Debo reconocer que aunque pocos, mi padre me ha dado algunos valiosos consejos en la vida. “No te juntes con los tontos, lo pen… se pega”, es uno de ellos.
Esta reflexión viene al tema al observar la reciente cascada de errores que ha cometido el presidente de la República, Enrique Peña Nieto que, ahora sí, se encuentra en caída libre con respecto a su popularidad frente a los mexicanos.
Entre los peores gazapos presidenciales, que la verdad ya rayan en lo ridículo, está el haber invitado al candidato presidencial republicano, Donald Trump, a visitar la residencia oficial de Los Pinos.
“Fue para dialogar”, justifica Peña Nieto cuando en realidad los mexicanos aún no podemos entender por qué diablos le abrieron la puerta al monstruo de la laguna verde que ha agarrado a México y sus pobladores, como la piñata perfecta para saciar las ansias racistas de un gran sector de la población norteamericana.
Por más que el presidente explique que hay que cuidar las relaciones con los gringos, la realidad es que la citada reunión fue un desastre para Peña Nieto que se vio rebasado, ausente, humillado y sin capacidad de respuesta a las bravatas de Trump ahí, frente a sus narices.
Poco ayudó a la causa presidencial que el principal instigador de la visita, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, presentara su renuncia a unos días del lamentable incidente diplomático.
Para muchos, la dimisión de Videgaray no es más que inicio de la desbandada del barco peñista, que a dos años de la elección presidencial se percibe como una nave que va directo al fondo del mar.
Pero las cosas no terminaron ahí para nuestro pobre presidente, pues no habían pasado unas horas de esta tragedia de imagen pública cuando estrenó el nuevo formato de informe presidencial donde, supuestamente, iba a estar rodeado de 300 jóvenes representantes de todos los sectores de la sociedad.
Bastaron unos minutos para que los usuarios de las redes sociales -ya saben cómo es de malhora esa gente- descubrieran que la mayor parte de los invitados eran jóvenes priistas o nóveles funcionarios públicos que aún no cumplen 30 años pero ya saben qué es estar pegados a la tibia ubre presupuestal.
Lo peor del caso es que estos “bebesaurios” son menos brillantes que el mismo presidente y sus asesores… basta ver la “pregunta” con la que arrancó el “diálogo” donde el joven casi se tira a los pies de San Enrique para agradecerle “todo” lo que ha hecho por este país.
Las risotadas de los mexicanos no se hicieron esperar. Otra vez Peña Nieto quedaba humillado frente a la opinión.
La cereza en el pastel fue la entrevista que el mandatario realizó con Carlos Marín de Milenio y quien, durante años, se había convertido en el principal escudero y defensor de las causas presidenciales.
Sin embargo, como en el universo peñanietista todo lo que puede salir mal sale… Marín decidió tirarse a la yugular del presidente de la República que, otra vez, se vio incapaz de detener las impertinencias de un reportero que en su afán de verse polémico, rayó en la grosería hacia la institución que, nos guste o no, Peña Nieto representa.
Algo muy grave sucede con este presidente quien parece que no tiene conciencia de la dimensión de los errores que está cometiendo y las consecuencias que tienen en el país sus actos de gobierno.
No puede ser que el Peña Nieto esté haciendo todas esas cosas a propósito… no existe nadie tan corto de visión para no darse cuenta de lo mal que están sus acciones.
Aquí es donde entra a colación el consejo que me dió mi padre hace ya algunos años.
Porque así como los “bebesaurios” que acudieron al “informe” presidencial demostraron que no son las mentes más brillantes de su cuadra, lo mismo podemos decir de las administraciones priistas de algunas entidades de la República.
Gobernadores, alcaldes, regidores, diputados locales y otros funcionarios públicos identificados con el fierro tricolor, han demostrado que saben replicar muy bien los errores del presidente de la República.
Los hay en casos extremos, como aquellos que a unos meses de terminar su gestión gubernamental decidieron tirar el arpa y dejaron a sus territorios en un indignante olvido.
Los hay también, que confiaron en oscuros asesores que sólo saben enriquecerse a base del erario público y no tienen el menor empacho en pactar con quienes se supone son los adversarios, con tal de sacar un provecho personal.
Todos estos gobernantes priistas son los culpables que el tricolor atraviese una de las crisis más profundas de su historia que, nadie lo dude, podría representar la muerte del PRI como lo conocemos.
Es cierto, nadie le va a llorar al cadáver del Revolucionario Institucional, pero hay que decir que este partido es un mal necesario, pues al no estar le deja el camino libre a la derecha panista y su gusto por el dinero ajeno o la izquierda perredista y morenista que sólo sabe seguir caudillos y luchar guerras intestinales.
Si las cosas están mal con el PRI, en manos de este par, el asunto se ve peor.
Desgraciadamente queda claro que los gobiernos priistas cayeron en el error de juntarse con tontos lo que los contagió de una fuerte pen… bueno ustedes entienden.