser ingresada a una clínica, como ocurrió en el Hospital General de Reynosa y en el 270 del IMSS en varias ocasiones. El caos y el miedo se apoderaron de sus habitantes.
De hecho, hubo meses que hasta disminuyeron las actividades delictivas. El Covid–19 metió a la gente de a fuerzas a sus domicilios, pero no durante el suficiente tiempo.
Este fenómeno sanitario no nada más marcó el inicio de una generación, sino también dio como resultado el surgimiento de una nueva subcultura del autocuidado y hasta un tipo de mercadotecnia de productos relacionados con la pandemia.
Parte de la gente fue entendiendo la amenaza real de un virus tan letal, hasta los incrédulos, después de haber perdido abuelos, padres, hermanos, esposos, hijos, tíos, y sobrinos.
Podría decirse que no hubo un hogar en el que esta enfermedad no se hubiera aparecido. En pocos meses todos tenían ya un familiar, un amigo o un conocido que estaba entre los afectados.
LOS ESPEJISMOS
Para octubre y noviembre las autoridades tenían restringidos muchos servicios públicos y privados. Los restaurantes no podían atender a toda su capacidad, las tiendas ni los salones de belleza. El transporte había sido limitado, los despachos y el Registro Civil también, mientras todas las escuelas continuaron con la educación a distancia.
Parecía que la estrategia finalmente estaba funcionando. De forma paulatina la velocidad en el número de contagios comenzó a desacelerarse, tanto de enfermos como de fallecimientos, al igual que de hospitalizaciones.
Sin embargo, llegó la Navidad e inevitablemente fue una de las temporadas más contrastantes para muchos de los hogares. Llanto y desazón en vez de risas y felicidad. Eran menos los que podían celebrar esa fecha y para otros sería la última.
Del mismo modo el inicio de 2021 tampoco fue sencillo para los residentes de esta comunidad fronteriza, que parecía estarse adaptando a la llamada ‘nueva normalidad’.
Durante el primer trimestre del año –en curso– el coronavirus siguió disminuyendo en toda la entidad y en Reynosa algunas restricciones fueron levantadas.
De acuerdo con los reportes de la Secretaría de Salud de Tamaulipas (SST), la primera semana de abril fue la más baja en la cantidad de muertes por Covid–19 (con 27) en todo el Estado. Y a partir de entonces volvió a crecer desmesuradamente.
Como en otras ciudades ya habían sido abiertos algunos destinos públicos hubo quienes decidieron ir a pasar la Semana Santa a las playas nacionales. Otros turistearon en la región noreste del país cuando la recomendación era mantenerse en casa.
Las vacunas comenzaron a llegar y predominó un ambiente como de tranquilidad, como que el coronavirus ya estaba bajo control y la gente se sintió a salvo, confiada.
Sorpresivamente y por primera vez en más de un año en los medios de comunicación y en el internet comenzó a figurar otro tema más fuerte que la misma pandemia: las campañas políticas.
De manera equivocada los avisos contra el Covid–19 fueron pasados a segundo plano y en la mayoría de los espacios sobresalió una encarnizada propaganda política pidiéndole –contradictoriamente– a la gente acudir a votar.
Ante tal bombardeo de información, pocos se imaginaron el escenario que estaría por venir. Inclusive, un candidato a la diputación federal se contagió en campaña y fueron muchos los que rompieron las normas de aislamiento social.
Hasta los grupos de migrantes sufrieron brotes que todavía tienen en alerta a las autoridades, sin dejar de considerar que a pesar de que la Unión Americana cerró los puentes internacionales a los viajeros con visa, nunca se detuvo el flujo de visitantes desde Texas, que hasta hoy acumula más de dos y medio millones de casos y 51 mil 359 muertes (2 mil 742 en el condado de Hidalgo) por la misma causalidad.
Así que terminados los comicios las hospitalizaciones empezaron a crecer desmesuradamente de nueva cuenta. Julio es ya el resultado del descuido y una prueba de que morir por Covid–19 puede ser un asunto de mala suerte, pero también de negligencia.
Y ahora otra vez las autoridades aplican las medidas del doble no circula, limitan la venta de bebidas embriagantes, disminuyen el funcionamiento de palapas, salones de eventos y hacen obligatorio el uso del barbijo, sin saber cuánto más será alargado el decreto de movilidad.
Tuvieron que presentarse más muertes y contagios para que algunos retomaran las medidas de protección, pues no todos quieren poner de su parte.
Mientras tanto tres de los principales hospitales de Reynosa tienen cifras de ocupación de camas con ventilador preocupantes. En el General es del 80 por ciento, en el Regional del 67 y en el 270 del IMSS del 36, al mismo tiempo que a la ciudad siguen llegando camiones llenos de ataúdes nuevos.