
Camino del ejido El Empalme, 3:00 de la tarde. Nubes negras comienzan a empañar el cielo de la frontera y en la radio se escucha que una tempestad está cerca. Don Abraham protege con plásticos los criaderos de sus animales y espera ansioso. No caen lluvias en la región desde hace un mes, cuando la tormenta tropical “Arlene” refrescó el noreste de Tamaulipas, pero no pudo aplacar la seca.
Hora y media más tarde unas gotas comienzan a levantar el polvo y el agricultor exclama contento: “¡Ya viene la lluvia!”.
Las tierras de la región no han sido labradas por completo, por lo que una abundante humedad ab-ajo, en el subsuelo, podría beneficiar las próximas cosechas.
Es apenas una llovizna, se va y regresa, pero sigue habiendo optimismo entre los lugareños, aunque dos horas después, para su mala suerte, deja de chispear. En la televisión, las noticias alertan por la tormenta “Don” –que según el mapa de trayectoria carga en sus nubes mucha agua– y recomiendan a la población permanecer en lugares seguros; sin embargo, el día termina y aquello que parecía ser el presagio de un buen aguacero literalmente se esfuma en el aire.
Al día siguiente los gallos cantan y en el suelo no hay fango suficiente que enlode los zapatos. El sol resplandece con bochorno y no queda otra cosa que “aguantarse” a que vuelva a llover.
El cuarto meteoro de la temporada de huracanes se desvió al noroeste de Texas y desapareció en favor de Matamoros y Reynosa (donde esperaban inundaciones), pero también se fue en perjuicio de las comunidades rurales circunvecinas, que ahora tendrán que seguir dependiendo de la Comisión Nacional del Agua (CNA) para abastecerse.
A la 1:30 de la mañana del pasado 30 de julio el fenómeno meteorológico se degradó a depresión tropical y se dio por concluida la alerta.
“¿Nosotros beneficiados? no mucho, porque fue muy poca agua la que nos cayó, no marcó casi nada. Ni media pulgada. Se hablaba de que serían seis, pero todo se fue por allá, por Corpus Christi. Aquí llegó como le decimos nosotros: un matapolvos”, relata desilusionado don Abraham Lorenzo Rodríguez.
El campesino, quien también dedica esfuerzos a una tienda de abarrotes, porque confiesa que “del campo no siempre se puede vivir”, asegura que ahora sus esperanzas para salvar el año están puestas en el ciclo tardío de siembra.
Cuenta: “Ahorita lo que estamos haciendo es preparar las tierras para el nuevo periodo. Se habla de que hay posibilidades de que se siembre mucho, pero estamos en veremos, porque no sabemos si las autoridades federales nos darán el agua que necesitamos o no. La CNA es la que se encarga de eso”.
Dijo que no se requiere tanto volumen, pero agregó que esto no depende de los ejidatarios. Para variar tampoco ha llovido como se esperaba.
UN AÑO DE DURAS PRUEBAS
Tanto para don Abraham como para sus vecinos hablar del huracán “Alex” es cosa aparte, pues este meteoro, que entró al norte de México el año pasado, sólo les ocasionó devastación y más pobreza.
Y no tanto por sus poderosas ráfagas de viento, sino por el agua que descargó en el Estado de Nuevo León y que luego fue desfogada por Tamaulipas, causado severas inundaciones y la pérdida de 110 mil hectáreas de sorgo, 80 mil de maíz y 10 mil de cítricos en esta entidad.
La Comisión Nacional del Agua ni se coordinó ni dimensionó con anticipación el problema, pues nunca vació sus presas ni tampoco le cedió a los Estados vecinos el agua que tanto le solicitaron antes del desastre natural, para los periodos de siembra.
Para evitar que las ciudades se “ahogaran” las autoridades federales determinaron que si el río Bravo no ayudaba a liberar al mar los volúmenes excesivos de agua, había que desbordar la presión sobre los extensivos campos de cultivo tamaulipecos. Y así fue: se evitó una catástrofe inusitada para los municipios fronterizos, a costa de la destrucción de miles y miles de hectáreas de plantíos, al romper las carreteras y dejar pasar la fuerte corriente.
Don Abraham estuvo entre los afectados, pero reconoce que a otros compañeros les fue peor. Todas sus parcelas resultaron dañadas y no hubo algo que rescatar, aunque considera que a estas alturas de nada les sirve buscar culpables.
“Precisamente por aquí pasa el vaso que es el desfogue de las presas, para que no se inunden los municipios. Muchos perdieron sus cosechas, porque todavía no las levantaban y luego se vinieron las lluvias.
“Hasta ahorita hemos tenido quejas de varios compañeros a quienes todavía no se les liquida esa pérdida que hubo. El apoyo todavía no les ha llegado”, manifestó.
Este hombre de muchos años, pero de fuerte andar, dice que a quienes bien les fue les dieron 600 pesos por hectárea, lo cual no resulta significativo, pero admite que de eso a nada, prefieren el aliciente por pequeño que sea.
Describió que por desgracia las inundaciones de la región –que en algunas partes llegaban más lejos que el ojo humano– desencadenaron otra clase de problemas, pues los cultivos de sorgo se echaron a perder y despidieron por meses un insoportable aroma.
“El producto se nos pudrió y toda esta región se llenó de pájaros y plagas. Fue un fenómeno que no lo habíamos visto en años”, dice.
Añadió que quienes vivían cerca de las zonas siniestradas la pasaron mal con la abundancia de zancudos, pero comentó que luego llegaron las fumigaciones y se controló ese problema.
“Fueron varios fenómenos que nos afectaron mucho, pero a pesar de la desgracia hubo algo que nos benefició, porque hubo mucho pescado, el mentado catán. Había en abundancia y mucha gente se favoreció.
“Esta no es zona de pesca, aunque hace mucho sí lo era, cuando estaba aquí cerca la laguna”, destacó el entrevistado.
Don Abraham especificó que para volver a utilizar la tierra se tuvo que echar una fumigación que ayudó a remover las plagas, se preparó el terreno y a base de trabajo éstas se debilitaron.
LA TERCERA NO FUE LA VENCIDA
Controladas las epidemias del campo a causa del exceso de agua, vino otra catástrofe: las heladas.
Alrededor de 100 mil hectáreas de temporal (no de riego) resultaron afectadas por el hielo que trajo el crudo invierno, pues en algunos puntos de la frontera el termómetro marcó menos seis grados centígrados.
“Se nos vino la helada. Muchas personas ya habían sembrado, sus plantitas ya estaban nacidas y mucha gente se vio perjudicada”, afirma.
Esa vez la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), declaró el norte del Estado como zona de desastre.
Sobre las interminables tierras al sur de la frontera podía divisarse una espectacular capa blanca, que no obstante su belleza, secó los granos y volvió a dejar a muchos campesinos con las manos vacías.
Por si esto fuera poco se presentó una nueva desgracia en la región, ya que la carencia de lluvias dio paso a una sequía, la cual hasta ahora sigue afectando al noreste del país.
“Eso nos da a entender que con la naturaleza no se puede. Nos castigó más a quienes sembramos de temporal”, asegura don Abraham.
Con el paso de los meses el problema se profundizó y llevó inclusive a quienes se dedican a engordar animales, a buscar apoyos para darles de comer, pues hasta el mes de julio se habían contabilizado en Tamaulipas cinco mil cabezas de ganado muertas y un sinnúmero de reses flacas, con pérdida de condición física y volumen corporal.
Este sector también se declaró en estado de emergencia, pues la falta de agua afectó los pastizales y escaseó la comida para las bestias.
En los sembradíos el panorama no fue diferente a pesar de que se logró una cosecha de un millón 800 mil toneladas de sorgo, un 25 por ciento menos de lo que se esperaba.
La sequía evitó que se produjeran 70 mil toneladas más en las 640 mil hectáreas de grano rojo que hubo en los municipios de San Fernando, Burgos, Méndez, Río Bravo, Valle Hermoso, Reynosa y Matamoros.
Se espera que durante el periodo tardío puedan ser sembradas 450 mil hectáreas de sorgo si el intenso calor lo permite.
Es por eso que la tormenta tropical “Don” era muy importante para los agricultores de Tamaulipas, pues traía la esperanza de disuadir las mermas de los últimos meses; empero, sólo dejó frustraciones, más que beneficios.
“Con esta lluvia la sequía no se aplacó, como pueden ver el suelo ya está seco y no fue gran cosa el agua que cayó.
“No era el beneficio que esperábamos, porque ahí está, no marcó nada. Para que sea beneficiosa una lluvia se habla de tres o cuatro pulgadas para que ayude al producto, porque en los terrenos que ya están preparados esa humedad se va almacenando, se va conservando ahí, para luego que se siembre existan buenos cimientos”, comenta el ejidatario.
TIERRAS DE SIEMBRA
POR TRADICIoN
El entrevistado añadió que el norte de Tamaulipas es por excelencia zona de siembra. Agregó que tan sólo en los ejidos de El Empalme, Altamirano, Vista Hermosa, José Delgado, Liberación, Ensenada y La Florida hay poco más de mil campesinos.
“Cada uno tenemos nuestra jurisdicción, por ejemplo, Vista Hermosa pertenece al Comité Campesino de Matamoros y ellos tienen su organización, pero somos compañeros porque estamos cerquita, como quiera nos echamos la mano los unos a los otros”, indica.
Externó que los productos que más se siembran aquí son el sorgo, el maíz y algodón, pero destacó que se está implementando un programa para trabajar también con la soya para el periodo tardío.
“El grano lo tenemos que conseguir comprado por nosotros. En la soya, por ejemplo, tenemos que hacer un contrato de compra-venta de la cosecha. Es agricultura por contrato, según los beneficios obtenidos es lo que se retribuye a cambio.
“Las semilleras son las que se encargan de facilitarnos el grano. Hay varias marcas como la de Los Flores y la Chapa Quiroga, las cuales nos habilitan todos los insumos, desde semillas, fertilizantes y hasta los créditos”, explicó.
Don Abraham subrayó que no obstante, el sorgo es lo fuerte en el norte del Estado. Enseguida le sigue el maíz y después el algodón.
“El primero se lo llevan al interior del país, para las marraneras y polleras que tienen por allá. La compañía Bachoco lo demanda mucho”, abundó.
Este agricultor dio a conocer que en el último periodo se segaron en Tamaulipas dos millones de toneladas de sorgo, mientras que de maíz para consumo humano alrededor de 600 mil aproximadamente.
“Del algodón todavía no se dan las cifras, porque aún no se ha cosechado todo. La máquina ya lo está levantando, pero es poco lo que ahora se siembra por aquí, a diferencia de las décadas de los 50 y 60, cuando la zona era 100 por ciento algodonera.
Aseguró que el periodo tardío ya se debe estar sembrando y éste se recolecta para los meses de noviembre o diciembre. Comentó que va apenas el 70 por ciento de la preparación de tierra.
En un recorrido Hora Cero pudo comprobar que prolongadas cantidades de plantíos lucen secos y otros, simplemente no los trabajaron y se llenaron de hierba.
Mientras tanto, don Abraham, bajo el ardiente calor encomienda al cielo que ya se terminen las calamidades del campo en Tamaulipas, de las que aseguran, él y sus colegas tardarán años en recuperarse.