
Cuando el ser humano pierde la capacidad de asombro es lo mismo que andar sin dignidad; toparnos en el día a día con tantas irregularidades las cuales, sin duda, son lacerantes.
Sin embargo, nos hace más daño verlas de manera tan natural, como si fueran algo ordinario, sin recordar la historia inmediata y ponerle un freno al cúmulo de barbaridades que se cometen y que con nuestra actitud toleramos.
Qué razón tiene el historiador Francisco Martín Moreno, autor del libro “México Mutilado, México Acribillado”, al establecer estos ejemplos tan claros que no podemos ignorar pues basta apreciar lo que sucedió en el pasado.
Como lo afirma el novelista cuando sucedieron estos cambios “tampoco aconteció nada”. ¿Quién se iba a oponer a las decisiones de Calles, el “jefe máximo de la Revolución”? La respuesta es muy sencilla, nadie.
Y es que no hubo quien se opusiera ni durante su gobierno de 1924 a 1928, ni con la muerte de Alvaro Obregón, o el interinato de Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez; no fue sino hasta que llegó un hombre llamado Lázaro Cárdenas quien lo exilió en el año de 1936 y ni siquiera en esa ocasión pasó absolutamente nada.
De la misma manera sucedió en la época de Carlos Salinas de Gortari, quien le quitó el control del Sindicato Petrolero a Joaquín Hernández Galicia “La Quina” y a Carlos Jonguitud Barrios, el del Sindicato de Maestros. En esa ocasión “tampoco aconteció nada”.
En estos casos recientes, Salinas de Gortari impuso a otros dos caciques sindicales: Carlos Romero Deschamps y Elba Esther Gordillo, quienes sirvieron a Salinas; pero hasta el día de hoy no hay nadie que los detenga, muy por el contrario el gobierno ha visto con gran naturalidad la ambición personal de estos personajes.
Qué la historia nos juzgue, el pueblo mexicano no debe de padecer de amnesia, porque será la única herencia que dejemos.