Juan Pedro Rodríguez Ruiz es uno de los testigos que vieron de cerca el artero asesinato al entonces candidato presidencial priísta. A 22 años de distancia jura que “Luis Donaldo ya iba muerto” (contrario a lo que se manejó). Sin la intención de cobrar notoriedad ni remover las heridas, este albañil de oficio simplemente accede a contar lo que miró y se rehusa a creer la versión oficial.
El 23 de marzo de 1994 personifica una de las fechas más sombrías en la historia de la nación. Un capítulo que quizás nunca podrá ser cerrado, del que se ha escrito y hablado mucho, pero que a casi nadie deja satisfecho.
Y es que para la opinión pública en general es el día en el cual se cometió un crimen de Estado. Uno de los más terribles asesinatos en agravio del pueblo mexicano: el de Luis Donaldo Colosio Murrieta.
Las implicaciones de un homicidio de esa categoría, a un candidato al gobierno de la República, fueron de tamaños mayúsculos y focalizaron al ex presidente, Carlos Salinas De Gortari, en el blanco de las críticas.
El bagaje de una aceitada estructura gubernamental al estilo del viejo PRI (muy hermética, casi “omnipotente” y sumamente organizada) sorprendió a todo mundo por su capacidad de maniobra:
De hecho no hubo funcionarios públicos de alto nivel encarcelados, a pesar de que esa administración fue señalada entre otras cuestiones por la privatización de activos nacionales, de inestabilidad política, de llevar la economía a una devastadora devaluación, pero principalmente de estar detrás de la muerte del sonorense y de otras 15 personas ligadas al atentado.
De eso Juan Pedro Rodríguez Ruiz no sabe mucho. Sólo entiende que Colosio era alguien muy importante y “había intereses para que no llegara a la presidencia”, lo tuvieron que detener, asegura, de esa manera, asesinado.
Cuenta este ciudadano que después de aquel fatídico miércoles 23 de marzo, algunos vecinos de Lomas Taurinas, donde Luis Donaldo Colosio rindió su último discurso, intentaron obtener beneficios económicos a cambio de entrevistas narrando lo que sucedió. Menciona que hasta llegaron cadenas televisivas de otros países para documentar la historia.
Algunos de ellos manifiesta que fueron llamados a declarar por la Procuraduría General de la República (PGR) y otros “sospechosamente desaparecieron”, jamás volvió a saber su paradero.
Por tales hechos –describe el entrevistado– que hubo un temor generalizado y, de ser un suceso polarizado, el crimen de Colosio se convirtió en un tabú en el mismo vecindario donde cayó muerto.
Empero, a la vuelta de los años Juan Pedro, sin tapujos, dice no tener nada que perder, por lo que accede a platicar lo que él vio y sintió.
LO QUE EL TIEMPO NO SE LLEVO…
Lomas Taurinas sigue siendo un lugar de complicado acceso y salida… Lo único que cambió, según comenta este lugareño, fue que pavimentaron las calles, se construyó una plaza en ese famoso paraje (donde se observa en video bajando a Colosio antes del asesinato), pero el barrio continúa igual de pobre, con sus sinuosos y accidentados caminos.
Enclavada en lo que pareciera ser una cuenca, por la formación de escarpadas barrancas, en esta colonia nadie ha erigido residencias. La gente vive como desde siempre, en viejas casas (algunas sin pintar) o en cuartos con techos de lámina y puertas desvencijadas.
Portando una playera blanca de resaque, Juan Pedro, quien se dedica a la albañilería, ingresa a su domicilio para guardar algunas herramientas. Los residentes de este vecindario lo señalan como una de las personas que presenciaron la muerte del candidato presidencial. Se le pregunta si puede hablar detalladamente del tema. Se rasca la sien y avisa: “¡ahorita salgo!”.
Este hombre de escuchimizado aspecto vive justamente a un lado de la casa frente a la cual Luis Donaldo rindió su último discurso (en las calles La Punta y Torrecillas), que de hecho conserva por todo lo ancho de la pared la pintura original con el nombre propagandístico de Colosio.
Nadie la raya, todos los vecinos cuidan que se mantenga intacta, es para ellos un símbolo y un recuerdo de lo que ocurrió ahí mismo hace más de 22 años.
Juan Pedro sale, atranca la reja y observa al reportero sacando fotos. Si algún lugar en Tijuana ha sido retratado infinidad de veces es éste… En seguida lo aborda y retoma la charla ahí, en medio de la calle.
Uno a uno este testigo (que en aquel entonces era un adolescente de 17 años) empieza a revivir los recuerdos de aquella tarde cuando a todo volumen resonaba –como una premonición– la canción de Banda Machos “La Culebra”, mientras el candidato daba sus últimos pasos:
“¿Te acuerdas?”, espeta. “Todavía tengo muy presente esa música, hasta parecía un mal presagio (“Y yo grité: ¡Ay la culebra, y yo grité: ¡Ay la culebra. La gente salió huyendo mirando yo enojado, toditos asustados comenzaron a gritar: ¡Huye José!, ¡Huye José!, ven pa’ acá, cuidado con la culebra que muerde los pies…”). ¿Ya la recuerdas?”, pregunta Juan Pedro moviendo la cabeza varias veces hacia abajo.
EL ACIAGO RECUERDO
Reseña este bajacaliforniano jamás haber imaginado que el lugar donde ha vivido siempre se convertiría en el epicentro de una noticia tan desgarradora. Todo ocurrió muy cerca de su hogar, el mensaje de Luis Donaldo y a unos pocos metros cruzando la calle, el ataque.
Añade que aquella tarde en Lomas Taurinas había una cantidad impresionante de personas (alrededor de cuatro mil). El candidato subió a la parte trasera de “toca” desde donde se dirigió a la población de esta popular colonia.
Para Juan Pedro todo era una novedad y se experimentaba un ambiente festivo. Describe que la mayoría se lo tomó con emoción, pero nadie en general pensó lo que estaban a punto de presenciar. Tras una media hora de discurso Colosio bajó saludando a la gente –que quería estar cerca de él– y transitó hombro a hombro por ese camino terregoso “que se vio en la tele”.
Desde el techo un vecino grababa con su cámara casera aquella cinta que se volvió viral, por captar justamente el momento de la agresión. Eran pasadas las siete de la noche cuando dos impactantes estruendos dejaron a la multitud conmocionada.
Juan Pedro reafirma haber visto cuando a Colosio le dispararon. Todo sucedió muy rápido y enseguida hubo “gritos, escándalo y desesperación”, rememora. La gente enardecida, muy enojada comenzó a golpear al presunto homicida, pero rápidamente fue llevado por la policía.
“Le arrancaron el cabello al wey. Yo aún tengo dudas de que el Mario Aburto Martínez que presentó el gobierno haya sido el verdadero asesino, porque hasta un dedo quedó en el piso, para mí que no era el mismo.
“Y Colosio ya estaba muerto, yo mismo lo miré, la bala que le pegaron en la cabeza le causó la muerte aquí (contrario a las versiones que se manejaron de que había fallecido en el Hospital General, como en su momento lo anunció a nivel nacional la periodista, Talina Fernandez)”, expresa, mientras recrea el recorrido que hizo el candidato al gobierno de la República hasta el punto donde yació.
A más de dos décadas comenta este testigo ocular que sigue siendo impactante recordar lo que él y muchas personas presenciaron en
Lomas Taurinas.
A unos pasos de la estatua de Colosio, Juan Pedro esboza un rostro de estupefacción. “Y ahí está mira, lo veneran cada año…”, dice mientras señala la imagen.
En su charla Juan Pablo apoya la creencia de que éste fue un crimen de Estado y considera que los asesinos intelectuales nunca purgaron ninguna condena.
EL ENIGMA
El fallecimiento de Luis Donaldo Colosio Murrieta no fue el único relacionado con su caso, sino que hay al menos otras 15 muertes más, las cuales obran en los expedientes de la Procuraduría General de la República.
En 1994, previo a integrarse al cuerpo de seguridad de campaña del candidato, el comandante de la Policía Judicial Federal, José Luis Larrazolo Rubio fue asesinado.
Aquel lamentable 23 de marzo, dos horas después del crimen de Colosio, acribillaron a dos personas en un taller mecánico de Tijuana. Una de las víctimas era Ernesto Rubio Mendoza, a quien se le señaló de ser el verdadero homicida del candidato presidencial.
Rebeca Acuña, agente del Ministerio Público Federal que participó en la integración de la primera averiguación fue asesinada en 1996.
El jefe de seguridad del PRI durante la campaña presidencial, Isaac Sánchez Pérez, también resultó muerto, mientras que Federico Benítez, jefe de la policía de Tijuana, se suma a la lista de las personas a quienes les quitaron la vida.
Jesús Rubella, director general de la Sedesol, es otro más, en tanto que Marco Trejo Mercado y Manuel Salvador González, fueron muertos en Los Angeles, California. El segundo fue el jefe de seguridad de Colosio hasta un mes antes de su asesinato.
Alejandro Castañeda Andrade, comandante de la PGR en Baja California, y quien participaría en el cuerpo de seguridad del candidato presidencial asimismo fue acribillado.
Rebeca Acuña Sosa, agente que participó en las primeras investigaciones del caso Colosio también fue asesinada.
José Arturo Ochoa Palacios, ex delegado de la PGR en Tijuana, presuntamente interrogó a Aburto Martínez, es otro de los ex funcionarios muertos con lujo de violencia.
Entre otros nombres destacan también el del teniente coronel José Luis Arroyo Rodríguez; el delegado de la PGR Sergio Manuel Moreno y su hijo, Osmany Rodney Moreno Vargas; Jesús Moreno Magaña, el agente que tomó la declaración de Mario Aburto Martínez el 23 de marzo de 1994, acribillado afuera de su casa en Lomas de Agua Caliente, Tijuana.
Al igual que Hodín Armando Gutiérrez Rico, director de Control de Procesos de la Procuraduría General de Justicia de Baja California.
En ese contexto, la pregunta obligada a 22 años de distancia es: después de los crímenes relacionados con la muerte de Luis Donaldo Colosio Murrieta, ¿seguirá cabiendo la posibilidad de un asesino solitario?
Por lo pronto el caso fue cerrado por la Procuraduría General de la República y el expediente, el cual se encuentra en el Archivo General de la Nación (AGN), quedará abierto al público hasta el año 2035.
Después de saberlo Juan Pedro Rodríguez Ruiz, sacude su mano y exclama: “por algo el gobierno escondió la verdad… porque tenía mucha cola que le pisaran”, considera al culminar sus comentarios y continuar con su vida cotidiana.