
Aunque las moscas se postran inclementes sobre su cuerpo, al pequeño Juan Manuel esto parece no importarle.
Este bebé, de apenas seis meses de vida, es el más pequeño de los damnificados del ejido San Lorenzo –en el municipio de Matamoros, Tamaulipas–, conformado por campesinos que perdieron lo poco que tenían con la crecida del río Bravo que azotó la región mediados del mes de julio.
Mientras su madre lava a mano la poca ropa que pudo rescatar del agua, el pequeño permanece indiferente al destino que seguramente le tocará vivir y que inició de una manera triste.
La tragedia para esta comunidad rural de 500 habitantes, ubicada a 25 kilómetros de la ciudad de Matamoros, es inmensa.
A lo largo de la carretera al puerto El Mezquital, que comunica al ejido, pueden observarse cientos de hectáreas de sembradíos de sorgo, maíz y otros granos, completamente anegadas. Inservibles como las casas de los pobladores que también sufrieron el embate del agua.
Hasta ahora nadie se atreve a calcular cuánto se perdió en esta histórica crecida del río Bravo en la región que, aseguran las autoridades, afectó 132 mil hectáreas de sembradíos en Tamaulipas y que obligó a las autoridades de Matamoros a solicitar 300 millones de pesos del Fondo Nacional de Desastres (Fonden).
Sin embargo, las estadísticas son lo que menos preocupa a estos hombres de piel tostada por el sol y manos callosas por sostener el arado, quienes ahora lucen resignados a aceptar que ya no tienen nada.
DE ESO A NADA
Para estos campesinos, lo urgente es encontrar la manera de salir adelante, pues ahora sobreviven en una bodega de granos habilitada como albergue, propiedad de un buen samaritano estadounidense.
En la entrada de este lugar, puede leerse un letrero que lo identifica como “Integradora de Servicios Humanos, S.A. de R.L.”, que no es más que un nombre rimbombante para un bodegón de techo de lámina donde alrededor de 20 familias –que no encontraron refugio en Matamoros o Valle Hermoso–, han improvisado pequeñas habitaciones de seis por seis metros donde colchas y sábanas sirven como muros para tener algo de privacidad.
Dentro de estos inhumanos espacios, los campesinos descifran la manera de acomodarse junto con las escasas pertenencias que le arrebataron a la furia del río antes de que sus hogares quedaran bajo el agua. De hecho, esta es la mejor manera de pasar el tiempo, pues se han quedado sin tierra para trabajar.
En la noche, dormir en este galerón demanda un esfuerzo que agotaría a cualquiera. Aquí no hay electricidad para usar ventiladores que permitan descansar del calor y salvarse de las nubes de mosquitos y otros bichos que acechan el lugar.
Martha Ramos, una de las damnificadas, explicó lo complicado que resulta vivir en estas condiciones.
“Hay muchos mosquitos, víboras y hasta murciélagos… anoche matamos a dos y tenemos que tener mucho cuidado de que no nos vayan a hacer nada”, sentenció.
Para esta mujer de más de 40 años, quien ha pasado toda su vida en el ejido San Lorenzo, el futuro es incierto.
“Perdimos todo, no pude sacar de mi casa dos roperos, la sala, una vitrina, el refrigerador, un abanico, la licuadora, batidora y otros artículos de cocina; muy apenas pude sacar la estufa, un tanque de gas, la televisión y algo de ropa”, explicó.
Como Martha es una de las que tuvieron suerte pues pudo rescatar de la inundación su estufa, ahora funciona como una de las responsables de las cocinas comunitarias donde sus vecinos cocinan sus alimentos.
“Aquí nos ayudamos unos a otros pues las autoridades nos dicen que vamos a estar aquí como cincuenta días”, indicó.
SOLO COSECHAN DOLOR
Poco a poco, Martha y su esposo Guadalupe Carrizales han logrado convertir en un hogar el cuarto de paredes de tela en el que duermen cuatro personas.
Gracias a amigos, Guadalupe consiguió una tabla de dos metros de largo por uno de ancho que utilizará como mesa. Mientras intenta acomodarla dentro del cuarto, se lamentó de haber perdido todo su patrimonio con la crecida del río Bravo.
“Yo perdí como 12 hectáreas de sorgo que ya estaban listas para ser trilladas, yo creo que han de ser como 50 toneladas las que se echaron a perder”, dijo.
Y aunque han estado pendientes de los anuncios de las autoridades, hasta ahora nadie le ha dicho sobre los apoyos de 900 pesos por tonelada siniestrada que, supuestamente, el gobierno otorgará a los productores de la región.
“A nosotros nadie nos ha dicho nada de ese dinero que de todas formas no nos va a servir de mucho, aunque la verdad de eso a nada, pues mejor agarro el dinero porque aquí casi nadie tenía las parcelas aseguradas”, sentenció.
Otro que no pudo asegurar sus tierras es Fidencio Chávez Garza, un hombre de 49 años de edad quien ya no siente lo duro sino lo tupido, pues la mañana de la entrevista amaneció con fiebre, dolor de huesos, migraña… los síntomas del dengue.
Sin embargo, su enfermedad no es lo que lo preocupa, sino las pérdidas económicas que, sabe, ha sufrido.
“Y perdí como 12 hectáreas y media de sorgo, pero como mis tierras están cerca del vaso de control del canal que se desbordó nadie me las iba asegurar, por lo que yo sembré por riesgo propio”, relató.
Fidencio no sólo se quedó sin su cosecha, sino que ahora está en riesgo de quedarse sin casa.
“Hace días fui a ver mi casa y ya no está tan inundada, pero tiene varias cuarteaduras en la pared, por lo que tengo miedo de que se me vaya a caer”, explicó.
Y aunque tiene hijos que viven en Matamoros, este campesino no quiere irse con alguno de ellos, aunque esto signifique ofrecer un poco más de comodidad tanto para su esposa como su nieta Nayelli, de seis años de edad y quien, inocente, muestra sus muslos llenos de ronchas por los piquetes de mosquitos.
“La verdad es que no me quiero ir, yo tengo mi casa y la verdad uno está acostumbrado a andar libre”, explicó.
Además y mostrando una fe increíble para alguien en sus condiciones, está esperanzado de que el gobierno le cumpla la promesa de que habrá cheques de indemnización y un empleo temporal.
“Yo sí creo (que van a llegar los apoyos). Estoy esperando que lleguen las autoridades pues nos dijeron que nos iban a dar un empleo temporal en la reconstrucción del pueblo y yo quiero participar”, reveló.
EL ARBOL DE LA ESPERANZA
Desempleados y sin más ropa que la que traen puesta, los ejidatarios han comprendido que la mejor manera de pasar las horas es bajo un árbol ubicado a la entrada a la bodega. Ahí permanecen juntos, intentando entender qué daño hicieron para recibir tanta desgracia.
Se alimentan y tienen atención médica gracias a la ayuda enviada por el Ayuntamiento y algunos grupos cristianos como la Asociación Religiosa “Camino de la Cruz”, conformada por pescadores del Puerto El Mezquital, quienes el día de este reportaje les llevaron un cazo con caldo de camarón.
Benigno Matu Sánchez, pastor de la congregación, reconoció que los pescadores de la Laguna Madre tienen muchas carencias y lo que menos tienen es comida para regalar, sin embargo explicó que al hacerlo están regresando un poco de lo mucho que han recibido.
“Entre nosotros nos ayudamos porque hemos pasado por situaciones similares y muchas personas han acudido a nuestra ayuda, entonces ahora nosotros queremos hacer lo mismo por nuestros hermanos de San Lorenzo”, expresó.
AQUi ERA SAN LORENZO
Mientras comen su plato de caldo de camarón, los pobladores del ejido piensan que su futuro es incierto, pues regresar a San Lorenzo no es una opción.
Hoy la única manera de ingresar a la población es por lancha, ya que hay lugares donde el agua alcanza una profundidad de seis metros.
Antes de las inundaciones Juan cuidaba un rancho. Ahora la necesidad lo convirtió en lanchero y usa su medio de transporte para trasladar a los pocos que sólo regresan a contemplar las ruinas de lo que fueron sus hogares.
Parco de conversación, Juan ya perdió la cuenta de la cantidad de veces que ha recorrido los tres kilómetros que existen entre la carretera y el acceso al ejido, que es la única parte de la comunidad que no se encuentra anegada por la irresponsabilidad de alguien (nadie quiere decir quién), que destruyó los bordos de protección.
“Quien sabe quién habrá sido (el que rompió el bordo), pero creo que lo hicieron para tener más agua para regar las parcelas”, dijo.
Quienes hacen el viaje se encuentran con un panorama desolador, con dos flacos perros esperando el momento oportuno para comerse alguna de las pocas gallinas que deambulan por el ejido y no pudieron ser rescatadas por sus dueños.
Aunque el camino de tierra está seco, no existe parcela o vivienda que no esté inundada. Hace semanas que las lluvias se fueron y en su lugar llegó un inclemente sol que eleva las temperaturas por encima de los 35 grados, lo que ha echado a perder las toneladas de sorgo que continúan en los encharcados surcos donde fueron plantadas, pues la desgracia llegó tan rápido que nadie tuvo tiempo de trillar.
Por si esto fuera poco, el agua se ha convertido en un enorme espejo que refleja los rayos del sol y que provoca que la piel se tueste más rápido que en cualquier playa o punto de descanso veraniego.
El silencio de este poblado, muerto por ahogamiento, sólo es roto por el funcionamiento de una bomba extractora que intenta impedir la inundación en una bodega donde permanecen tractores, trilladoras y otra maquinaria agrícola, la única que aún no se ha echado a perder por el agua.
Para apreciar en su verdadera dimensión el desastre, hay que subir otra vez a la lancha, rodear la isla en la que se ha convertido la parte seca del ejido, e ingresar a los ríos que se han convertido las calles de San Lorenzo.
Como si fuera guía de turistas, Juan conduce la embarcación hasta el punto por donde entró el agua que destruyó la comunidad. En el lugar apenas se aprecia un tubo de PVC color negro que alguien colocó pensando que iba a ser suficiente para controlar la crecida del río.
Aquí no hay casa seca, todas están cubiertas por el agua y la corriente que aún pasa por esta comunidad hace dudar que en dos meses baje la inundación, como aseguran las autoridades.
El silencio en el que se encuentra este poblado, apenas roto por el ruido del motor de la embarcación, hace más triste el panorama.
Regresar a este lugar para intentar rescatar algo sería tan loco como inútil, pues el agua sigue estando a un metro y medio de altura (por lo menos), además de que víboras, tarántulas y otros bichos flotan por todas partes.
Los únicos habitantes que quedan en San Lorenzo, son uno que otro perro que permanece en los techos o partes que no se han inundado en las casas del ejido, quienes esperan que un día alguien llegue a rescatarlos o, por lo menos, darles algo de comer.
La tradición cuenta que San Lorenzo, uno de los primeros diáconos de la insipiente Iglesia Católica, fue martirizado y muerto en una hoguera un 10 de agosto del año 258 después de Cristo.
Según la leyenda en medio de su martirio Lorenzo exclamó: “Assum est, inqüit, versa et manduca”, que quiere decir algo así como: “denme la vuelta, que por este lado ya estoy cocido”.
A diferencia de su santo patrono, los residentes de esta humilde comunidad tamaulipeca encontraron en el agua al instrumento de sus pesares.
Y LLEGARON LOS LADRONES
Si San Lorenzo está en ruinas, Las Blancas no se queda atrás. Llegar a esta comunidad no es tarea fácil, pues hay que viajar alrededor de 60 kilómetros desde Matamoros y atravesar una pequeña carretera que conduce a Valle Hermoso y aún permanece bajo el agua.
Para desgracia de los moradores de este ejido, quienes tuvieron que escapar a los terrenos más altos en las comunidades vecinas, el agua no es lo único que ha ingresado a su casa… los ladrones también lo han hecho.
Por ello y sin importarles el sol o los riesgos que les pueda representar meterse al agua encharcada, varias personas decidieron montar guardia en la entrada al ejido.
Y es que a los rateros no les importa que en el ejido la inundación supere el metro y medio de altura, siempre hay algo que se puedan llevar, aseguró Ruperto Pulido, comisariado de Vigilancia en Las Blancas.
“Entraron como a cuatro casas y se llevaron lo poco que quedaba, el problema es que hay tres entradas al ejido y no sabemos por cuál de todas entran, por eso estamos haciendo vigilancia en cada una de ellas, pero sólo de día, pues en las noches es muy peligroso”, indicó.
Para hacer las cosas peores, quienes han ingresado al ejido aseguran que han visto a un cocodrilo rondar por el área de la iglesia.
Tras recorrer una brecha ubicada sobre el bordo de protección del canal Las Blancas, finalmente se puede llegar a esta comunidad que es un enorme espejo de agua adornado por techos y la torre de un templo católico.
En el puente que es el acceso del ejido, Alfredo Gómez, uno de los guardianes de la comunidad, observa cómo dos de sus vecinos intentarán llegar a sus casas para rescatar algo de lo que ahí permanece.
Y mientras observa a sus vecinos desafiar los peligros de caminar por una calle donde el agua les llega hasta el pecho, no puede evitar reprochar a las autoridades por el desastre que están viviendo.
“Si hubiera sido una catástrofe natural no hay problema, pero esto fue provocado. Rompieron el bordo a propósito para desviar el agua y no se inundara Matamoros, lo malo es que nosotros la pagamos”, denunció.
Ahora a Alfredo no le queda más que sobreponerse del dolor y la frustración que le provoca darse cuenta que tiene que volver a empezar a levantar su patrimonio.
Sin embargo, para poder hacerlo primero tiene que esperar que el agua baje… y para eso aún faltan muchas semanas.
Quienes también son damnificados, pero con mejor suerte (si es que cabe la comparación), son los residentes del ejido Pacheco, ubicado casi enfrente de Las Blancas.
Estas personas encontraron refugio en una iglesia Bautista donde pudieron resguardar sus pertenencias y hasta recibir los apoyos que les han llevado las autoridades.
Sentada en una mecedora, María Guadalupe Vázquez Romero es una de las más antiguas pobladoras de Pacheco. Llegó a estas tierras hace 50 años y nunca se quiso ir pues aquí se casó y tuvo sus hijos.
Tranquila, pues está lejos del agua y las infecciones, relató que nunca en la historia de la comunidad había visto una situación de este tipo.
“Ni siquiera cuando el Beulah… entonces subió el agua pero no era tanto”, relató.
Y aunque dice que está a gusto en este albergue pues tiene todo lo que necesita, María Guadalupe tampoco oculta su deseo de regresar a su casa para ver qué es lo que le queda de sus muebles y sus recuerdos
Sin embargo, al igual que sus vecinos en los ejidos San Lorenzo y Las Blancas, a María Guadalupe no que le queda más que esperar… esperar que alguien le lleve un pan para comer, una camisa para taparse o un techo para dormir.
De hecho, allá en la bodega que comparte con su madre y sus vecinos, el pequeño Juan Manuel no sabe la suerte que tiene de ser bebé… pues aún no tiene la conciencia necesaria para comprender la tragedia que ya está viviendo.
Hoy, que la inundación apenas ha cedido unos cuantos centímetros e incluso una falla en un bordo ha provocado nuevas inundaciones, los productores de los ejidos de Matamoros bien que saben a quién echarle la culpa de su desgracia… lo que no han podido descifrar es cómo van a salir de ella.
No les queda más que pedir ayuda
Por Abraham Pineda
Matamoros, Tam.
El Treceavo Comité Nacional Campesino (CNC) lanzó una invitación a la ciudadanía de Matamoros para que apoye a las familias del campo que resultaron afectadas por las inundaciones.
Jorge Camorlinga Guerra, presidente del CNC en esta frontera, pidió a la población que apoye con enseres domésticos a la población de la zona rural que perdió gran parte de su patrimonio por las inundaciones.
“Estamos iniciando el acopio, ojalá haya una buena respuesta de la ciudad para apoyar la gente del campo que lo está necesitando”, dijo el dirigente campesino.
Expuso que es necesario que se apoye esta causa, porque una vez bajando los niveles del agua y las familias puedan regresar a sus hogares, tendrán dificultades de reconstruir sus casas, pues todo lo perdieron.
Camorlinga Guerra indicó que enseres como sillas, mesas, roperos, entre otros artículos del hogar, es lo que están solicitando para canalizarlos hacia los sectores rurales más afectados por la contingencia.
“Se les ha llevado ropa y comida, ellos están muy agradecidos, pero todas estas cosas que mencioné anteriormente las ocuparán cuando regresen a casa”, dijo.
La ayuda se está recibiendo en las oficinas de la CNC, ubicadas en la calle 15 y Morelos de la zona centro de Matamoros.
Por otra parte el dirigente campesino explicó que debido a las inundaciones, el empleo en el campo ha empezado a escasear, por lo que cientos de familias que habitan en estas aéreas se han visto afectadas.
Camorlinga Guerra, señaló que si bien hay ejidos que no están inundados, los habitantes de estos actualmente se encuentran desempleados y, por ende, no tienen recursos para solventar las necesidades básicas de sus familias.
“Hay otros ejidos, que no están inundados, y que su trabajo es en el campo o en la pesca, pero derivado de esta situación no han podido trabajar”, expresó.
Informó que habitantes de los ejidos Río Rico, Vanguardia, Soliseño, entro otros más, no han laborado desde que inicio la contingencia en el municipio de Matamoros, situación que los mantiene al borde de la desesperación.
“Simplemente no hay trabajo, las parcelas donde trabajaban estas personas están anegadas”, sentenció.
Expresó que en estos momentos es necesario el apoyo a este sector por parte de los tres niveles de gobierno, para que la gente del campo pueda salir adelante en esta difícil situación que persistirá por meses.
RECLAMAN APOYO
La Asociación Agrícola del Arroyo del Tigre reclama el apoyo total del gobierno federal hacia los agricultores afectados.
Eduardo Benjamín González Garza, presidente de la referida asociación, externó que son miles las hectáreas de sembradíos de sorgo y algodón que se encuentran bajo el agua, las cuales significan pérdidas totales para los agricultores de la localidad.
“El gobierno federal debe tomar medidas para apoyarnos a todo los agricultores que hemos sido afectados por las inundaciones”, dijo.
Señaló que hace unos días comenzaron a valorar los daños originados por las inundaciones, para presentarlos ante la Secretaría de Agricultura y Ganadería (Sagarpa) y tratar de obtener recursos por parte de la federación.
González Garza expresó que no sólo las cosechas han sido afectadas, también la infraestructura de las comunidades rurales y los hogares que conforman a éstas. “El puente del ejido San Lorenzo lo derribó la corriente y las casas de este mismo ejido quedaron entre el agua”, aseguró.
También dijo que la ganadería está en peligro, pues las cabezas de ganado permanecen rodeadas de agua, imposibilitadas de ser trasladadas hacia otro lugar y sin alimentos por la contingencia.
“Esperamos que el gobierno federal nos puede apoyar con estos daños porque de otra manera los agricultores no sabríamos como salir adelante”, concluyó.
El ganado también en riesgo
Por Abraham Pineda
Matamoros, Tam.
Después de perderse una gran parte de las cosechas por las inundaciones en la zona rural, ahora son las cabezas de ganado las que corren el riesgo de morir ahogadas toda vez que los niveles del agua siguen incrementándose e inundando las parcelas.
En un recorrido por el ejido 5 de Mayo, se constató como las cabezas de ganado y animales de cría permanecen aislados en las parcelas, que por las inundaciones se han convertido en pequeños islotes.
Los habitantes de este ejido manifestaron que tan sólo en esa comunidad rural se podrían perder 100 cabezas de ganado. Señalaron que la creciente de agua tiene atrapados a los animales y ellos no cuentan con los recursos para trasladarlas hacia otro lugar.
Anastasio Vela, habitante del ejido que tiene 19 animales de cría, tiene que cruzar en lancha las parcelas inundadas para llevarles de comer a sus animales atrapados en un palmo de terreno que no ha sido alcanzado por el agua.
El entrevistado aseguró que la creciente del agua se dio tan rápido, que no tuvieron oportunidad de llevarse los animales hacia otro lugar.
“De repente subió el agua, nosotros nos salimos de nuestras casas y tuvimos que dejar nuestro animales”, dijo.
Anastasio teme que el agua siga subiendo y termine ahogando a sus animales, los cuales valora en 18 mil pesos.
“Ya es lo único que nos queda, ya perdimos las casas, las cosechas y ahora los animales”, sentenció.
Encuentran materia fecal en el agua
Por Abraham Pineda
Matamoros, Tam.
La Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Coepris) de Matamoros aseguró que los ejidos inundados están libres de cólera a pesar de que el agua lleva semanas estancada en sus demarcaciones, sin embargo, reconoció que sí se ha encontrado materia fecal.
Oscar García Hinojosa, jefe de la Unidad de Evidencias y Análisis de Riesgos Sanitarios en la Coepris, dijo que los resultados de las muestras que se tomaron en estos lugares, arrojaron que no existen las bacterias de cólera en el agua.
“Lo único que encontraron fue coliformes totales, entre ellas, materia fecal pero dentro de los límites permitidos”, expuso el funcionario.
Prosiguió: “No se encontraron bacterias del cólera, por lo que es menor el riesgo sanitario que hay en estos dos ejidos”.
Las Blancas y Pacheco, se suman al ejido San Lorenzo en relación a las comunidades rurales que permanecen inundadas, pero que en los estancamientos de agua no se ha encontrado mayor contaminación.
Pese a estos resultados, el jefe de la unidad aseveró que continuarán monitoreando los cambios que se produzcan en el agua estancada, ya que por su estado tiende a cambiar y propiciar riesgos sanitarios.
“Recibimos la orden de la Coepris a nivel Estado de tomar muestras de agua cada tercer día y enviarlas a los laboratorios para su análisis”, pronunció.
Asimismo, se acudirá a estas comunidades para continuar con el saneamiento del agua mediante el esparcimiento de cal para eliminar las bacterias.
Con respecto a la comunidad ejidal La Tijerita, la Coepris de Matamoros no ha recibido los resultados completos de las muestras de agua que se tomaron en este lugar, en días anteriores.
García Hinojosa dijo, que les proporcionaron resultados parciales de los estudios, sin darse a conocer si hay cólera en el agua proveniente del relleno sanitario y que se estancó en un parte del ejido.
Señaló que será este fin de semana que se entreguen los resultados de las pruebas, sin embargo, la parte operativa de la Coepris acudirá a este ejido para continuar con los trabajos de saneamiento.