Xóchitl Gálvez Ruiz ya ganó en la actual contienda electoral por la presidencia de la República. Frente a dos adversarios que le aventajan, una de calle y otro cumpliendo decorosamente un papel que no le correspondía, se ha mantenido en la carrera y llegará a la meta; pero, no en primer lugar. Disputará con Jorge Álvarez el segundo lugar. Eso, indudablemente y vistas sus credenciales, es mucho; mucho más de lo que algún día pudo soñar. Por eso ya ganó.
En los últimos tiempos, figuras públicas han hecho historia: Carlos Salinas con la imposición del modelo neoliberal. Ernesto Zedillo con el Fobaproa y la perversión del sistema judicial. Vicente Fox por sus grandes mentiras y mano larga. Felipe Calderón por su guerra absurda. Enrique Peña por la terrible corrupción y su entreguismo. Andrés Manuel por el rescate de México y el inicio de la Cuarta Transformación. En esa lista estará Xóchitl por atreverse a competir con Claudia Sheinbaum.
Ella misma confesó en su momento que su aspiración era llegar a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, donde podría tener mayor capacidad competitiva. Para buscar la presidencia de la República no tiene currículo, capacidad, preparación ni fortaleza, es una persona con muchas limitantes, como se echa de ver cuando pretende hilar un discurso de más de 50 palabras. El carácter que le dio popularidad se ha perdido; ya no se ve alegre y espontánea, sino abrumada y preocupada.
Quizá si pudiera percatarse de que el simple hecho de estar compitiendo por la presidencia y frente a una rival muy superior, ya es un motivo muy grande de orgullo y satisfacción, pudiera recuperar en los últimos días algo de la personalidad que encantaba a la gente, con aquellas ocurrencias originales y divertidas. Mejor le iría deslindándose de Massive Caller, Latinus, Reforma y demás pasquines venales para asumir su propia realidad y estar agradecida por el gran privilegio que la vida le dio.
También le conviene históricamente apartarse de las embestidas del Poder Judicial, cabeza de playa en México de la lawfare, la guerra jurídica que se libra en todo el planeta para evitar el fin del capitalismo salvaje, ese que va por el mundo como una plaga de langosta arrasando con todo lo que encuentra a su paso, que ha deshumanizado al ser humano para convertirlo en una bestia de destrucción y muerte y que atenta contra el planeta, único hábitat para la vida.
Dado que el presidente Andrés Manuel López Obrador y su gobierno han resistido embates del exterior y que su estilo de gobernar lo tiene blindado del impacto mediático y subversivo de los agentes de las grandes potencias, no es de dudarse que los hijos de María Morales (LMAM), pretendan percudir y anular el proceso electoral. El rico arsenal de triquiñuelas legaloides ha tenido éxito en varios países del orbe, inclusive ha llevado a los campos de batalla la lucha por los derechos humanos.
Xóchitl puede acrecentar su figura si además de ceñirse la aureola de candidata a la presidencia de la República, defiende el ejercicio de participación ciudadana que se espera masivo, y se sustrae de la guerra sucia, como hizo Manuel J. Clouthier, quien declaró en 1988: “La razón por la que se cayó el sistema de cómputo fue que representantes de los partidos de oposición descubrieron un banco de datos ya con resultados, apenas dos horas después de concluida oficialmente la jornada electoral”. Por lo que denunció la ruptura de la legalidad y anunció el arranque de la resistencia civil.
Estar en la historia es una cosa; ¡ingresar con honor, es otra!