En el mundo es conocido como el caudal que divide la frontera más transitada del hemisferio norte. Históricamente fue escenario de cruentas batallas en el conflicto armado de la Intervención Estadounidense a territorio nacional entre 1846 y 1848 con López de Santa Anna como presidente.
En este sitio también se han protagonizado los capítulos más negros en la historia de la migración ilegal hacia la Unión Americana y el trasiego de drogas, pero lo que resulta imposible de reconocer es que el río Bravo también es un sitio de tranquilidad y descanso, lejos del bullicio y el estrés urbano.
En sus riberas existen numerosos desembarcaderos de botes y hasta yates que generalmente los fines de semana zarpan para explorar las interminables riquezas de este afluente custodiado por agentes de la Patrulla Fronteriza.
No obstante, aún cuando se localiza en aguas limítrofes, no hay autoridad que moleste a quienes las navegan con fines recreativos.
Los predominantes días soleados, la vegetación semiárida y el característico color olivo del agua hacen de este, un sitio único; el cual transmite a la vez un espíritu de misterio y de atracción a la naturaleza.
Contrario a lo que pudiera pensarse en la orilla mexicana –desde Reynosa a Miguel Alemán–, se encuentra mayor un número de muelles y hasta pomposas residencias, que en el costado norte. Llama la atención que en ambos sentidos la arquitectura de las construcciones cambia vertiginosamente (de concreto en suelo azteca y de madera en terreno yanqui).
Además pueden observarse familias de patos, codornices y gaviotas, que con la llegada de vacacionistas del norte de Estados Unidos y sur de Canadá le dan vida a esta región cada vez más turística.
Por las mañanas y tardes suelen verse personas con caña de pescar o montando motos acuáticas, aunque con chaleco flotador, por la fama de peligro que acarrea el río.
Inclusive, existe un cementerio de autos clásicos a la altura del club Campestre, pero en el borde texano. En hilera los vehículos se encuentran con el cofre sumergido en el agua en posición vertical y en algunos casos extraviados por la maleza.
De todas formas es difícil imaginar que un sitio al que se le ha dedicado infinidad de planas “grises” en los medios informativos, ofrezca un ambiente tan acogedor y paradisiaco. Basta conocer el río Bravo para sentirse atrapado en su mundo de sorpresas.
BRAVO CAUTIVADOR
Carlos Alanís Reyes, quien desde hace poco más de un año suele pasear con su familia por este seductor lugar, reconoció que en su mente nunca cruzó la idea de que fuera a satisfacerle tanto, mucho menos que se compraría un bote.
“Unos amigos me invitaron y me admiré al descubrir un río Bravo diferente a como lo pintan en la televisión, lleno de vida y paz. Yo no lo veo como una zona de peligro, sino como un buen punto para pescar y divertirse sanamente”, indicó.
Entrevistado a bordo de su embarcación Queen Mary de seis metros de longitud –equipada con un motor de 150 caballos de fuerza y sistema de navegación para bahía y agua dulce–, el empresario transportista dijo que entre las especies que aquí pueden capturarse se encuentran: robalo, bagre, catán y tilapia.
Señaló asimismo que es un espectáculo mirar las potentes embarcaciones de los visitantes deslizarse a grandes velocidades por el cauce.
“Se disfruta ver a los americanos cuando vienen a esquiar y entretenerse con sus lanchas rápidas, es algo que llama mucho la atención para grandes y chicos”, añadió.
El entrevistado comentó que para flotar en aguas del río Bravo se requiere (por barca) un permiso expedido por la Comisión Nacional del Agua (Conagua), que resguarda los intereses de la hidrografía mexicana.
Pero manifestó que no existe acoso de los agentes de la Patrulla Fronteriza:
“Al contrario, si llegamos a tener algún problema con el bote ellos nos auxilian. Mientras no trate uno de bajarse fuera de los puntos aduanales no hay ningún problema”, relató.
CASOS COTIDIANOS
Entre las historias que ha experimentado en sus excursiones al río Bravo, Carlos recordó una ocasión cuando se le aproximó un caballero finamente vestido y le solicitó que lo cruzara hacia el lado estadounidense, un favor que pudo haberlo metido en aprietos con las autoridades del país vecino.
“Me encontraba en la Bocatoma con mi bote y esta persona llegó y me preguntó cuánto le cobraba nada más por dejarlo en la orilla. Se me hizo muy curioso porque no parecía que tuviera necesidad económica.
“Naturalmente me rehusé para no meterme en problemas, aún cuando insistió en pagarme una muy buena suma. Si me llegan a ver en una situación como esa (pasando ilegales) no solamente pierdo el barquito, sino que hasta me acusan de tráfico de personas. Pudo haber sido también algún gancho de alguna autoridad para ver si me dedicaba a otra cosa…”, relató el pescador aficionado.
Referente a la creciente urbanización en terrenos conexos al río Bravo, con modernos restaurantes y fincas en ambas partes, Carlos reveló que es un sueño vivir en un paraje como éste.
“A mí me gustaría tener un lugar así, a la orilla del agua; bajas tu lancha e invitas a tus amigos y tu familia. Puede uno convivir con la tranquilidad de la zona, además de que es estupendo para las carnes asadas, acampar y hasta para hablar de negocios”, describió.
Flotando en un área con siete metros de profundidad (de acuerdo a su computadora de viaje) y al arrullo del canto de las aves, el propietario de la Queen Mary comentó que pese a ser una actividad “un poco cara” timonear en la “ruta fronteriza” vale la pena.
“Conviene hacer el sacrificio, porque te olvidas del mundo; no hay ruido, no hay teléfonos ni quien te atosigue”, abundó.
En síntesis, los atractivos del río Bravo son interminables, como los turistas que día a día están haciendo de éste un espacio más público, con lo cual contrarrestan las referencias negativas que de él se hablan.
UNA PRACTICA CONTAGIOSA
Héctor Quiroz, uno de los tripulantes del moderno bote de Carlos Alanís, dijo que recién se unió al club de los amantes de la navegación por el río Bravo.
“Principalmente porque, debido a las actividades laborales, es difícil viajar a otras ciudades y este lugar es una excelente alternativa para mitigar el estrés cotidiano. Mi amigo fue quien me indujo al llevarme a pescar y me encantó”, señaló.
Héctor afirmó tener una embarcación en el taller que pronto espera poner en circulación.
“Acabo de comprar una lancha para 10 personas. Está construida con aluminio y tiene una longitud de ocho metros”, ilustró.
Sobre la peligrosidad del río el también empresario recomendó utilizar el salvavidas en todo tiempo.
“No te puedes confiar, aunque la corriente esté muy tranquila. No solamente te caes por la borda, sino que también puedes darte un golpe con las orillas del bote. Extremar precauciones es un principio elemental”, afirmó el entrevistado.
Para acceder al desembarcadero público de la Bocatoma es necesario tomar la carretera a Nuevo Laredo y avanzar unos 10 minutos en coche desde la zona centro de Reynosa. A mano derecha se encuentra la desviación y se recorren aproximadamente 500 metros hasta llegar a un parque conocido como La Playita, de donde se puede zarpar.