Los sangrientos enfrentamientos que alguna vez hicieron que ésta fuera conocida como una de las localidades más peligrosas de México han regresado de manera devastadora, al grado que para muchos, salir a la calle es como echarse un volado.
La moneda está en el aire: son las 19:00 horas y un trabajador vestido con el uniforme de un centro comercial apresura sus pasos. Es el miércoles 23 de junio del año en curso, a lo lejos se escuchan cortinas de locales que bajan y se observan muchas luces apagadas.
Paulatinamente los vehículos empiezan a liberar las principales vialidades y se hace un atípico silencio. Algunas personas esperan unidades de transporte público, pero ya no pasan; sólo uno que otro taxi.
Los rumores y no rumores de una guerra sin cuartel se ciñen entre las redes sociales. Hoy los habitantes de Reynosa viven empuñando su teléfono celular, y más tras los recientes acontecimientos que involucran a personas inocentes:
Quince seres humanos que el pasado sábado 19 del mismo mes se encontraban en la vía pública y tuvieron la mala suerte de ser asesinados al azar por un comando armado. ¿Con qué objetivo?, provocar el miedo, y lo consiguieron.
Las ruidosas ruedas de un camión del Ejército Mexicano cargado de hombres listos para la vida o la muerte surcan el pavimento de la carretera Reynosa–Matamoros. Patrullan las peligrosas calles que aquel espantoso fin de semana fueron escenario del horror y la barbarie en la colonia Almaguer.
Los apesadumbrados seres queridos de las víctimas, en entrevistas a medios de comunicación nacionales, se preguntan por qué nadie pudo evitarlo, en un sector en el que el cuartel militar irónicamente se ubica a pocas cuadras de donde se registraron los lamentables hechos.
Pero hoy la afluencia de gente en la vía pública es estrictamente necesaria. Nadie sale si no es porque en realidad lo necesite.
El temor a morir en un enfrentamiento, en medio del fuego cruzado o atacado directamente por desconocidos es el mismo. Las personas se resguardan en sus domicilios. Y así ha sido desde el fatídico 19 de junio. Es el escenario en el que se encuentran los residentes de Reynosa, con el temor y su teléfono plagado de avisos de situaciones de riesgo, de noticias sobre balaceras por diversos sectores de la ciudad, de persecuciones, de robo de vehículos, de ejecuciones y también de desapariciones.
Miedo, que hace latir el corazón más fuerte dentro del pecho cuando se oyen las estridentes ráfagas de los fusiles de asalto, de sirenas de ambulancias, de camionetas corriendo a toda velocidad.
De día o de noche ese miedo de perder la vida de una forma tan trágica es el que ha vaciado las calles de Reynosa, un toque de queda que voluntariamente la misma ciudadanía se impuso, porque ahí están las pruebas que la moneda sí está en el aire.