Con el corazón desbordado de fe llegan anualmente más de 20 millones de personas a la Basílica de la Virgen María de Guadalupe, en la Ciudad de México.
De rodillas para pagar una ‘manda’ por un milagro concedido, los creyentes de todas las edades avanzan lentamente varios metros desde la entrada hasta el altar en agradecimiento por los favores otorgados.
El santuario mariano, ubicado a los pies del Cerro del Tepeyac, es el más visitado del mundo y recibe a los fieles que arriban al atrio con veladoras, rosas de colores e imágenes para ser bendecidas.
Desde lo alto se observa la tilma de San Juan Diego, donde milagrosamente hace 483 años (1531-2014) se plasmó la imagen de la Reina y Madre de los Mexicanos.
Cientos de miles y millones de personas que acuden con devoción a pedirle que interceda ante Dios para concederles uno o varios milagros.
En la víspera de la celebración del 483 aniversario de la aparición de la “morenita del Tepeyac”, más de nueve millones de personas llegan a La Villa de Guadalupe.
Año con año, las peregrinaciones provenientes de diversas partes de la México y otras partes del mundo llegan a pie, en coches, bicicletas y autobuses para venerarla.
Al acercarse el día arriban al santuario grupos de matachines de todas las edades que portando indumentaria prehispánica danzan con devoción como una manera de venerarla.
EL PRIMER MILAGRO
En diciembre de 1531 iniciaron las apariciones de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego, según describe la Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe.
La primera aparición fue el sábado 9 de diciembre en la madrugada cuando Juan Diego oye que lo llaman por su nombre y sube a la cumbre del cerro del Tepeyac; ahí la ve y le ordena ir ante el Obispo para pedirle un templo en el llano.
“Hijito mío el más amado: yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdaderísimo Dios, mucho quiero tengan la bondad de construirme mi templecito. Allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza,
para purificar, curar todas sus diferentes miserias, sus penas, sus dolores”.
La segunda aparición fue ese mismo sábado por la tarde, cuando Juan Diego vuelve a la cumbre y da cuenta de la incredulidad del Obispo y pide que escoja otro mensajero. Pero la Virgen le confirma en su misión y le ordena insistir al día siguiente.
“Hijito mío el más pequeño: es indispensable que sea totalmente por tu intervención que se lleve a cabo mi deseo. Muchísimo te ruego y con rigor te mando, que mañana vayas otra vez a ver al Obispo. Y hazle oír muy claro mi voluntad, para que haga mi templo que le pido”.
La tercera aparición fue el domingo 10 de diciembre en la tarde.
Nuevamente en la cumbre, Juan Diego refiere su segunda entrevista con el Obispo. Aún no le cree y le ordena pedir a la señora alguna señal.
La Virgen ordena a Juan Diego que vuelva al cerro al día siguiente para recibirla.
“Así está bien, hijito mío, el más amado. Mañana de nuevo vendrás aquí para que lleves al Gran Sacerdote la prueba, la señal que te pide. Con eso enseguida te creerá, y ya para nada desconfiará de ti”.
Sin embargo, Juan Diego, no vuelve por la enfermedad de su tío Juan Bernardino.
La cuarta aparición fue el martes 12 de diciembre en la madrugada.
Ante la gravedad de su tío, Juan Diego sale a México para buscar un sacerdote. Rodeó el cerro para que la Virgen no lo encontrara, pero ella sale a su encuentro y lo tranquiliza de la enfermedad de su tío.
“Te doy la plena seguridad de que ya sanó”. Lo envía a la cumbre por las rosas que serán la señal. A su regreso, la Virgen le dice: “Hijito queridísimo: estas diferentes flores son la prueba, la señal que le llevarás al Obispo. De parte mía le dirás que por favor vea en ella mi deseo, y con eso, ejecute mi voluntad”.
La quinta aparición fue ese mismo 12 de diciembre horas después cuando al mismo tiempo que se aparece a Juan Diego y a Juan Bernardino, tío del vidente, en su casa le cura de sus enfermedades y le manifiesta su nombre y pide que de ahora en adelante a su imagen se le llame y se le conozca como la Siempre Virgen Santa María de Guadalupe.
La estampa en la tilma fue el martes 12 de diciembre al mediodía.
En la casa del Obispo Fray Juan de Zumárraga, Juan Diego muestra las rosas que llevaba en su ayate, señal dada por la Virgen.
LA BASILICA
El Santuario de la Villa de Guadalupe está conformado por varios templos:
La Capilla de los Indios construida en 1649, donde permaneció 17 años la tilma de Juan Diego. Fue denominada con ese nombre por el culto de la población indígena a la Morenita del Tepeyac.
Desde 1531 hasta su muerte en 1548, Juan Diego vivió en este templo y actualmente las reliquias del santo se conservan en ese lugar.
La Capilla del Cerrito. En esta parroquia se recuerda el milagro de las flores frescas y la primera de las apariciones de Santa María de Guadalupe. Fue edificada en 1666 y conserva los frescos del muralista Fernando Leal, donde plasmó la historia de las apariciones.
La Capilla del Pocito. Este templo ubicado en la falda oriente del cerro del Tepeyac fue construido de 1777 a 1791 y edificado sobre un pozo de aguas consideradas milagrosas.
El templo y antiguo Convento de las Capuchinas fue construido entre 1792 y 1797. La inestabilidad del subsuelo ha provocado hundimiento por lo que fue necesario colocar pilotes de control en 1976 para corregirlo.
El templo expiatorio a Cristo Rey (Antigua Basílica de Guadalupe). Su construcción inició en 1685 y concluyó en 1709. En 1930 para la celebración del cuarto centenario de las apariciones de la Guadalupana se colocó un órgano monumental pero los daños estructurales se acrecentaron; por ello, el 12 de octubre de 1976 la imagen fue trasladada al nuevo templo y este fue cerrado por la gravedad del deterioro.
Después de un proceso de recuperación en el año 2000 el templo volvió abrir sus puertas.
La Basílica de Guadalupe fue construida en 1974 e inaugurada el 12 de diciembre de 1976 con el objetivo de albergar la imagen de la Virgen de Guadalupe y permitir el acceso a una mayor cantidad de peregrinos.
El templo tiene una forma circular que permite observar la tilma desde cualquier punto. En la parte alta, atrás del altar se encuentra el ayate lo que permite a los feligreses pasar frente a la imagen por unos segundos para llenarse de emoción y fervor guadalupano, así como rezar a sus pies para darle las gracias por sus milagros o hacer una petición especial.
Las celebraciones se inician en la víspera del 12 de diciembre con la interpretación de “Las Mañanitas” por parte de artistas que hacen homenaje a la Virgen Morena.
Al acercase ese día especial miles de peregrinos se van sumando hasta ocupar por completo la Basílica y el gran Atrio de las Américas en uno de los actos de fervor religioso más notables del continente que tiene el objetivo de rendir tributo a la Virgen.