
Todo lo imaginable puede encontrar en este mercado de Reynosa… desde fruta, veladoras, santos, estampas, cubetas, hierbas de todo tipo, especies, hojas para tamal, condimentos, chiles y todo tipo de productos que en otras partes no existen…
Por Isael Castillo
El mercado de El Central, a diferencia de supermercados que ya cerraron sus puertas, todos los días se ve lleno de compradores, clientes habituales de Reynosa o del Valle de Texas que compran los productos del día.
El comercio es muy concurrido por amas de casa y familias, porque solo allí encuentran lo que en grandes su pers o Hipers no venden, sin tarjeta de débito y, a veces, hasta fiado.
Ubicado al norte del barrio de El Centralito, y vías del tren, el mercado ofrece fruta y verdura fresca, sin químicos, ni conservadores y sin refrigerar.
Aquellos alimentos pasados de maduros tienen rebajas y los que no se venden se regalan a drogadictos y alcohólicos anónimos, que todos conocen.
Al caminar por su único pasillo, se respira el aroma de la canela y frutas, pero sobresale raro olor de pinol y ajo, característico de las lociones para la buena suerte.
De repente se ve a uno que otro chiquillo con la boca embarrada del sumo de una naranja, el producto más popular.
En las fruterías se ve un fruto no propio de la región, del tamaño de una nuez, amarilla, jugosa y dulce, el jobo, que también se vende en agua fresca en los vitroleros.
Además hay guanábanas, cuyo kilo de dos o tres piezas supera los 60 pesos, y aún así las compran porque, afirman los vendedores, es buena para tratar el cáncer.
En todo lo largo del apretujado pasillo, se ven de lado y lado un molcajete por aquí, un metate y un comal por allá y morrales colgados por acullá.
En los locales la vista se topa con tinas de aluminio para lavar ropa o bañar al bebé, unas tortilleras de metal y los vitroleros de plástico para las aguas frescas.
En un local naturista se ven las hierbas para la cocina o remedios como la ruda, albahaca, romero y hoja de aguacate; también miel, nopales y chile del monte.
En la esquina puede olfatearse el menudo, los tacos de tripa y tortas de bistec; desde unos metros se oye el chillar de la carne en el comal, se ve el humo y se siente el olor del guisado.
Esa es la taquería Don Samuel, llena de estudiantes, familias y de personas que, desde cuadras arriba, acuden a bajarse la borrachera.
Este es el mercado de El Centralito, es el más popular de la región; hasta familias de Díaz Ordaz, Camargo y Monterrey vienen aquí a hacer sus compras.
Allí los condimentos, el pollo amarillo, los quesos, tortillas, pasta de mole rojo, ristra de ajos, plátano macho, hojas de plátano y chiles secos se venden todos los días.
ASI ES EL MERCADO
Antes de llegar a la calle Juárez está la frutería que atiende su propietario, Don Luis Flores.
“No va a creerlo, pero aquí tenemos de todo, busque lo que sea y lo encontrará y si no, se lo buscamos”, precisa con seguridad.
Como todos los días, Don Luis Quiñones, comerciante en tamales, llega a la frutería y escoge la manteca, hojas de maíz, ajos, chile cascabel, tomate, jalapeño, frijol con lo que elborará su producto.
“Me atienden bien, buen precio y nos dan chance de escoger la mercancía ¡hasta parezco el dueño!”, expresa el señor Quiñones.
A media cuadra se detiene un carro color azul rey, placas tejanas, baja una mujer mayor y camina hacia la frutería. Escoge una bolsa con ajos, luego va al mostrador.
> ¿Cómo está, doña Diana?
> “Bien. Llevo esto”. Extiende los ajos al comerciante.
> ¿En cash o crédito?
> Cash, don Luis.
Es la señora Diana Cantú y viene de McAllen, Texas, es una cliente frecuente y comenta que en este negocio le dan crédito y sin firmar.
Otro de los giros concurridos es la hierbería Los Ángeles, negocios de unos 30 años de antigüedad que vende productos esotéricos, muchos son recetas de un brujo o chamán.
Las veladoras que más se venden, dice el empleado, son para tener dinero, el amor y la suerte, en ese orden.
Allí se pueden ver figuras de Pancho Villa, de ángeles, pero la que más se compra es la de la Santa Muerte en sus diferentes colores.
También hay figuras del maligno, que es un nuevo producto que está tomando auge entre sus seguidores, añade el empleado que omitió su nombre.
Algunas madres de familia envían a sus hijos a comprar estampas de los santos de su devoción, entre ellas la Virgen de Guadalupe y San Judas Tadeo.
El comerciante José Tiburcio Jasso Servín se dedica a la venta de nopal, miel, aguas frescas naturales, plátano macho y hoja de plátano para los tamales veracruzanos y zacahuil.
“Yo vendo alimento que no aprecian las nuevas generaciones, alimento que ya de grande empezamos a buscar por las enfermedades”, lamenta.
Cuando se acercan las posadas y la Navidad, los locales de este mercado se llenan de compradores que buscan la mandarina, cacahuate, caña, dulces mexicanos y caña para el ponche.
Aquí hay piñatas y colaciones, es uno de los pocos lugares en Reynosa que vende estos productos tradicionales.
“La mandarina, que ya viene, se nos vende como pan calientito; en venta, la mandarina ‘se da un tiro’ con el cacahuate… así es el mercado” concreta Don Luis Flores.