Fierros oxidados y retorcidos impiden que el viento se lleve un techo de cartón con grandes agujeros que intenta proteger del frío y la lluvia a cuatro niñas y sus abuelos.
En el interior un cuarto en obra negra de cuatro por cuatro metros se encuentran, todos juntos, la recámara, cocina y comedor de Valeria de 12 años, Melisa de 10, Diana 7 y Génesis de 4.
Entre muebles viejos las cuatro menores pasan los días, mientras sus abuelos Tomasa Ramírez de 55 años y Jesús Salazar de 65 se hacen cargo de ellas, pues su madre falleció hace tres años en un accidente automovilístico.
“Mi hija Liliana (madre de las menores) vivía con nosotros y cuando murió nos quedamos con las chiquillas. El papá nunca se hizo cargo de ellas, incluso tienen ya muchos meses sin verlo ni saber de él”, expresó.
La más pequeña de nombre Génesis fue abandonada por su madre cuando tenia apenas 12 meses de nacida.
“Cuando la niña tenía apenas un año, mi hija salió a visitar a otra de sus hermanas a la colonia Paseo de la Flores pero nunca más regreso y no sabemos que le sucedió”, mencionó afligida.
Don Jesús intenta llevar el sustento a casa mediante la venta de dulces, cacahuates y fritangas en las calles de la Zona Centro que le permiten ganarse unos pesos para mantener a su esposa y la alimentación, vestido y educación de sus nietas.
“Está bien difícil la situación porque solamente su abuelo sale a trabajar y dependemos de lo que trae él”, dijo.
Sin embargo, las complicaciones de la diabetes algunas veces impide sus salidas para la venta lo que complica llevar el sustento a casa, provocando desesperación y angustia entre la pareja.
Cuando no hay dinero para comer, sus otras hijas le ayudan con un poco de despensa para que alimente a las menores.
“Mi esposo ha estado enfermo porque padece diabetes y algunas veces se me pone muy malo por lo que no puede salir a trabajar. No tenemos dinero para mantenerlas, pero una de mis hijas procura ayudarme con algún producto para darles de comer”, detalló.
Durante el día, Doña Tomasa se dedica a atenderlas en casa, cuidarlas, prepararles los alimentos, llevarlas y traerlas de la escuela.
SONRISAS ENTRE LA OBSCURIDAD
Cuando llega la temporada de lluvias y el intenso frío, la familia lo soporta en su humilde hogar, pues unas apolilladas vigas de madera detienen el techo agujerado de
láminas de cartón que intentan protegerlas del mal clima, además de que no cuentan con puertas ni ventanas.
“Llueve más adentro que afuera”, dijo doña Tomasa, a quien no le queda más que reir por su triste situación.
Y añadió: “Con el frío nos cobijamos, pero con la lluvia no podemos hacer nada porque el techo de la casa está toda agujerado”.
La obscuridad invade la habitación, ya que solamente cuentan con un foco que cuelga de una extensión, sin embargo ese lugar se convierte en la morada de la familia donde sobre todo las menores sonríen sin imaginar la dimensión de sus carencias.
Una vieja y pequeña cama de hospital se convierte en el área de descanso para los abuelos y las menores, donde mitigan el frío al estar acostados.
Sobre la deteriorada mesa de madera se encuentra una tapa de blanquillos que deben de rendir durante una semana para alimentarlas, un litro de leche y algunos dulces y cacahuates.
Su alacena es un refrigerador descompuesto, que le sirve para acomodar algunos trastes y unas bolsas de sopa o frijoles.
Para la comida, la abuela Tomasa cocina una sopa aguada con trocitos de papa y frijoles en bola que serán acompañados con algunas tortillas, convirtiéndose en el mejor manjar del día.
En el patio, además de un perro y un gato, una gran cantidad de aparatos y fierros oxidados son acumulados con la finalidad de venderlos para obtener un poco de dinero.
De la misma forma con algunas hojas de triplay se utilizan como barda y acordona el terreno irregular que habitan desde hace más de 25 años a las orillas de las vías del tren en la colonia La Curva.
SUEÑO DE NAVIDAD
Imaginarse la Navidad como comúnmente lo celebran todas las familias queda muy lejano para los Salazar Ramírez, pues si cuentan con un poco de dinero preparan un ponche y lo acompañan con unos modestos tamales de frijoles como cena navideña, sin pensar en una piñata y menos comprar adornos de la temporada.
“Pongo a hervir una canelita con naranjas para hacer un ponche y si hay dinero hacemos una tamalitos, pero creo que este año no habrá porque esta muy difícil la situación”, indicó.
Pensar en obsequios para sus nietas es prácticamente imposible, ya que las condiciones económicas no lo permiten.
“Una de sus tías les compra un regalito con lo que ella puede. Nosotros no les regalamos nada porque no nos alcanza”, compartió.
Doña Tomasa es creyente de la Virgen de Guadalupe y le pide interceda ante Dios Todopoderoso para que les permita pasar una Navidad con salud y con alegría para sus cuatro nietas.
“Tengo esperanza en la voluntad de Dios y de la Virgen de Guadalupe que nos proveerán en estos días. Ojalá nos regalaran unas laminitas para que no se nos mojen las cosas porque pasamos por fríos y lluvias. También me gustaría que mis niñas tuvieran una Navidad diferente, que fuera alegre con pinito, regalos y cena”, expresó.
Valeria, la mayor de 12 años, tiene un panorama más realista de las fechas decembrinas y conoce que la situación económica de sus abuelos es complicada para hacer una celebración navideña.
¿Cómo te has imaginado la Navidad y cuáles son tus deseos?, se le cuestiona y responde: “Nunca me la he imaginado, pero de regalo me gustaría ropa y unos botines negros o un celular”.
Por su parte, Melisa de 10 años compartió: “No ha celebrado una Navidad con adornos ni pino, pero desea que todas las personas la pasen contentos. Me gustaría que me regalaran unas botas o una tableta”.
No obstante, en su inocencia las dos más pequeñas esperan en Navidad ver llegar a Santa Claus con un costal lleno de regalos.
A Diana de 7 años se le dibuja una sonrisa en el rostro al imaginarse al personaje gordo y barbón con atuendo rojo que llegará a su hogar cargado de regalos en su costal para obsequiarle una muñeca Barbie.
En tanto la más pequeña, Génesis de 4 años, pidió para esta Navidad muchos dulces y una piñata, además de una muñeca llamada Princesa Sofía.