Un moño negro en señal de luto se encuentra en el portón principal de la escuela primaria “Manuel González” de la colonia Estero en Río Bravo. Lazos del mismo color están colocados en cuatro casas distintas del municipio fronterizo. El ornato que nadie quisiera poner en su puerta, refleja el dolor de quienes perdieran a sus seres queridos en el accidente que involucró la camioneta Eurovan que transportaba a cuatro estudiantes de esta institución con destino a la Ciudad de México, para conocer la Cámara de Diputados y la residencia oficial de Los Pinos.
El percance ocurrió el pasado 10 de diciembre en la carretera Atlacomulco-Toluca, cuando la unidad en la que viajaban siete personas se impactó contra un autobús de pasajeros y un taxi. El resultado fue la muerte de Verónica del Carmen Martínez, David Alejandro Zapata, la maestra que los acompañaba, Maricela Alemán Ramírez, y el militante del PAN, Zeferino Berrones Hernández.
En el percance también quedaron lesionados los niños Virginia Peralta Ruiz y David Alvarez Santiago quienes hasta el cierre de esta edición se encuentran en el Hospital Infantil de la ciudad de Toluca.
Lo que comenzó fue un premio de excelencia académica para los niños David Alejandro, Verónica del Carmen, Virginia y David, se convirtió en una tragedia que enlutó a cuatro familias riobravenses.
El accidente conmocionó a la pequeña comunidad que sería representada por los estudiantes ante el presidente Felipe Calderón Hinojosa, como parte de un viaje de reconocimiento que la madrina de generación de los estudiantes de la primaria –la diputada federal Omeheira López Reyna– les ofreció a los pequeños el día de su graduación. Sin embargo, los viajeros no llegaron a su destino.
El día que estos pequeños estudiosos deberían volver sanos y sonrientes después de recibir su premio, sólo regresaron los restos mortales de los invitados de la diputada.
La noticia corrió como pólvora en la pequeña ciudad, amigos y familiares no podían creer la tragedia que fue confirmada por los medios de comunicación.
Maestros de la primaria de donde egresaron colocaron velas y una cruz blanca en el aula que apenas el mes de agosto habían abandonado David, Verónica y de la profesora Maricela Alemán.
MUESTRAS DE DOLOR
Pocas veces las capillas Jardines de la Paz en Río Bravo se encuentran tan concurridas, pero en esta ocasión no era para menos. En el interior de edificio se velaban los restos de tres de los fallecidos en el accidente.
En la primera capilla, familiares y amigos velaban a don Zeferino Berrones Hernández, militante de antaño del Partido Acción Nacional de Río Bravo, mientras que en la número dos, se encontraban los cuerpos de Maricela Alemán Ramírez y su ex alumno David Alejandro Zapata Meza.
Los cuerpos que llegaron el jueves por la tarde al aeropuerto de la ciudad de Reynosa fueron velados desde esa misma noche en las capillas donde una multitud ya se encontraba esperando los restos de los menores y a sus padres, quienes regresaban de la Ciudad de México.
Desde esa misma noche, una gran afluencia de compañeros de escuela, trabajo, y personas que se solidarizaron con los deudos, desfilaron por los velatorios.
Coronas fúnebres de altos funcionarios como el gobernador del Estado, Eugenio Hernández Flores, el secretario de Educación en el estado, José Manuel Assad Montelongo, y el presidente municipal, Roberto Benet Ramos, se sumaron a las decenas de arreglos florales que llenaron las capillas.
El secretario de Educación en el Estado, José Manuel Assad Montelongo, acudió personalmente a ofrecer el pésame a los familiares de las víctimas del accidente. También el gobernador del Estado, Eugenio Hernández Flores, se comunicó con los padres de los niños para darles sus condolencias y ofrecerles ayuda por parte del gobierno estatal.
Mientras tanto, la diputada federal Omeheira López Reyna llamó por teléfono con las familias de los afectados para darles las condolencias.
Pero ni las muestras de solidaridad ni las palabras de aliento disminuyeron el dolor de las familias que lloraban desconsoladamente a sus difuntos.
NO QUERIA VIAJAR
Un grupo de amigos hizo guardia junto al ataúd de David, mientras guardaban un minuto de silencio en su memoria. En la capilla lo único que se escuchaba era el llanto desconsolado de Genoveva Meza Muñiz, madre del pequeño quien se encontraba en la primera banca frente al féretro que sostenía su última foto, el retrato de su graduación, donde aparece sonriente vestido con una toga y birrete, en la cual sostiene orgulloso un diploma de primaria en sus manos; el estudiante lucía feliz y lleno de vida.
Afuera de la capilla, amigos y compañeros de la Secundaria Técnica Número 10 permanecen acompañando a la familia, algunos de ellos conocían a David desde la primaria y continuaron su amistad al ingresar a la secundaria. “Era buena onda”, comentaron entre silencios al recordarlo, “siempre platicábamos en el salón”, dijo una compañera del grupo 1o “J” donde cursaba sus estudios.
Como sucede en los funerales, los recuerdos abundaban entre los asistentes y más aún al tratarse de un niño que se supone, tenía toda la vida por delante.
Pero el recuerdo que más venía a la mente de quienes hablaron para Hora Cero, fue lo mucho que se emocionaron al escuchar que David Alejandro, un niño muy dedicado a sus estudios, tendría la oportunidad de saludar al presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa y la tristeza que sintieron al saber del accidente del pequeño.
“No podíamos creerlo, nos sentimos todos muy mal, con mucha tristeza, queríamos que fuera un sueño, pero era verdad, ya nomás le pedimos que Dios le dé mucha fortaleza a sus papás”, alude doña Elena Guerrero, una vecina de David quien lo recuerda porque siempre jugaba con sus nietas.
Rodeada de sus hermanas, doña Genoveva, madre de David, no puede ocultar el dolor de la muerte del más pequeño de sus hijos. Las palabras de aliento de quienes intentan consolarla no mitigan su pena, por momentos logra calmar el llanto pero es imposible contenerlo ante la irreparable pérdida de su niño, que desde que nació fue motivo de orgullo para la familia, no nada más por sus calificaciones, también porque nunca tuvieron queja de su comportamiento.
David era aficionado al futbol, un niño alegre y tranquilo que disfrutaba el balompié en sus tiempos libres, su máximo deseo era ver un partido de las Chivas en el estadio Azteca.
Por sus calificaciones siempre recibió reconocimientos de sus maestros y el premio más grande que le habían dado era el viaje a la Ciudad de México que la madrina de generación, Omeheira López Reyna, les prometió a los seis primeros lugares de su primaria.
Aunque era un premio merecido por su esfuerzo en las calificaciones, en esta ocasión el estudiante no quería viajar, pues simplemente no tenía ganas de ir.
Entre llantos, su madre evocó los últimos días con su niño y cómo fue que entre amigos y familiares lo convencieron para que aprovechara una oportunidad única en su vida.
“Primero no quería ir y luego estaba muy emocionado, decía que él iba, cuando le dijeron a donde los iban a llevar estaba muy contento porque iba a conocer Los Pinos”, mencionó la madre de David quien no puede contener los aullidos de dolor al recordar que la misma fecha en que se supone que llegaría su hijo de la Ciudad de México, se encontraba velando los restos de su pequeño.
Al otro lado de la misma capilla, junto a David, se encontraba la el ataúd de la profesora Maricela Alemán, quien fuera la mentora del primero y segundo grado de primaria de los niños y militante activa del albiazul.
Doña Genoveva evoca las ocasiones en que David jugaba con los hijos de su maestra, con quien tenía una entrañable amistad, y el aprecio que sentía por su educadora quien le enseñó las primeras letras. El cariño entre ellos continuó hasta el fin, pues se acompañaron hasta el último momento.
Mientras tanto, el padre de David ni siquiera puede pronunciar palabra alguna, las lágrimas y el silencio en que se hunde son la muestra del visible dolor que siente por el fallecimiento del más pequeño de sus hijos, una muerte que a su corta edad no debió haber ocurrido.
SOLO QUERIA CRECER
Mientras que los tres cuerpos se velaron en Jardines de la Paz, el cuerpo de la pequeña Verónica del Carmen Martínez, de doce años, se entregó a su familia para darle el último adiós en su casa. La sala de la humilde vivienda se llenó de un fuerte aroma a rosas que provenían de las muchas coronas fúnebres que la familia recibió.
En el centro de la estancia dentro de un féretro rosa se encontraban los restos mortales de la pequeña, encima del ataúd lucía la foto de una sonriente chica que aparentaba más edad de la que tenía, pues apenas en julio había cumplido doce años.
Acompañada de sus seres queridos y compañeros de trabajo, Graciela Durán Machuca se duele por la muerte de su hija. Aún con los recuerdos frescos de los últimos días que vivió con su pequeña, la madre de familia no puede evitar hablar en presente de su pequeña, pues refiere que desde que nació no le dio más que gustos.
“Mi niña nació prematura a los siete meses, y desde chiquita era muy lista. Tiene doce años que cumplió en julio y desde kínder fue muy buena alumna. Cuando yo fui presidenta de la sociedad de padres de familia a mi me tocó entregarle su diploma.
“Siempre me dio muchos gustos porque era excelente alumna, tenía beca desde la primaria”, dijo entre sollozos.
Con los ojos llenos de lágrimas y la vista puesta en la fotografía que de su hija colocada sobre el féretro rosa, la trabajadora de maquiladora relata cómo a su niña le gustaba leer y escribir versos y lo mucho que disfrutaba escuchar música mientras realizaba sus quehaceres.
En medio del llanto, evoca una sonrisa al recordar a su hija mayor que ya estaba entrando en la adolescencia y cómo lidiaba con los deseos de su pequeña que a pesar de tener sólo doce años era mucho más alta que ella.
“Era muy sonriente, muy alta… no sé ni cuanto medía pero era mucho más alta que yo. Siempre quiso ponerse un piercing y pintarse el pelo, pero nunca la dejé porque le decía que todavía estaba chiquita, que esperara a que terminara de crecer porque luego los químicos iban a afectar su cuerpecito, nomás así la convencía.
“Le decía, ‘cuando acabes de crecer te pintas el pelo de verde o de azul’ nomás estaba esperando a crecer”, se duele doña Graciela.
“¿PORQUE LA DEJE IR?”
A sus doce años Verónica era una niña de carácter decidido y tenaz que no dejaba de esforzarse para conseguir sus objetivos, así la recuerda doña Graciela, quien evoca que su niña anhelaba estudiar ingeniería y para lograrlo siempre quería el primer lugar en su grupo.
Aunque no se graduó con ese mérito debido a que por la muerte de una de sus tías tuvo que faltar a la escuela en los últimos exámenes, las buenas calificaciones que siempre llevó le valieron el tercer lugar en su grupo, gracias a eso se hizo acreedora del premio que la madrina de generación Omeheira López les ofreció a los niños más destacados de la primaria “Manuel González”.
“Cuando la madrina de generación les dio la sorpresa de que los tres primeros lugares se iba a ir a un viaje con ella a la Cámara de Diputados y a Los Pinos, una compañerita le avisó a mi hija que de la escuela la estaban buscando. Ella se puso desesperada habla mamá a la escuela, porque se van a ir sin mi, me dijo”.
“El martes yo salí de trabajar a la una de la mañana y a las siete mi niña me despertó para que hablara a la escuela y me dijeron que salían ese día a las cinco de la tarde. En ese momento se levantó y me dijo apúrate, vamos a comprar y nos fuimos ella y yo solitas de compras al centro.
“Le compré zapatos y ropa nueva y una maleta de viaje… varias cosas a mi niña, mi esposo me había dado un dinero para dar un abono en Coppel y en lugar del abono me lo gasté todo en mi niña”, recuerda con una triste sonrisa.
“Iba muy contenta mi niña. Le tomé fotos ahí en la oficina de la diputada, fueron las últimas fotos de mi niña, me decía adiós sonriendo con su carita feliz”, doña Graciela rompe en llanto nuevamente al recordar los planes que tenía junto con su hija cuando regresara del viaje.
“Andaba fallando en matemáticas, me decía que no le entendía y como quería el primer lugar se preocupaba mucho, yo le decía ‘no te preocupes, me voy a meter a estudiar la prepa abierta para ayudarte con tus tareas’, pero ahora ¿para qué? ¿A quién le voy a ayudar?”, repite lastimosamente la madre de Verónica.
El llanto no cesa al pensar también en que el papá de Verónica no estaba de acuerdo con que la menor viajara en carretera hasta la Ciudad de México.
“Su papá no estaba de acuerdo en que la niña fuera, decía que podía ser riesgoso, que no se sentía seguro de que la niña fuera porque estaba muy chiquita para andar sola, ¡le hubiera hecho caso!… ¿Por qué la dejé ir?”.
Lágrimas y risas se fusionan en el rostro de doña Graciela cuando recuerda que el momento más feliz de su hija, fue también el inicio del dolor más grande que ha sentido como madre, la muerte su “Vero”, como cariñosamente le llamaba.
“NO TENIAN PUESTO EL CINTURON”
Desde que se dio a conocer la noticia el miércoles 10 diciembre, en las oficinas de enlace de la legisladora Omeheira López Reyna se colocó un listón negro para guardar luto por los infantes fallecidos, lo mismo en el PAN y en la Secundaria Técnica Número 10 donde los niños estudiaban.
Aunque se esperaba el arribo de la legisladora el jueves por la tarde en el mismo vuelo comercial donde llegarían José Francisco Martínez Pérez, Graciela Durán Machuca, Melquiades Zapata Vázquez y Genoveva Meza Muñiz, los padres de los menores fallecidos, la diputada no llegó al aeropuerto de Reynosa, donde la esperaban los medios de comunicación.
Lo que la legisladora sí hizo fue comunicarse por teléfono con las madres de los menores, a quienes expresó sus condolencias por la muerte de sus hijos en el accidente.
No fue sino hasta el viernes por la tarde que López Reyna llegó a Río Bravo donde se presentó en el último pase de lista que se le realizó a la estudiante Verónica Martínez en la institución donde estudiaba.
Entrevistada por los medios de comunicación, la diputada federal externo su tristeza por el fallecimiento de los niños que la acompañarían a la Cámara de Diputados el día en que la recibiría un reconocimiento en un evento donde estaría presente el presidente Felipe Calderón Hinojosa.
Expresó que su única intención a invitarlos fue motivarles a seguir estudiando.
“Yo sólo busqué motivarlos. Quería que conocieran la ciudad, el Distrito Federal, que conocieran al presidente Felipe Calderón y visitarán el Congreso de la Unión y conocieran el trabajo legislativo que se lleva a cabo”.
Al cuestionársele sobre el estado de salud que guardan los menores sobrevivientes la diputada agregó.
“La niña está muy bien, solamente tiene una fractura. Ella era la única que llevaba el cinturón puesto atrás en la van donde viajaba y sólo se fracturó”, dijo.
Según comentó, los niños fallecidos no llevaban puesto el cinturón de seguridad y en el caso del David Alejandro aunque logró sobrevivir, hasta el cierre de esta edición se debate entre la vida y la muerte.
“Hablé con el médico y tiene pocas esperanzas, el no traer el cinturón hizo que el impacto fuera fuerte, salió por la ventana. El había abierto la ventana porque iba mareado y el impacto hizo que volara por la ventana al exterior, es un hecho muy lamentable”, fustigó López Reyna.
Tras dar a conocer que las vías de investigación continúan abiertas, aseguró que se encuentra al pendiente de las familias de los niños que perdieron la vida, así como de los sobrevivientes, a la vez que comentó el itinerario que tenía planeado para el viaje de los pequeños.
“Quería cumplirles el sueño prometido, ir a México. Había programado a las dos de la tarde una comida en la Cámara de Diputados, después a Chapultepec, al día siguiente ya teníamos listo el acceso a Los Pinos, iban a estar con el presidente Calderón.
“Yo me regresaba con ellos por tierra, los iba a acompañar de regreso, íbamos a visitar Guanajuato y San Luis Potosí, era como regalo de fin de año, les iba a decir que siguieran aprovechando estas oportunidades”, ultimó la funcionaria.
PERDIDA IRREPARABLE
Aunque el dolor lastima cada día más a los familiares de los niños fallecidos, no culpan a la legisladora del infortunado percance, sin embargo, sí lamentan que el vehículo que sufrió el impacto haya sido precisamente el de sus hijos. Y es que según Graciela Durán madre de Verónica, los pequeños no viajarían solos hasta el Distrito Federal.
“Omeheira iba a ser responsable, iba a ir con ellos, la hermana de Omeheira y su mamá también, iban varias personas. Ellas están bien, nomás la camioneta de mija. La diputada me habló por teléfono, dice que lo siente mucho, se siente culpable que si ella hubiera sabido no los invitaba”, dice entre el llanto doña Graciela.
Irónicamente el viaje que les proporcionó felicidad a los cuatro pequeños fue el que los llevó hasta la muerte. Mientras que las familias siguen llorando su ausencia, los restos de los niños David Alejandro y Verónica ya descansan en el panteón municipal de Río Bravo.