Anderson Meda y su esposa Rosa del Carmen salieron de Centroamérica con su bebé en brazos para emprender la búsqueda del “sueño americano”, como todos los migrantes, sin importar los peligros que pudieron suscitarse durante su trayecto; a más de dos meses de haberse establecido en el albergue migratorio Senda de Vida, a escasos kilómetros del Valle de Texas, ahora, junto con otro centroamericano, ayudan a cientos de niños para que no sean parte del rezago educativo.
Mientras esperan en el refugio migratorio Senda de Vida a que se resuelva su petición de asilo político en los Estados Unidos, los tres jóvenes migrantes dan clases a más de 200 niños entre centroamericanos y mexicanos, en medio de la contingencia sanitaria que persiste por el Covid-19.
El joven Anderson Meda Lemus, de Guatemala, junto a su esposa Rosa del Carmen, de El Salvador y José Carlos, también de Guatemala, se enlazan vía zoom con profesores del Valle de Texas que pertenecen a la organización Sidewalk School Worksheet, quienes velan por la educación de los pequeños migrantes.
“Al momento tenemos 6 profesores que nos instruyen y ellos nos dicen cómo debemos dar las clases y nosotros enseñamos a los niños; nos mandan material, nos explican y ya nosotros nos encargamos de dar las clases”, comenta el profesor voluntario Anderson.
Los menores se reúnen bajo una pequeña carpa que los protege de los rayos solares, donde toman sus clases y tienen cierto horario para enlazarse a través de una computadora que está conectada a un televisor.
Ahí llegan los grupos de niños muy entusiasmados para tomar sus clases, no sin antes pasar por las medidas necesarias para protegerse de los contagios del Covid, que con anterioridad se había apoderado del albergue.
Los tres jóvenes migrantes también tienen a su cargo grupos de niños y jóvenes de diferentes edades que van de 6 y 7 años, quienes toman clases especiales de kínder, luego siguen las clases más avanzadas de primaria que es donde acuden niños de 8 a 15 años.
“Hasta ahora hay un aproximado de 250 niños y tenemos 6 grupos, a veces hay grupos de 20 o de 15, entonces varía mucho, les damos las clases de lunes a viernes de 9 de la mañana hasta 4:30 de la tarde”, explicó Anderson.
CLASES A DISTANCIA
Los maestros voluntarios trabajan con profesores de los Estados Unidos que al igual que estos chicos centroamericanos también fueron migrantes. Anderson Meda destacó que hay profesores de Cuba muy preparados y de otros países, que radican en los Estados Unidos y entonces a través de videoconferencias vía zoom explican cómo hacer las actividades con los menores.
“Este proyecto acaba de llegar, creo que en otras fronteras ya se había dado, pero aquí a Reynosa tiene poco, viene la Asociación Sidewalk School Worksheet y nos preguntan, ¿quieren apoyar? y aceptamos”.
En el albergue Senda de Vida no sólo migrantes de Centroamérica se encuentran varados esperando su respuesta del asilo político por parte del gobierno estadounidense, también hay niños de México, quienes vienen de los estados de Zacatecas, Guerrero, Chiapas y Michoacán.
Todos los niños acuden gustosos a tomar sus clases, relata Anderson, quien comenta que son menores que se olvidan un rato del estrés por estar encerrados y que son muy agradecidos.
“Considero que todas las materias son importantes, tenemos materias de inglés, didácticas que son para que los niños aprendan a escribir, leer, contar, multiplicar, sumar y dividir, todo esto es necesario para los niños para que no se les olvide para que no lleguen a los Estados Unidos con un aprendizaje bajo en caso de que les den el asilo político, y que lleven en la mentalidad seguir allá estudiando”.
SU SATISFACCIÓN DE AYUDAR
Los profesores centroamericanos comentaron que además de continuar con su educación, los niños son apoyados por una iglesia que les provén de alimento, ropa, medicamentos que son donados por la población de ambos lados de la frontera.
“La verdad, que te agradezcan y te den un abrazo nos deja una gran satisfacción”.
“Esto es algo muy bonito poder ayudar a los niños y que lleguen motivados al lugar a donde van; considero que los Estados Unidos tiene un régimen de educación más estricto, por eso es importante hacer incentivos en los niños que puedan salir adelante y pues seguir apoyándolos”.
“Somos personas que vamos de paso y que necesitamos ayuda, necesitamos apoyo y que si hay personas que quieran ayudar serán bienvenidos los apoyos, sobre todo si es ayuda para los niños”.
LA ODISEA DEL VIAJE
El proceso de los migrantes centroamericanos para llegar acá es bastante difícil, pues tienen que recorrer cientos de kilómetros para llegar hasta esta frontera, desplazándose en combis, furgones, el tren o en camiones de carga, aguantando hambre y sed.
Incluso hay días que se quedan en lugares donde no les dan comida y hay personas insensatas con los niños y las mujeres embarazadas que los dejan en el piso o bajo el sol, sin agua.
“Yo tengo viviendo aquí en Reynosa dos meses y 10 días con mi esposa y mi compañero aproximadamente cuatro meses. Llegar acá es difícil pero es un paso muy grande, muchos pasan por secuestros, por violaciones y el llegar acá y poder ayudar a los niños, poder sacarlos de todo ese estrés de haber pasado ese viaje es una gran satisfacción”.
Anderson Meda de 21 años de edad, es originario de Escuintla, un lugar ubicado a 63 kilómetros aproximadamente de Guatemala (Capital), de ahí salieron en busca de una mejor vida.
“Toda la violencia que se está viviendo no solo en Centroamérica sino también en México porque aquí también ayudamos a los niños por igual todos somos migrantes, pues nos hace salir de nuestras casas”.
ELLOS TAMBIEN
TIENEN SUEÑOS
Mientras colorea un dibujo que hizo ella misma en una hoja blanca, Sherlín, de tan sólo 9 años de edad, recuerda que salió de su tierra en compañía de su madre y sus tres hermanos.
La pequeña es originaria de un ejido llamado, 20 de Noviembre, cuya población alcanza un aproximado de 952 habitantes y pertenece al municipio de Amatenango de la Frontera del estado Chiapas.
Dejó la escuela cuando la Pandemia del coronavirus cubrió al país; al verse muy necesitados decidieron salir de su comunidad, a pesar de las dificultades se manifestó muy contenta de aprender nuevas cosas en las clases que están recibiendo.
“Allá iba a la escuela, pero dejamos de ir porque cerraron y mucha gente se estaba muriendo”, comenta Sherlín.
Su mayor anhelo es ser doctora para poder curar a su madre cuando esté enferma.
Josué de 12 años parece que por un rato se olvidó de establecerse en los Estados Unidos, ahora sueña con ser un profesor, lo que más le gusta es aprender inglés, artística y no le gustan las matemáticas.
El menor llegó a Reynosa con su padre, desde El Salvador, para solicitar asilo político al gobierno de Estados Unidos.
En cambio a Edwin de 11 años de nacionalidad hondureña, le gusta el futbol, hacer tareas y le fascinan las matemáticas pues está poniendo mucha atención a las clases porque quiere ser un agente de Policía.