Después de celebrar el triunfo, el gobierno electo deberá comenzar a valorar quiénes lo rodean y barrer lo que no les sirve pues sin duda, al nuevo gobernador no le conviene quedarse con los traidores del PRI, del PRD, de los que se dicen “independientes”, de los sectores obrero, campesino, popular y hasta empresarial.
No podemos olvidar que el que traiciona una vez traiciona todo el tiempo, porque así actúan los oportunistas.
Hoy el nuevo gobierno tiene la oportunidad única de deshacerse de la basura y, de paso, matar una parvada de pájaros de un solo tiro pues logrará importantes metas al hacerlo…
De entrada la va a dar un reconocimiento a su equipo original que se la ha jugado con él en las buenas y en las malas, va a poder adelgazar la cantidad de gente que va en el barco pues, después de todo, nunca hay espacio para todos.
Además, al sacudirse a estos traidores, va a poder saciar la rabia de los opositores quienes al final de cuentas se ocupan para dar gobernabilidad al Estado, podrá iniciar la reconstrucción de Tamaulipas, que resultó dañado después de una elección tan ríspida y, lo más importante, va a desechar a los desleales, a los que no tienen honor, a los que ya cumplieron con su función y ahora tienen que irse.
Falta ver si el nuevo mandatario estatal toma en consideración estas recomendaciones, pues conocido es que no es una persona que escuche mucho la opinión de otros y menos cuando se trata de a quienes considera sus enemigos.
Sin embargo si sería muy bueno para la entidad que desde ahorita se sacuda a los oportunistas, a los “pragmáticos”, a los que se van a donde soplen los vientos.
Hay que decir que una vez que la polvareda se ha asentado y las pasiones por el proceso electoral se han tranquilizado, vale la pena analizar qué fue lo que sucedió en Tamaulipas el pasado 5 de junio.
Porque perder como lo hizo el PRI tamaulipeco no puede ser considerado nada menos que un fracaso y no porque hayan apostado por el candidato equivocado -nadie duda que Baltazar Hinojosa Ochoa era el más capacitado no sólo para obtener la nominación, sino también para ocupar la gubernatura-, sin embargo en este proceso electoral jugaron factores que están muy por encima de una simple lectura.
De entrada hay que decir que, en honor a la verdad, el PAN no ganó las elecciones… el que las perdió fue el PRI. Y aunque puede sonar que es lo mismo, son asuntos completa y totalmente diferentes.
El PRI perdió no porque haya realizado una mala campaña o tuviera malos “gallos” (con algunas excepciones, por supuesto). El PRI perdió porque la gente está enojada, está harta de los errores y escándalos en los que se han visto involucrados los gobiernos emanados de sus filas, desde la presidencia de la República hasta la más humilde regidora.
La gente no votó a favor de los candidatos panistas, lo hizo en contra de los aspirantes priistas, a quienes no les perdonó que formaran parte del mismo partido que nos ha regalado escándalo como las “casas blancas”.
Los electores no saben, ni quieren saber qué es eso de la alternancia o con qué se come. Lo que querían es hacerle daño a un partido que tiene en sus filas a gobernantes que han fallado en su obligación, que se han alejado de la gente, que han abandonado sus obligaciones.
Es por eso que podemos decir con toda seguridad que al PRI lo derrotó el mismo PRI. Falta ver si aprendieron la lección, que el 2018 está a la vuelta de la esquina.
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Ahora que se están poniendo las cosas en perspectiva, también hay que decir que en las filas del priismo tampoco pueden sentirse tan mal, pues lograron un puñado de importantes victorias que los van a mantener vivos de aquí al 2018.
Ahí están los inobjetables triunfos que obtuvieron Juan Diego Guajardo en Río Bravo, y Jesús de la Garza Díaz del Guante en Matamoros, una importante ciudad que era gobernada por el panismo y ahora regresa a manos del PRI.
Sin embargo, la derrota que seguramente más le dolió al panismo de Tamaulipas fue la que le propinó la maestra Magdalena Peraza, quien ahí calladita, calladita, se ha convertido en una verdadera fuerza política en el sur de la entidad, con dos victorias electorales con dos partidos políticos diferentes (no olviden que en esta ocasión la postuló el Verde).
A estos triunfos hay que agregar el de Oscar Almaraz en Ciudad Victoria que, la verdad, no sorprende absolutamente a nadie, pues estaba cantadísimo desde el principio.
Pues bien, con estas alcaldías en su bolsa, el priismo de Tamaulipas tiene espacio para empezar a trabajar su regreso al poder, por lo que la responsabilidad que tienen en sus manos Peraza, Almaraz, Guajardo y De la Garza Díaz del Guante es enorme.