En la pequeña población del municipio de Gustavo Díaz Ordaz, en Tamaulipas, el tiempo parece haberse detenido. Sus habitantes quizá nunca imaginaron que entre las maravillas modernas arquitectónicas del siglo XXI, un rústico chalán atraparía la atención de cientos de extranjeros que llegan hasta la ciudad, para darse el gusto de viajar durante tres minutos sobre su plancha metálica, en un recorrido de 150 metros navegando por las caudalosas aguas del Río Bravo entre México a Estados Unidos.
El trayecto no es largo. Flotando sobre el inmenso río se percibe la estructura metálica del chalán o ferry, antes fabricado artesanalmente con madera. Su mayor atractivo no es la espectacularidad de su construcción, ese rasgo distintivo que a cientos de obras monumentales las caracteriza y distingue, para asombrar al mundo.
Su mérito, paradójicamente, radica en haberse guardado en el tiempo, en haber caminado silenciosamente por la historia de México y de Estados Unidos en los momentos más cruciales de la vida de las dos naciones.
Sin considerarse oficialmente una maravilla, el chalán es de esos trabajos del hombre que, aprovechándose de la naturaleza, se erigió más por casualidad que por intención. Al chalán, el tiempo, le daría su uso y se encargaría de convertirlo, sin presunciones, en un reservado atractivo turístico.
Pero el chalán es más que eso. Mientras Tamaulipas presume ser una entidad con 15 puentes internacionales que conectan a México con Estados Unidos, la poca profundidad del Río Bravo que atraviesa la frontera entre Los Ebanos y Díaz Ordaz convirtió este vado en un punto de tránsito utilizado por los indígenas americanos y conquistadores españoles a mediados del siglo XVII.
En 1846 el vado se convirtió en la entrada de las tropas estadounidenses cuando libraban la guerra contra México y, más tarde, en el campo de batalla entre los Rangers de Texas y bandas de robo de ganado que llevaban su botín a conveniencia de uno a otro lado del río.
Otras historias y persecuciones se libraron en esta desolada zona en los años 20 y 30 cuando los tequileros mexicanos y sus cómplices en Estados Unidos utilizaban el vado de Los Ebanos para traficar con enormes cantidades de licor.
De Francisco Villa, “El Centauro del norte”, se dice que por aquí “hizo de las suyas”. Según cuentan algunos pobladores: “Por aquí se les peló varias veces”.
Otros, incluso, afirman que sus abuelos conocieron a los cuatreros más famosos de la tropa y hasta hablan de romances furtivos entre esposos infieles que cobijaban su pecado bajo el aroma de estas tierras.
Pero el vado dejaría de ser parte de escondites y leyendas en 1950, con la creación de una estación de revisión migratoria del lado estadounidense, con el fin de cruzar legalmente de un país al otro, de México a Estados Unidos y viceversa.
Las condiciones para establecer el chalán estaban dadas.
BIENVENIDOS/WELCOME
El capitán Albert Simo recibió del gobierno federal la concesión para operar el único ferry de Estados Unidos que conecta a dos países y utiliza la fuerza humana para moverse.
El presidente Dwight D. Eisenhower lo designó como uno de los 43 pasos fronterizos con México, y fueron exploradores con colonos españoles a las órdenes de José de Escandón, quienes en 1740 vadearían por esta parte de Tamaulipas el río.
Guadalupe Armando Garza de la Garza, propietario del chalán desde 1982, y quien comparte la concesión con Heriberto y Linda Reyna -concesionarios en Los Ebanos desde que inició su primer viaje el chalán alrededor de 1950-, argumentó que obtuvo su registro ante las autoridades por el año de 1954.
Comentó que en México se obtiene la concesión inicial por diez años; después de ese período se tiene que revalidar cada dos años, ya que se puede continuar o cancelar ésta, según consideren las autoridades responsables.
De la Garza, quien fue presidente municipal de Gustavo Díaz Ordaz en el trienio de 1978 a 1980, refirió que según la familia Reyna, poseen la concesión del chalán por 99 años.
NO ES BUSINESS
El también empresario, Armando Garza, asegura que el ferry es el principal atractivo de Díaz Ordaz, pues vienen turistas de todo el mundo a conocerlo.
“Las personas ya grandes del norte de Estados Unidos cruzan por Los Ebanos sólo para darse el gusto de pasear por el chalán”.
Sin embargo, reconoce que no es negocio, pero sí le interesa que permanezca por el significado que tiene para la gente y la ciudad.
Asegura que no hay mayores ganancias, porque el uso del chalán se restringe a un horario muy corto, se abre delunes a domingo de las 8:00 a las 12:00 horas y de las 12:30 a las 15:45 horas, esto es, durante 7 horas con quince minutos.
Indicó que otro de los motivos que no le permite ser productivo económicamente es que cruzan muy pocos carros, debido a la forma en la que se da movimiento al chalán.
Otro punto en contra, mencionó, es el clima, ya que cuando hay mucho aire se detiene el curso del chalán para evitar accidentes.
Por ser una zona que su economía depende de la agricultura, apuntó que también se para cuando se abren las compuertas de la Presa Falcón para irrigar las tierras y cuando aumenta el nivel del agua del Río Bravo.
Comentó que además de compartir los gastos de mantenimiento del chalán, tiene que pagar al chalanero 120 pesos por día y una cuota al Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales ( Indaabin) que administra el inmueble federal compartido.
PUENTE DE AGUA
En contraste con las imponentes estructuras de los puentes internacionales, realizados con acero y concreto, en Gustavo Díaz Ordaz hay uno atractivamente natural, un puente fluvial por el que cruzan cientos de personas diariamente.
Quien lo diría, en pleno siglo XXI transitando de un país a otro -uno de ellos considerado la potencia más grande del mundo-, a través de un chalán que se mueve por unas cuerdas jaladas con la energía y fuerza de seis personas que las deslizan poco a poco por medio de poleas.
Una imagen, sin duda, inusual, digna de plasmarse en el álbum de la historia de México. Una imagen que, además, se desliga de ese tráfico vehicular que cruza por los puentes de las grandes ciudades fronterizas, resguardados por mallas metálicas y muros de concreto.
En el ambiente de Gustavo Díaz Ordaz una variedad de ardillas y aves de colores pintan el paisaje, mientras que Los Ebanos presume de tener los árboles que dan la madera más dura de la tierra.
En la tranquilidad de un municipio que alberga alrededor de 20 mil habitantes, a partir de las 8:00 horas empieza a formarse una fila de vehículos (carros y bicicletas) y peatones para cruzar a Los Ebanos y de ahí a McAllen, donde la mayoría de ellos trabaja.
A las 8:45 hace su parada al chalán un camión de transporte público con visa para cruzar al otro lado del río.
Los que cruzan a pie tendrán que pagar 5 pesos, mientras que los conductores de vehículos 25.
Con los motores apagados esperan su turno. El chalán puede cargar hasta 10 toneladas, esto es, 3 automóviles y alrededor de 20 personas y 10 bicicletas a las que cruza, al otro lado, en 3 minutos.
A diferencia de las más de dos horas que, en promedio, se tarda en pasar un automovilista de Nuevo Laredo a Laredo por el puente internacional en horas pico; de Díaz Ordaz a Los Ebanos lo más que se puede tardar en cruzar es una hora y cuarto en una fila de 40 carros; cuando es de los primeros en formarse, no tardará más de 6 minutos.
Según cálculos de Armando de la Garza, cada hora cruzan entre 16 y 18 carros y hasta 120 por día.
MAS FUERTE
Aunque el tiempo se aferra en sucumbirlo de cara a los avances de la tecnología moderna, el chalán estrena nueva piel. Hace poco más de un año cambió la madera rudimentaria por el metal.
Su nueva piel lo ha fortalecido y en lugar de cambiar su madera cada tres años, el metal con el que lo han forrado le asegura un tiempo de vida de hasta 25 años, según se mantenga. Los gastos del cuidado del chalán corren a cargo de los concesionarios y un guardacostas de la Marina mexicana revisa su estado cada tres meses, para vigilar su buen comportamiento.
La nueva armadura del chalán, informó Armando Garza, tuvo un costo de 60 mil dólares, inversión que fue compartida por los concesionarios.
Durante 50 días el ferry estuvo en reparación. La gente que acostumbraba verse con él frecuentemente lo extrañó, pués tenía que trasladarse hasta las ciudades de Camargo o Reynosa para cruzar al vecino país.
El chalán, que fue adquirido por “Mando” Garza en 1980, aseguró que el ferry ahora es más fuerte y, difícilmente, podría darse un accidente, como el que ocurrió cuando su plancha todavía era de madera, al caer un automóvil al río.
Contra viento y marea, el chalán se fortalece. Su origen bicultural es mudo testigo de una tierra dividida, desde la que a lo lejos vislumbra la construcción de muros que, por más altos que sean, jamás borrarán de su pasado que Texas fue territorio mexicano.