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El sismo que unió a un país

2 de octubre de 2017 por José Manuel Meza

EUM20170923NAC91.JPG CIUDAD DE MEXICO, Earthquake/Terremoto-CDMX.- Aspectos de las labores de rescate y búsqueda de sobrevivientes que tuvieron lugar este 23 de septiembre de 2017, en el edificio colapsado del Colegio Enrique Rébsamen, ubicado en la calle Rancho Tamboreo y Calzada de las Brujas, en Coapa, al Sur de la Ciudad de México. Foto: Agencia EL UNIVERSAL/Ariel Ojeda/AFBV

El desastre del terremoto fue desolador, pero gracias a la cultura sísmica tuvo un menor registro de fallecidos que el de 1985, no obstante, la calamidad y el desasosiego que ha causado, difícilmente pueden describirse, al igual que el mismo espíritu de solidaridad nacional de hace 32 años.

Después de los últimos sismos que la han sacudido devastadoramente, la capital del país presenta dos caras: la de los ciudadanos que intentan mantener en pie su vida cotidiana y la de quienes ya no pueden porque lo perdieron todo, desde un bien patrimonial hasta sus seres queridos.
En la Ciudad de México las partes afectadas tras el temblor y sus réplicas pululan por diferentes colonias como la Condesa, la Roma, Del Valle, Guerrero, Anáhuac, Narvarte y Miravalle, por mencionar algunas.
Muestran en algunos casos una fisonomía equiparable a la de una zona de guerra, con paredes y techos derrumbados; vehículos aplastados, calles polvorientas, invadidas por piedras, pedazos de hormigón y varillas retorcidas.
Por el riesgo de las construcciones que quedaron a punto de derrumbarse, algunas vías fueron cercadas en perímetros y sólo se accede para lo estrictamente necesario, con la compañía de personal de Protección Civil y mostrando una credencial de elector.
A casi dos semanas del fenómeno natural –que zarandeó la tierra, que levantó toneladas de concreto y las quebrantó como si fueran de juguete–, los voluntarios y rescatistas continúan en los sectores siniestrados, así como cuadrillas de militares, de marinos, de bomberos, de policías y vecinos que asistieron a los heridos, los cuales han participado en la recuperación de los cuerpos y la remoción de escombros.
Desde el día 19 de septiembre que el temblor de 7.1 grados en la escala de Richter sacudió durante un minuto, sin compasión inescrutable a la capital del país, las horas han sido largas y angustiosas, tanto para los familiares de las víctimas, como para quienes perdieron su patrimonio y aquellos que fueron desalojados de construcciones que terminaron agrietadas.
El saldo hasta ahora es de decenas de edificaciones colapsadas, 3 mil edificios dañados y 206 en la Ciudad de México.

UN PAÍS SOLIDARIO
También quedó de manifiesto el espíritu de solidaridad que ahora une a la sociedad y se contagia.
En un recorrido del equipo periodístico de Hora Cero en las zonas más afectadas por el terremoto, se comprobó que conforme se adentra en los puntos de los derrumbes el panorama es devastador, pero hay pilas de gente buscando ayudar.
Tanto los efectos del sismo, como las tareas de rescate y servicios humanitarios han recibido una gran cobertura por parte de la prensa nacional e internacional. A medida que transcurren las horas continúan surgiendo nuevas historias.
Cuenta Héctor Méndez, presidente de Topos Azteca, el especializado equipo de rescatistas, que muchas personas acudieron a los puntos dañados por el temblor y se quedaron de día y noche a remover bloques de cemento, a bajar de los edificios reducidos a montones las cubetas de los escombros, a sacrificar el físico y sacar fuerzas de donde les fuera posible para ayudar, con la esperanza de salvar vidas, como el caso de un adolescente de 16 años que participó con él en la búsqueda de sobrevivientes.

EL TERREMOTO LAS HERMANÓ
Por su parte, Andrea Diab y Jimena Allende son dos ciudadanas que se conocieron a raíz de la tragedia. Llegaron para ayudar cuando nadie sabía qué hacer y se encargaron de la logística, de recibir a los voluntarios y canalizar la ayuda.
Dijeron estar agradecidas por la fila de personas tan grande que seguía arribando a las zonas siniestradas para apoyar, entre algunos habitantes de la Ciudad de México, paisanos de otras partes de la República y rescatistas de Israel, Colombia, Japón y otros países.
Predominaban quienes han pasado días sin dormir, que no se van a descansar porque quieren ayudar.
Varias construcciones se derrumbaron, hubo muertos y quienes se mantienen retirando escombros manifiestan que sacarán a todas las personas atrapadas.
Una esperanza mantiene unido a este ejército de valientes y cada cual aporta de diferentes maneras. Unos rompen los grandes escombros con marros, otros bajan las piedras, mientras que unos más llevan de comer a los habitantes del sector que ahora están durmiendo en la calle.

LOS SIN HOGAR
En sus rostros se observa depresión y cansancio. Algunos vecinos que perdieron su patrimonio están estoicos, no tienen ánimo de hablar. Son las otras víctimas del temblor, de un fenómeno natural que no los respetó ni tampoco les avisó, porque el epicentro fue en Puebla y no se alcanzaron a escuchar a tiempo las alertas sísmicas.
Dicen que el edificio donde vivían se vino abajo, pero no todos alcanzaron a salir y ahora sufren una crisis.
En construcciones contiguas, aquellas que se mantuvieron firmes, persiste intranquilidad. Los inquilinos de los pisos superiores ya no quieren vivi allí, que no pueden descansar por la noche, que se duermen con ropa de calle, por si vuelve a temblar.
En algunos casos Protección Civil les impidió el acceso. Hay edificios que quedaron muy agrietados y corren el riesgo de venirse abajo, de aplastar a alguien y las labores no son sencillas, aunque así como se siente la zozobra, también predomina un espíritu solidario que distingue al pueblo mexicano.
En la avenida Álvaro Obregón, un total de 242 rescatistas siguen trabajando de manera ininterrumpida en el edificio de seis pisos que colapsó el pasado 19 de septiembre.
Ahí imperó el caos y la incertidumbre, pues los deudos aseguran que las autoridades no les avisan de reportes reales. Incluso hay denuncias de desvío de recursos y víveres por parte de la Policía Federal. Ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) había más de 80 quejas contra funcionarios públicos.

EL REGRESO A CLASES QUE NO SUCEDIÓ
Más de un centenar de instituciones educativas volvieron a las aulas desde el lunes 25 de septiembre, pero el colegio Enrique C. Rébsamen, afectado por el terremoto, estará inhabilitado indefinidamente.
Ni el ruido de la chicharra ni el vaivén de padres de familia, mucho menos el bullicio de los estudiantes se escuchó en la ‘Zona Cero’ de Tlalpan.
Las instituciones educativas regresaron a clases tras el parón ocasionado por los sismos en la Ciudad de México, pero allí las cosas no volvieron a la normalidad.
Los perímetros aledaños fueron cercados. No hay acceso a los medios de comunicación y sólo ingresan elementos de la Marina Armada de México, de la Policía Capitalina, y trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) para reparar fallas.
La orden ha sido no dejar pasar a nadie, sino solamente para lo más necesario.
A 140 horas del temblor se informaba que ya no existían restos humanos que rescatar en los escombros del plantel educativo, donde murieron 27 personas, entre alumnos y personal docente y administrativo.
Los vecinos no daban crédito a que una escuela llena de vida haya sido blanco de una terrible tragedia.
Y a medida que transcurren las horas y los días el futuro es incierto para los familiares de los fallecidos, mientras que los padres cuyos hijos se salvaron están a la espera de buscar un sitio en otros planteles.
El impacto es tal que los efectos del sismo sobrepasaron a todos.
Por lo pronto el colegio es investigado por presunta obra ilegal, pues se divulgó que la directora de la escuela Mónica García Villegas, había mandado a construir un departamento que contaba con jacuzzi, bañera y pisos de mármol, ubicado en el cuarto piso del plantel que colapsó con el sismo.
Por lo pronto, los gobiernos capitalino y federal ofrecieron algunos servicios gratuitos como el sistema de transporte colectivo Metro, al igual que la red federal de autopistas cercana al centro de la República.
El acontecimiento acaparó las portadas internacionales de los medios de comunicación del mundo. Las reacciones del terremoto de 7.1 grados invadieron las redes sociales mostrando la magnitud del fenómeno, tanto en la Ciudad de México como en el estado de Morelos.
La reconstrucción será tardada. Hoy la capital del país vive uno de sus momentos más aciagos. Todavía hay labores de rescate en las zonas siniestradas, pero sobra el espíritu nacional que ha unido a los mexicanos, algunos quienes fueron al lugar del desastre para ayudar y muchos otros que lo están haciendo con sus aportaciones en víveres y donativos.

Su hogar se derrumbó en segundos

Sus ojos no aciertan a mirar un punto en común. La destrucción quedó por todas partes de su domicilio. Pérdida total. Una casa de dos niveles y varias habitaciones quedó reducida en escombros, como si fuera de cartón.
El poder devastador del sismo del 19 de septiembre terminó lo que la maestra Alicia Vázquez y su esposo construyeron a lo largo de su vida.
Por fortuna no estuvo ahí en el momento del derrumbe, pero con gestos de tristeza sacude su mano al mirar el hogar donde durante años permaneció sumamente feliz, ahora destruido.
Situado en la Privada de Allende número 113 de la colonia Centro, en Joju- tla, Morelos, ésta es una de las más de un centenar de propiedades que tendrán que ser demolidas, porque ahora constituyen un peligro para la ciudadanía.
No está permitido el acceso y así como la casa de la señora Alicia en la misma cuadra hubo otras destruidas con víctimas fatales. Por eso, al igual que otras ciudades del país, es Jolutla el rostro de la tragedia y desolación.

La casa se le vino encima

La tragedia embarga a los sobrevivientes de la casa 105 en Privada Allende del municipio de Jojutla, Morelos, en el que una persona perdió la vida.
Era Dalia, una joven madre que se dedicaba a brindar ayuda comunitaria en las escuelas de la Conafe y quien hasta sus últimos momentos permaneció sirviendo.
Logró salvar a uno de sus hijos y a su madre, pero en cuestión de segundos, mientras la construcción de dos pisos estaba siendo sacudida, se derrumbó.
Ya nada se podía hacer para rescatarla, pero la señora Olegaria aún permanecía dentro.
Los vecinos consiguieron gatos hidráulicos para poder levantar la construcción y ayudarla.
A 10 dí as del terremoto el llanto y el dolor predominaba por la zonas devastadas.
La vida en suspiro se fue para Dalia y su familia ahora sufre su terrible ausencia.

La tragedia de Jojutla

REDACCIÓN
JOJUTLA, MORELOS

Las palabras son insuficientes para narrar la devastación que vive este poblado enclavado en la región cañera de Morelos.
Basta recorrer las calles de Jojutla para comprender la emergencia que se vive tras el terremoto que azotó la zona centro y sur del país en la República Mexicana el pasado 19 de septiembre.
Imposible dar una docena de pasos sin encontrarse con casas destruidas o a punto de caer.
Por todas partes se puede ver el ejército de autoridades y voluntarios quienes trabajan incansablemente retirando los escombros, lo que dará paso a la dificilísima reconstrucción.
Jesús Gibrán, arquitecto y voluntario de la Ciudad de México quien llegó a este poblado para apoyar en la evaluación de las viviendas afectadas por el sismo, expresó que el daño es inmenso y alcanza hasta el 70 por ciento de las viviendas y comercios de esta comunidad.
“Hay sectores donde caminas y de 10 casas, ocho están destruidas”, aseguró.
Los héroes de Jojutla no sólo tienen dos pies, hay algunos de dos patas, como Nena, una perrita rescatista quien pudo haber cumplido su cuota tras los días que pasó en la Ciudad de México ayudando a rescatar personas, pero hoy está aquí en Morelos.
Francisco Aguilar, entrenador de la perrita raza Pastor belga, reveló que el animalito está entrenado para ataque y la detección de cuerpos en los escombros, además de que hace cuatro meses tuvo crías.
Sin embargo, aunque estas cientos de manos han logrado retirar toneladas de escombro que hace unos días solían ser el hogar de alguien, lo que no han podido vencer es la falta de alimentos y artículos para los más desprotegidos, los bebés.
De acuerdo a una brigadista, es urgente que se envíe leche en polvo etapas uno, dos y tres, además de pañales, toallitas húmedas, pomada para rozaduras y ropa interior de niño y niña pequeños.
Por su parte Azareel Pulido, coordinadora de uno de los muchos centro de acopio que existen en esta ciudad, manifestó que es urgente que la gente envíe alimentos enlatados, arroz, frijoles, azúcar y artículos de limpieza.
Duele ver tanta devastación en un espacio tan reducido de terreno, sin embargo la naturaleza es así, impredecible.
Pero además de mostrar el dantesco escenario, Jojutla también revela el mejor ejemplo de voluntad humana en las zonas devastadas por el sismo.
A Víctor una enfermedad le provocó que perdiera sus piernas, pero no su voluntad.
Este ejemplar voluntario se desplazó a las zonas de desastre para apoyar removiendo escombros, primero en la capital del país y luego en Morelos.
Su discapacidad no lo detuvo para agarrar una pala y retirar los escombros de las casas destrozadas.
A unos pasos, la maestra Alicia Vázquez observa con tristeza los restos del hogar que ella y su esposo construyeron a lo largo de su vida.
Por fortuna no estuvo en el momento del derrumbe, pero con una evidente pena sacude su mano al mirar el hogar donde durante años permaneció sumamente feliz, ahora destruido.
Situado en la Privada de Allende número 113 de la colonia centro, esta es una de las más de un centenar de propiedades que tendrán que ser demolidas, porque ahora constituyen un peligro para la ciudadanía.
No está permitido el acceso y así como la casa de la señora Alicia en la misma cuadra hubo otras destruidas con víctimas fatales. Por eso, al igual que otras ciudades del país, es Jolutla el rostro de la tragedia y desolación.
Unos metros más adelante está otro escenario de otra tragedia. Una joven mujer, de 32 años de edad, pereció aplastada por su casa a donde entró para salvar a sus familiares. Todos están bien, ella no salió a tiempo.
Sin embargo esta gente no se rinde, pues sabe seguir el ejemplo de la estatua a Emiliano Zapata, que permanece intacta, sin un rasguño, aunque la presidencia municipal, el kiosco, varias iglesias y Dios sabrá cuántas casas se cayeron.
Siguiendo el ejemplo del General, los residentes de Jojutla intentan regresar a la normalidad y disfrutan de la música que, gratuitamente, les trajo una banda a su plaza principal.
Entre la música, los residentes de Jojulta cantan y no lloran, pues necesitan fuerza para poder levantar otra vez su golpeado poblado.

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