
La mayor parte de las empresas cierran a los dos o tres años. No es una tragedia. Puede verse como una investigación práctica, menos costosa que encargar estudios de viabilidad. Ningún estudio teórico es mejor que la prueba práctica, cuando se trata de microempresas, como son casi todas. ¿Quieres saber si tiene mercado lo que se te ocurrió? Haz unas muestras y trata de venderlas. Encargar un estudio de mercado te costaría varias veces más que el experimento.
Asombrosamente, hay empresas que duran siglos. La más antigua localizada por William T. O’Hara (Centuries of success: Lessons from the world’s most enduring family businesses) es Kongô Gumi, una constructora japonesa fundada el año 578 y todavía a cargo de la familia Kongô, cuando fue a verlos. Según Business Week, quebraron en 2006 y ahora forman parte del grupo constructor Takamatsu.
También en México quiebran empresas de larga tradición, pero existen muchas que llevan más de cien años de existir, como la Casa Cuervo (que produce tequila desde 1795), el Calendario del más Antiguo Galván, publicado desde 1826, y continuado por la Antigua Casa Murguía (hoy Librería y Ediciones Murguía, fundada en 1846 y primera editora del Himno Nacional en 1854), Sombreros Tardan (1847), Casa Boker (ferretería, desde 1865), Tequila Sauza (1873), Dulcería de Celaya (1874), Banamex (1884), Cervecería Cuauhtémoc (1890), Ladrillera Monterrey (hoy Lamosa, 1891), Cervecería Moctezuma (1894), Grupo Nacional Provincial (aseguradores, 1902), Sanborns (1903). La lista es incompleta y puede tener errores.
Ahora que se celebra un doble centenario de estallidos violentos, sería bueno iniciar la celebración permanente de otra historia de México: la continuidad laboriosa y creadora del país desde hace siglos.
Los negocios son parte de la vida nacional y de la construcción del país. Lo supo ver el historiador Luis González y González en un pequeño gran libro (La ronda de las generaciones) donde los empresarios figuran como parte de las generaciones influyentes en México.
Sería bueno que los empresarios tuvieran y difundieran la conciencia histórica de que el país no empezó ayer, ni acabará mañana. Que sigue en construcción, más allá de los entusiasmos y decepciones coyunturales. Y que el horizonte constructivo es de siglos, no de sexenios.
Un recurso práctico a favor de esta conciencia sería constituir un Club Centenario, patrocinado por las grandes empresas, que otorgara un logo Centenario, Club Centenario o Empresa Centenaria. Podría extenderse a las instituciones (el Sacro y Real Monte de Piedad de Animas, hoy Nacional Monte de Piedad, es de 1775) y a las tradiciones productivas no fácilmente identificables con una empresa, como las artesanías de Santa Clara del Cobre, los viñedos de Parras o el henequén de Yucatán.
La primera tarea del club sería precisamente hacer un censo de sus posibles miembros y definir las reglas de admisión. Hay complicaciones cuando una empresa comprada por otra se vuelve simplemente una de sus marcas o de sus plantas; o cuando una mina antigua es explotada sucesivamente por una serie de empresas. Sucede lo mismo con las instituciones. La Casa de Moneda (cuyos pesos fueron aquilatados por Isaac Newton en 1717 y tomados como modelo por Thomas Jefferson, al proponer la creación del dólar; que por cierto, nació copiando hasta el signo $ usado para el peso) fue creada en 1536: precedió a la banca central, pero hoy es parte del Banco de México.
Considerando las millonadas que se gastan en relaciones públicas y hasta en simples cambios de logo, es evidente la oportunidad, la viabilidad y el interés común que tienen las empresas centenarias en gastar un poco en ostentar su abolengo y presentarse como lo que son: parte de la historia de México.
El Club Centenario pudiera promover la arqueología industrial, como se hace en otros países, que restauran y conservan instalaciones de interés histórico o estético, con actividades de museo y turismo. Mejor aún: pudiera organizar apoyos prácticos, en caso necesario, para que no desaparezcan las empresas de más de cien años, cuando una crisis rebase la capacidad del dueño y no tenga a quien acudir, o se canse de luchar contra la corriente, o muera sin sucesor.
Pudiera patrocinar la historia industrial (y la de cada empresa): volver conscientes a los historiadores de que también los empresarios hacen historia. Pudiera promover que en algunas de las infinitas licenciaturas administrativas haya cursos de historia empresarial, dando importancia a las iniciativas mexicanas (como sugieren Francisco Núñez de la Peña y José de la Cerda Gastélum en La administración en desarrollo). No muchos saben que La Michoacana es una franquicia inventada en México, antes de que llegaran las inventadas en los Estados Unidos.