
Como cualquier sábado en la capital, decenas de artistas se reúnen en el Jardín del Arte, también conocida como San Jacinto, en la zona exclusiva de San Angel.
Es aquí donde los visitantes pueden encontrar (y regatear un poco) óleos en diversos formatos, piezas de cerámica, esculturas y textiles coloridos.
Tan sólo caminar por los pasillos de las llamadas Plaza San Jacinto y El Carmen, hace ver que la producción de la artesanía mexicana presenta novedades importantes.
Se observan pinturas de rostros de El Santo como de imágenes religiosas, grabados coloridos y abstractos, barro o metal, el material no importa, todo depende del cristal en que se mire.
La pregunta que flota en el aire es, si es arte o tan sólo una artesanía lo adquirido.
El arte hay quien lo define como cualquier actividad o producto realizado por el ser humano con una finalidad estética o comunicativa. Su gusto puede ser refinado.
La artesanía es vista como una técnica manual creativa, producida individualmente o en serie. Es vista como de un segundo nivel, a comparación con el arte.
“Tal vez tendría que vestirme de artesano, con ropa de manta y huaraches, para que la gente se compadezca de mí y me diga ‘pobrecito’ y aprecie más mi arte”, dice de manera irónica Salvador Martínez Aldana, creador de alebrijes.
El egresado de diseño gráfico de la Universidad Metropolitana, de Azapotzalco aprendió este oficio debido a que su tío hacía piñatas, por lo que el papel maché se volvió una técnica que exigía mayor creatividad.
“Una pieza me puede tardar de uno a seis meses, porque me gusta trabajar varias piezas a la vez, las voy trabajando, veo lo que les falta, les quito una parte o les cambio de color hasta estar satisfecho”, señala quien recién realiza diseños de envases de Coca Cola, calaveras y estrellas de colores.
Aunque ha hecho algunas piezas bajo pedido, esto no lo acostumbra porque está en contra de manejar la imagen del mexicano borracho o enseñando el trasero.
“Me gusta trabajar con obras que me seduzcan, que me impongan retos e impulsen mi creatividad”, explica quien trabajó en el diseño de libros para Larousse durante siete años, pero que decidió al final dedicarse al cien por ciento a la actividad artística.
Quien dice no dedicarse por completo a la venta de pinturas es César Garduño, arquitecto egresado de la UNAM y quien asegura que la venta es algo extra a su actividad profesional.
Sus obras reflejan trazos de edificios del DF, como de otras ciudades europeas y resaltan en la venta común de artesanías del lugar donde prevalecen los floreros y naturalezas muertas.
“La arquitectura con la pintura va de la mano, porque trabajamos siempre diseños de perspectivas diversas siendo estudiantes; pero yo lo veo como un trabajo integral, de hecho acabo de hacer unos diseños para el restaurante Hudson, para darle una ambientación de los edificios de Nueva York”, indica.
Garduño colaboró para la decoración del edificio del IFE en Pachuca, pero no por eso no deja de acudir los sábados al Jardín del Arte para ofrecer sus obras, desde sus inicios como estudiante.
“Es algo que he hecho desde que era estudiante y me ha servido para exponerme a la crítica de los visitantes y a aprender qué es lo que buscan”.
Quien es alumna del Enpeg La Esmeralda, de Bellas Artes es Xcaret Rabadán, donde cursa la licenciatura en artes plásticas y visuales.
La hija del escultor Bruno Vázquez y la pintora Rabadán asegura ser la única que acude con regularidad a ofrecer sus obras a esta plaza pública.
“No he visto algún compañero por aquí, tal vez se deba que ahora en la escuela los estudiantes se están orientando hacia la producción de obras de tipo conceptual, de instalación”, explica.
Obras con delicados trazos a lápiz, algunos con caligrafía, llenan los espacios de las bardas del jardín del lugar.
“Mi sueño es llegar a hacer siempre lo que me gusta y vivir de esto (la pintura)”, indica.
Jorge Gallegos es otro de quienes decidió dedicarse al oficio de artesano.
Con estudios de ingeniero en electrónica de la UNAM, aún le falta su tesis, pero por lo pronto está dedicado en cuerpo y alma a la producción de esculturas de materiales diversos que incluyen la pasta y el bronce.
“De repente me vi produciendo esculturas y es algo que me llena, porque tú puedes decidir tus tiempos y espacios; no tienes un horario fijo de oficina que te ate a hacer lo que quieras hacer”, explica el hijo del escultor homónimo Jorge Gallegos y de quien aprendió algunos de sus secretos.
Con sencillez el artista sabe que el tiempo le dará la experiencia y el reconocimiento, pero por lo pronto ya le han pedido más de cinco figuras de bronce de un guepardo corriendo.
Ahí cerca, de puestos de artesanos diversos de Chiapas y Guerrero, que expenden juguetes de tela o pinturas de luchadores está Rafael Esquivel Guerrero.
Un Pinocho pequeño perfectamente pintado comparte su lugar con un Willie Coyote, un Tribilín, la pareja del Gordo y el Flaco, así como un Tin-Tán.
“Hace tiempo hicimos un curso de taller de talla de madera, abierto al público; la gente busca mucho la figura de Pinocho, porque es el clásico muñeco de madera, además de que es mentiroso como muchos de los mexicanos, por lo que se identifican con él”, asegura Esquivel Guerrero.
El oficio de tallista lo aprendió de su cuñado Fernando García y fue tanto el éxito de la venta de figuras, que decidió dejar su empleo en la industria farmacéutica.
Pequeñas figuras de vitral, en forma de avioncito, moscas o libélulas es lo que ofrece José Manuel Fernández, quien viene de la tercera generación de una familia de vitralistas.
“Podemos hacer también grandes vitrales al gusto de la gente, para sus casas u oficinas”.
Isis Ochoa es también una artista con más de 20 años de ofrecer sus pinturas en el Jardín del Arte.
Figuras naif de angelitos, caballos que vuelan y paisajes diversos se ofrecen al mejor postor.
Hija de Antonio Ochoa y Genoveva Avila, también pintores, ella aprendió el oficio desde pequeña y lo considera su principal ingreso.
“Me gusta mucho pintar, eso me ayuda a relajarme y a manejar mis ansiedades o cuando estoy triste”.
También de oficio pintor es Felipe Paz Rodríguez, quien ofrece obra abstracta, y quien considera que no todo el público aprecia el buen arte.
“Suele pasar eso, la gente se va hacia lo comercial, no saben apreciar el arte”, dice quien ofrece sus óleos que reflejan cítricos diversos.
Como artista asegura que sus obras se cotizan en galerías diversas de la Capital y que cuenta con obra expuesta e sitios distinguidos como en el Club Genesi del Industrial, o en el Marriot.
“La mayoría de nuestros clientes son extranjeros, no tanto mexicanos”, subraya.
Paz Rodríguez asegura que su sueño es llegar a ser reconocido en el mundo del arte, como alguien que cuenta con una propuesta original.
Estar de visita un sábado en la capital y no acudir al Jardín del Arte es dejar pasar la oportunidad de estar en contacto con las expresiones recientes de la creatividad mexicana.