El nombre que se le dio a la reserva de la biósfera ubicada en el municipio de Gómez Farías, en Tamaulipas, no es casual: se llama El Cielo y es, de verdad, todo un paraíso de la naturaleza.
Ubicado a poco más de una hora de Ciudad Victoria y a 4 horas de Monterrey, El Cielo cuenta con más de 144 mil hectáreas que albergan tres tipos de bosques: de niebla, tropical y de pino y encino.
Esta integración única de paisajes es posible porque la línea del Trópico de Cáncer cruza por la mitad de la reserva y la dota de una flora y fauna tan variada que incluye al 43 por ciento de las aves que tiene México.
El Cielo se divide en la parte alta y la parte baja. El recorrido completo de cada una de ellas demanda por lo menos un día completo y –en el caso de la parte alta– vehículos de doble tracción.
Los viajes con guía salen diariamente por las mañanas, ya sea a través de prestadores de servicio independientes o algunos asociados con los hoteles del lugar, y son camionetas donde el pasajero va cómodamente sentado disfrutando del paisaje.
PARTE ALTA
La parte alta tiene hasta mil 300 metros sobre el nivel del mar, ahí está el bosque de niebla y es posible ver osos negros, pumas y hasta jaguares.
En el caso de los felinos, a veces se aventuran a la parte baja pero no representan mayor peligro para la población, aunque sí para los perros, gallinas y burros.
Felipe Villegas Ruiz es propietario del hotel Posada Campestre, nativo de Gómez Farías y uno de los mejores guías del lugar, además de excelente fotógrafo.
“El recorrido de esta parte empieza en la mañana, a eso de las 9 ó 10 y termina ya en la noche. Pasamos todo el día allá y es toda una aventura porque los paisajes, la flora y la fauna son increíbles”, explicó Villegas Ruiz.
Una extensa variedad de flores, algunas endémicas, además de 233 especies de aves nativas y 175 migratorias, son una excelente razón para que biólogos, ambientalistas y observadores de aves visiten El Cielo durante todo el año.
“En la parte alta, durante el invierno, el promedio de la temperatura es de 2 grados y en verano unos 12, así que quienes gustan del frío ahí la van a pasar muy bien y van a admirar extensos y verdes valles, pueden quedarse en cabañas rústicas pero cómodas y admirar las cascadas y el hermoso bosque de niebla, comentó el propietario de Posada Campestre.
Es muy común ver excursionistas a caballo y grupos de visitantes en vehículos todo terreno o en cuatrimotos. Asimismo, los prados tapizados de tiendas de campaña de jóvenes estudiantes que quieren estar en mayor contacto con la naturaleza y además economizar.
Entre las montañas hay cavernas y cascadas que hacen más interesante el recorrido. De hecho, explica Villegas Ruiz, han acudido importantes espeleólogos y biólogos a estudiar las cavernas y las diferentes especies animales del lugar.
“Aquí ha venido gente muy reconocida en el campo de la espeleología, se meten a los sótanos naturales, a las cavernas, han encontrado ríos subterráneos, peces ciegos y diversos tipos de arañas y de víboras”, comentó el guía mientras mostraba fotos del recuerdo.
PARTE BAJA
En la parte alta el frío predomina pero en la falda de la montaña el clima es mucho más húmedo y tropical. El calor no da tregua y hay que estarse hidratando constantemente si se camina bajo el sol.
Los ríos y lagunas de agua cristalina y llena de vida son otro de los atractivos de este singular paraje. Uno de ellos es la Poza Azul, que se recorre en una lancha a cambio de 20 pesos por persona.
Al lado del agua transparente se puede ver a las tortugas asoleándose, a los patos y otras especies de aves, como el Martín Pescador, alimentando a sus crías, además de algunas iguanas fingiendo ser parte de una piedra para pasar desapercibidas.
En estos balnearios naturales es obligado el refrescante chapuzón o al menos el almuerzo en el campo acompañado de la familia completa.
Acampar, viajar en cuatrimoto, vehículos todoterreno, bicicleta de montaña o en caballo; caminar entre las veredas, deslizarse por los ríos en kayak, nadar, rappel, jugar gotcha o hasta lanzarse en una tirolesa de 450 metros son parte de las actividades que también se ofrecen en la parte baja de El Cielo.
Uno de los aspectos más importantes en esta reserva de la biósfera es que las actividades con que cuentan son aptas para toda la familia y para todas las edades.
“Para los jóvenes osados tenemos el rappel, la tirolesa y el kayak. Para quienes son más tranquilos las cuatrimotos, la bicicleta de montaña o el gotcha son una buena opción.
“Para los niños, simplemente nadar en las pozas o montar a caballo les va a divertir mucho y los adultos mayores pueden hacer los apacibles paseos en lancha, los viajes en camionetas para admirar el paisaje o simplemente caminar por las calles del pueblo que son muy coloridas y tranquilas”, comentó Wilfrido Sánchez, gerente del hotel Cumbres Inn & Suites.
El pueblo, de poco más de 800 amistosos habitantes, es pequeño y pintoresco, ideal para caminatas matutinas o a la luz de la luna. Está lleno de flores y de huertos frutales, sobre todo de mangos.
En hospedaje las opciones son diversas, desde los verdes y económicos prados para instalar una tienda de campaña hasta cabañas, hostales y cómodos hoteles.
Además, buscando promover el cuidado de la naturaleza, el Gobierno del Estado está construyendo el Centro de Interpretación Ecológica (CIE), un edificio enclavado en la montaña con salón multiusos, restaurante, sala de proyecciones y que usará agua reciclada de lluvia que recolectará en su techo.
Este lugar dará albergue a visitantes en general y estudiantes en particular, para fomentar el cuidado del medio ambiente desde la más temprana edad.
El Cielo hace honor a su nombre y usted puede comprobarlo uniéndose a los turistas que llegan cada fin de semana a disfrutar el contacto con una de las maravillas naturales más exuberantes de nuestro país.