
Por Paola Almaraz Ochoa y Arely Ramos
El 18 de septiembre de 2012 bastaron apenas cinco segundos para embargar de dolor y consternación a los habitantes de Reynosa. A las 10:45 horas de ese martes, una explosión cimbró el Centro Procesador de Gas del kilómetro 19 de la carretera Reynosa-Monterrey, arrebatándole la vida 31 trabajadores y dejando a 40 más heridos.
Desde hace 24 meses los sentimientos de indignación y dudas embargan a decenas de familiares de los fallecidos y los lesionados, ya que es fecha que no conocen la verdad de lo sucedido aquel día. Además algunos de los trabajadores de las empresas contratistas quedaron en el desamparo y otros desvalidos para toda la vida.
Este año en la oscuridad, los directivos de Petróleos Mexicanos (Pemex) conmemoraron el segundo aniversario de la peor tragedia en la historia de la actividad petrolera en esta frontera generando indignación y dolor a las familias de las víctimas.
El evento se desarrolló cuando todavía no amanecía, antes de las 7:00 horas, en el memorial erigido en honor las víctimas, ubicado en la avenida Lázaro Cárdenas, frente a las instalaciones administrativas de la paraestatal.
Ocho directivos permanecieron por un par de minutos realizando guardia de honor cuando el sol aún no salía, se cree que al hacerlo de esta forma evitarán que los medios de comunicación o las familias cuestionen a los responsables de Pemex sobre las causas de la explosión que enlutó a 31 familias y que dejó a decenas de trabajadores de compañías externas con quemaduras graves y algunos incapacitados de por vida.
De forma muy discreta fueron colocados diez ramos de flores blancas a los pies del memorial, además de una enorme corona fúnebre con rosas rojas y margaritas blancas y amarillas que destacaba en el lugar donde se colocaron placas de mármol negro con los nombres de los 31 fallecidos.
Los familiares de los empleados caídos pertenecientes a Pemex y a las empresas contratistas Apollo, Inorcosa, IANSA, Peisa y Merco no fueron invitados para presenciar el homenaje luctuoso en honor de sus seres queridos. Ni siquiera por el dolor que embarga desde hace dos años a los padres, hermanos, esposas, hijos y amigos de las víctimas de ese siniestro provocó que Pemex los notificara.
Y es que a pesar del paso del tiempo los consanguíneos aún tienen dudas de lo sucedido en la explosión del Centro Procesador de Gas, ya que no se les entregó algún peritaje oficial del accidente y será hasta dentro de 11 años que conozcan las causas que arrancaron instantáneamente la vida a decenas de empleados.
En su edición 362, Hora Cero exhibió que las familias de las víctimas conocerán el dictamen del peritaje de lo ocurrido hasta el año 2025.
En el reportaje publicado a seis meses del siniestro se señala que tanto la Procuraduría General de la República (PGR) como Petróleos Mexicanos determinaron esconder todo lo referente al informe que enumera las causas del estallido.
Hora Cero tiene en su poder documentos oficiales que revelan que el pasado 26 de febrero de 2013, en el marco de la novena reunión del Comité de Información de la PGR, se concluyó que el dictamen y el resto de los estudios sobre las causas del estallido, son documentos “reservados y confidenciales”.
Las resoluciones de los comités de Pemex y de la PGR, se dieron después de que el 8 de febrero del año 2013 Hora Cero solicitara de manera formal y con base a la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental una copia del dictamen posiblemente denominado “Análisis causa raíz” sobre las razones que originaron la explosión en la Central de Medición del kilómetro 19.
A partir de que se hizo esta petición, archivada con el folio 1700038713, las autoridades federales decidieron ocultarla de la opinión pública hasta el año 2025.
En el caso de Pemex, la negativa para hacer público el dictamen se informó por medio del oficio CI-119/2013, fechado el 28 de febrero de 2013.
En ese documento, el secretario técnico suplente del Comité de Información de Pemex, Jorge Humberto Andalón González reveló que el 25 de febrero de 2013 “se hizo de conocimiento del Comité de Información que la documentación requerida (el dictamen de las causas de la explosión) se encuentra clasificada por Pemex-Exploración y Producción, por 12 años a partir del 21 de febrero de 2013”.
De acuerdo al documento, la determinación se tomó debido a que el dictamen “forma parte integral de la averiguación previa AP/PGR/TAMPS/REY-4/3767/2012 y proporcionar la información podría provocar interrupciones e interferencia en las investigaciones que están realizando tanto Pemex Exploración y Producción como la autoridad judicial”.
Petróleos Mexicanos no es la única instancia que decidió esconder el informe de lo que sucedió el 18 de septiembre de 2012, ya que también la Procuraduría General de la República hizo lo mismo.
Por medio del oficio SJAI/DGAJ/3097/2013, fechado el 7 de marzo del 2013, Mario Miguel Ortega, director general de Asuntos Jurídicos de la Subprocuraduría Jurídica y de Asuntos Internacionales de la PGR rechazó la solicitud de entregar una copia del dictamen de los motivos de la explosión en las instalaciones de Pemex en Reynosa.
En la respuesta se explica que se pidió a la Subprocuraduría de Control Regional, Procedimientos Penales y Amparo, diera atención a la petición de mérito, la cual a través de la delegación Estatal Tamaulipas manifestó que no era posible remitir copia certificada de la documentación de referencia a la autoridad requirente, ya que son para proporcionar a un particular (sic.).
En el oficio también se expone la objeción de la Coordinación General de Servicios Periciales a la misma petición: “Le manifestamos que no es posible proporcionar copia del dictamen que requiere el peticionario, toda vez que se considera información reservada y confidencial, ya que los dictámenes periciales en cualquiera de las especialidades requeridas, son actuaciones que forman parte de una averiguación previa, la cual es integrada por el Agente del Ministerio Público correspondiente… (sic.)”.
Todo esto refleja que la incertidumbre de padres, madres, hermanos, esposas e hijos de los trabajadores muertos y lesionados continuará por muchos años hasta que en el 2025 “autoricen” que se pueda conocer la verdad.
LA HERIDA SIGUE ABIERTA
Para la madre de Víctor Pérez Tomás, el tiempo se detuvo desde aquella mañana del 18 de septiembre de 2012 cuando despidió a su hijo con la bendición antes de irse a trabajar a la Cuenca de Burgos.
Desde la tragedia, Eulalia Tomás del Angel todos los días adorna un altar con flores amarillas y veladoras blancas para su hijo Víctor, fallecido hace dos años en la explosión del Centro Procesador de Gas de Petróleos Mexicanos.
Al observar la fotografía de su hijo fallecido a los 17 años de edad sus ojos se cristalizan ya que relata que cada tarde se sienta afuera de su casa esperando la llegada de Víctor.
“Todavía veo muchachos que vienen caminando y se me figura que uno de ellos es mi hijo, que me viene a abrazar y a decirme ‘mamá te quiero mucho’ como siempre lo hacía”, menciona afligida.
Y añade: “Todo es como ese día. Es algo que no se puede olvidar porque duele mucho. Mi muchacho salió muy alegre a trabajar como todo los días y lo mande con la bendición pero ya nunca regresó”, dijo la madre del joven.
A pesar del tiempo, Eulalia dice que sigue esperanzada a que llegue un milagro para que aparezca su hijo. “No puedo resignarme a que ya no está con nosotros”.
La señora comparte que son originarios de Naranjos, Veracruz y que el joven solamente terminó la secundaria y viajó a la frontera junto con sus hermanas para trabajar.
“Tres meses antes de que sucediera todo eso me envió dinero para que me viniera de vacaciones con él. Ahora realmente creo que quería despedirse de mi antes de morir”, menciona sollozando.
Sentada al lado de las cenizas y fotografías del joven trabajador, recuerda que después de la explosión y posterior a una prueba de ADN pasaron ocho días para que les entregarán los restos de su hijo. Sin embargo, ni siquiera eso le brinda la seguridad y tranquilidad a la familia de que sea Víctor.
“Solamente nos entregaron restos pero eran puras cenizas no lo pudimos ver ni a él ni sus pertenencias. Dicen que supuestamente es Víctor pero seguimos en duda que sea mi hijo.
“A veces me pongo frente a él y le pregunto si es Víctor. Luego le digo que aunque no sea mi hijo aquí lo tendré para ponerle sus flores amarillas y veladoras blancas de la Virgen de Guadalupe a quien tanta fe le tenía”, añade mientras señala la urna que se encuentra sobre la mesa.
A dos años de la tragedia, la familia de una de las víctimas de la explosión no ha logrado obtener la pensión del Instituto Mexicano del Seguro Social por la muerte de su hijo.
“Solamente nos dan largas que falta un documento o que se requiere otro, pero ahora tenemos un abogado que esperamos nos pueda resolver eso. Mi hijo tenía más de un año trabajando en la empresa Merco pero ni siquiera eso ha valido para obtener la pensión”
A dos años de su muerte la madre de una de las 31 víctimas de la explosión de la Central de Medición de Gas del kilómetro 19 desea saber qué ocasionó el siniestro y por qué no se pudo evitar.
“Nos decían que había sido un accidente pero nunca dieron respuestas claras. Ya van dos años y nadie nos da respuestas, incluso mucha gente cree que fue un atentando”, exclama.
Desde entonces la familia Pérez Tomás se dedican a la recolección de basura en una vieja camioneta con la que recorren varias colonias de la ciudad a fin de obtener recursos para mantener a sus seis hijos.
DOS AÑOS DE ANGUSTIA
A 24 meses de la explosión en la Central de Medición Km. 19 de Petróleos Mexicanos (Pemex) en Reynosa se reabren las cicatrices de dos de los sobrevivientes de esta tragedia.
El estridente sonido del estallido aún se escucha. Aarón García Flores y Luis Javier Mendiola Chávez son el eco de esta tragedia que ha cambiado sus vidas y la de sus familiares.
En estos dos años los ha invadido la incertidumbre respecto a su estado de salud y situación laboral y económica.
Su cuerpo es otro; el fuego arrasó con parte de su piel u órganos, les imposibilitó trabajar y, desde luego, no perciben salario para mantener a la familia.
A diferencia de los 31 caídos en este “accidente” de trabajo ellos han sorteado la vida con el ardor sobre su piel y un peregrinar en instituciones de salud para recuperar los tejidos de la dermis y movimiento de los órganos que el fuego alcanzó.
Y no sólo eso, han aceptado con entereza la segunda oportunidad de vida que Dios les dio, pero no por ello dejarán de pelear lo justo ante la paraestatal.
Mientras que Aarón no ha recibido pensión y Luis Javier la tuvo de manera temporal, siguen en la angustia y ambos esperan que sus casos queden resueltos como corresponda en la vía legal.
Lo único que les queda claro es que las autoridades del corporativo no han cumplido lo prometido, que estos últimos meses la han pasado difícil, y que no volverán a trabajar en lo que saben hacer.
Hoy recordarán en familia aquel día en que de manera inesperada la explosión, el fuego y el humo los sorprendió mientras trabajaban.
Seguramente evocarán aquellos momentos de impotencia por no poder salir ilesos de la estampida pero que les permitió seguir con vida para contar su historia.
‘ME PROMETIERON LA LUNA Y LAS ESTRELLAS’
A raíz de la explosión donde Aarón tuvo quemaduras de segundo y tercer grado en manos, brazos, espalda y cabeza; que no ha recibido el apoyo económico que le prometieron; y que no puede trabajar, su vida se ha vuelto un “dilema”.
“Es un dilema porque lo que más me duelen son mis manos…no hablo de dolor físico sino emocional porque no puedo hacer nada. No tengo mucha movilidad para trabajar y la situación económica está difícil”, expresó.
Comentó que ha sido puro batallar porque no ha llegado el apoyo de la paraestatal y señaló que el Seguro sólo le cumplió el año de incapacidad. De la empresa Liansa, dijo que todo quedó igual.
“A otros compañeros creo que ya les dieron su pensión de 50 o 70 por ciento y yo no he recibido nada del Seguro, ni Pemex, que me prometieron la luna y las estrellas: no trabajo y mi esposa es la que se encarga de todo”, manifestó.
Actualmente interpuso una demanda contra la compañía y se limitó a dar detalles para no entorpecer el proceso. Sin embargo, reiteró que quiere lo justo y a lo que se comprometieron.
Pese a la situación económica Aarón sigue su camino, intenta sonreírle a la vida como lo hacía antes del accidente y disfruta de su familia, pero sobre todo, valora la oportunidad de seguir vivo y el apoyo invaluable de su esposa y madre.
“Mi mujer es la que trabaja limpiando casas, lava ropa ajena y en lo que puede para pagar los gastos de la casa, de las escuela de mis hijos y lo que necesitemos”, señaló.
Reconoció que le será difícil reincorporarse al ámbito laboral porque aún tiene seguro de la empresa, y con sus manos lastimadas no puede hacer mucho, pero hace la lucha como chofer de un amigo o atiende una tiendita.
Tras un año y meses de haber recorrido los hospitales para someterse a las cirugías, entre colocación de injertos y entrar a terapias para recuperar el movimiento de los nervios, dijo estar al cien.
“Me habían dicho que me iban a cortar las manos pero gracias a dios no. Poco a poco y una vez que me injertaron toda la parte de arriba, quedé bien y recobro el movimiento”, contó.
Aunque las cicatrices perecen haber cerrado sobre su piel, en su mente se reabren. Durante los últimos tres meses se despierta asustado porque ve la lumbre en sus sueños.
“Tengo pesadillas y recuerdo la explosión, aparte, traigo muchas preocupaciones por el dinero. Ya me mandaron con el psiquiatra para estar más tranquilo y tomo pastillas para dormir”, dijo.
Hace dos años su vida cambió. No deja de pensar en que su historia hubiera sido otra si no hubiera tenido el coraje de salir del tanque de mantenimiento de condensado, donde supervisaba a su equipo de trabajo aquel 18 de septiembre.
“Salimos corriendo entre la lumbre aunque se sentía mucho ardor y fue algo triste porque falleció una de las personas a mi cargo: agradezco esta nueva oportunidad de estar aquí pero ha sido difícil”, finalizó.
A diferencia de Aarón, Luis Javier perdió el pabellón auricular del lado izquierdo y le amputaron el dedo meñique de la mano izquierda aunado a las lesiones que tuvo en el rostro, espalda y antebrazos.
Su situación laboral-económica en la compañía Inocorsa que ofertaba servicio a Pemex es también compleja. Aunque el Seguro le estuvo pagando la incapacidad todo un año, no se ha definido si la recibirá completa o lo liquidarán.
“Tuve que empezar el trámite de la pensión y ha resultado difícil porque lo que me da el Seguro es poco, comparado con lo que percibía; en unas semanas me darán respuesta a ver si me dan el cien por ciento o me liquidan”.
Su esposa ha tenido que trabajar para poder solventar los gastos del hogar y atenciones para sus dos hijas. De no ser así, las cosas hubieran empeorado.
Y aunque el dinero no es lo más importante, si representa un parteaguas en el núcleo familiar. El grado de perjuicio en sus manos, no le permite laborar en ningún rubro y tiene gastos que solventar.
Su evolución en la salud, fue lenta pero segura. Ya ni recuerda a cuántas cirugías fue sometido pero las que tiene muy presente son cuando le quitaron el dedo y le colocaron un expansor en la cabeza.
Por lo anterior, especificó que estuvo dos meses internado en Monterrey. De regreso a Reynosa continuó con las terapias de rehabilitación para movilizar los tendones de las manos.
Tras éste último proceso entre hospitales, ya nada había por hacer en cuanto a su piel., Sólo le recomendaron no dejar de hacer los ejercicios para mejorar la destreza en las manos.
“Fue un cambio de vida total en muchos aspectos pero principalmente en la salud. Me afecta no poder hacer muchas cosas con las manos”.
“Pero yo creo que todas las cosas malas que me pasan tienen algo positivo: anteriormente por mi trabajo estaba mucho tiempo fuera y a raíz del accidente, que no trabajo y estoy en casa, disfruto a mis hijas”,
puntualizó.