
De la normalidad a la angustia y de la angustia al desánimo –haciéndola mirar de cerca la tumba–, la vida de Pascuala Márquez González ha girado dramáticamente en los últimos cuatro meses:
No sólo ha debido luchar contra una peligrosa enfermedad que casi la sentencia a morir, sino que, además sufre dolores insoportables y ha tenido que vender sus pocas pertenencias para pagar análisis clínicos y medicamentos.
Encamada y tapada con una frazada esta macilenta mujer originaria de Xilitla, San Luis Potosí, pero avecindada en Reynosa desde hace 23 años, comenta que ha tenido que padecer la avaricia e indiferencia de los médicos del gobierno y ver exiguas sus esperanzas por el simple hecho de ser pobre y no tener influencias.
Como cualquier otra paciente a la que le es detectado un tumor describe que atravesó un proceso burocrático para poder atenderse.
Sin los beneficios sociales de un trabajo formal apenas contaba con su Seguro Popular y las atenciones de su familia también de escasos recursos.
Confiesa que luego de recibir las noticia más triste que recuerde (cuando se hizo los estudios sobre el quiste que crecía rápidamente alrededor de su cuello y clavículas), acudió al Hospital General de Reynosa a solicitar ayuda. Todo indicaba que tenía cáncer.
“El mundo se me vino encima, no sabía cómo reaccionar y qué pasaría conmigo, tuve mucho miedo”, rememora.
El ultrasonido de tiroides expedido por el laboratorio del doctor José Luis Medina en el mes de mayo estipuló la aparición de un lóbulo derecho con 3.4 por 1.1 y 1.4 centímetros, así como un lóbulo izquierdo de 4.3 por dos y por dos centímetros en diámetros longitudinales en la región del istmo, en localización visible anterior a la tráquea de doña Pascuala, considerando como primera posibilidad un carcinoma tiroideo.
NEGLIGENCIA Y DESPRECIO
En teoría esta señora de 53 años contaba con cobertura médica; sin embargo, en la práctica se topó con una serie de obstáculos que llevaron su condición hasta el límite.
Los malestares se agudizaban y el 18 de junio tuvo que ser hospitalizada por la tarde, pero contrario a lo que pudiera imaginarse a medida que transcurrían los minutos y las horas era mayor su desesperación, porque cuenta que la mantenían ignorada y sin probar alimento.
“Ya estaba internada, pero resultó que no tenían tiempo para la operación. Después de que había sido programada y vendada, un doctor de apellido Padrón fue a decirme que siempre no me iba a operar y sin darme los motivos me dijo que luego hablaba conmigo.
“Entonces mi hija fue a buscar al médico para preguntarle las razones y él la llevó a pasear por el hospital para decirle: ‘si tú me sueltas cinco mil pesos ahorita yo te opero a tu mamá y te busco quien me ayude, porque no tenemos tiempo y hay mucha gente por delante’. Ella le dijo que cómo no iban a tener tiempo si había visto a los doctores aplastados”, declara.
Ante este dilema doña Pascuala tuvo que abandonar el hospital pero con otro problema, porque señala que le querían cobrar dos mil pesos por un día, cuando en un principio le dijeron que el Seguro Popular cubriría los gastos.
Decepcionada con el maltrato, esta señora regresó a casa en peores condiciones, muy frágil, mientras sus seres queridos buscaban apoyo por otro lado.
UNA LUZ DE ESPERANZA
Los síntomas de esta mujer se agravaban, pues relata que sentía cómo la bola se aumentaba en su hombro y garganta, no dejando de hacerse patentes los intensos dolores.
Sin dinero y sin la certeza de tener alguna mejoría, la suerte cambió para Pascuala cuando una de sus hijas logró conseguir prestados los 30 mil pesos que le cobraba el especialista del hospital Prado Sur.
El pasado 13 de julio fue el día en el que volvió a nacer, refiere, porque además de que la intervención fue un éxito, los exámenes posteriores descartaron la presencia de células cancerosas.
“Antes de eso todos los estudios decían que era cáncer. El doctor que finalmente me operó me dijo que Dios hizo un milagro, porque de esta no iba a salir.
“A pesar de que aún no me he podido recuperar del todo estoy muy agradecida con Dios por tantas personas que hicieron oraciones por mí”, comenta.
Una de sus hijas es quien le hace las curaciones y mientras doña Pascuala sigue en su cama, sus otros familiares se organizan para recolectar ropa usada que luego ponen a la venta con el único objetivo de poder saldar la deuda, los intereses que se están generando y las medicinas.
Por ello esta madre de familia apela al buen corazón de la gente que logre leer este artículo.
“Ahorita no tengo el dinero para pagar, pero la gente que nos pueda apoyar con algo, lo que sea, lo que sea su voluntad, se lo voy a agradecer con todo mi corazón”, expresa con lágrimas.
Admite que uno de sus más grandes anhelos es volver a sentirse bien, disfrutar de la vida y regresar a sus actividades de siempre, así como que su historia sirva de algo para que otras personas no sufran lo mismo y sean mal atendidas.
Por lo pronto doña Pascuala tiene cita para el próximo 6 de agosto en la misma clínica donde la intervinieron, una fecha en la que espera se terminen los temores y la pesadilla que le tocó vivir.
Si usted desea apoyarla puede comunicarse a los teléfonos 899 1514904 y 899 2498850 o dirigirse personalmente a la calle Mariano Zavala número 606 en la colonia Nuevo Amanecer en Reynosa.