Hace casi 50 años en Ciudad Mier los padres de familia cerraron las escuelas en protesta por un amañado recorte de horarios que limitó la educación de sus hijos, a lo que ellos consideraron ser imposiciones para la repartición de dobles plazas. Aquella controversia aún se recuerda. Por Enrique Francisco Maldonado.
Marzo de 1974. Raquel Hinojosa de Ramos, vecina de la plazuela de San Juan, en Ciudad Mier, Tamaulipas, salió a las 7:30 de la mañana para dirigirse a la escuela Francisco Ramírez Canales, donde era maestra.
El plantel educativo –que desde su casa podía divisarse– registraba un movimiento
inusual de camionetas y personas, algo que le llamó especialmente la atención. La profesora caminó hasta la institución y miró a una multitud enardecida.
-¡Váyase!, ¡váyase de aquí!- le dijeron. -¡Los que se van a ir son ustedes, yo soy maestra y voy a entrar a la escuela!, respondió decidida la mentora, que trató de hacerlos a un lado.
Pero los manifestantes, que habían encadenado y soldado la puerta principal, no le permitieron continuar su paso.
-¿Qué quieren?, ¿por qué hacen esto? les preguntó Hinojosa Ramos.
-¡Queremos que vuelvan los dos turnos a las escuelas!; ¡que los niños vengan en la mañana y en la tarde!-, gritaron los que protestaban. En ese momento ella comprendió el origen del problema:
La Sección XXX del Sindicato Magisterial había puesto en marcha un solo horario escolar continuo, que sustituía al anterior, en el que el alumno iba en la mañana y después en la tarde.
Los padres de familia acusaban al gremio de realizar esta maniobra para beneficio de los maestros y no para mejorar la educación de los estudiantes.
“Los niños están más seguros en las escuelas que en las calles”, fue el argumento central de los manifestantes, que recriminaban a los líderes magisteriales de hacer esto para así cobrar dobles plazas.
El temor era que al andar sus hijos fuera de su plantel se enrolaran en actividades ilícitas, que ofrecían grandes beneficios económicos pero muchos riesgos. Ellos querían a sus hijos bajo la tutela de un maestro. Así aprenderían más y estarían seguros.
En Mier los papás y mamás, además de cerrar escuelas y calles, marcharon en coche y a pie, gritando consignas contra el nuevo turno escolar, además de que se organizaban mítines en plazas y barrios, a los que acudía una gran cantidad de personas.
“Era un mar de gente, muchísima, casi todo el pueblo acudía”, recuerda Manuel García Hinojosa ‘El Pelepo’, un trabajador agrícola que fue testigo de estas acaloradas protestas.
“Y aquí vimos crecer y tomar vuelo a Carlos Cantú Rosas, el adalid de la democracia, como le decía toda la gente, que en ese entonces era muy joven”, evoca
LOS LÍDERES DEL MOVIMIENTO
El cambio de horario escolar quizás hubiese pasado desapercibido y sin protesta, de no haber sido por Cruz Martínez, un mierense dedicado a la albañilería, quien únicamente había cursado hasta el tercero de primaria, pero que era un hombre al que le gustaba defenderse y que hubiera cuentas públicas claras.
“Mi papá era de origen humilde y empezó a trabajar desde muy jovencito, pero le gustaba mucho aprender y se ponía a leer la Constitución Mexicana y otros libros para conocer sus derechos”, recuerda Francisco “Pancho” Martínez Lugo, uno de los seis hijos varones que tuvo Cruz con su esposa María Evelina Lugo de Cruz.
“A mi padre no le agradó aquel cambio de horario, pues dijo que eso era para conveniencia de los maestros, y que los niños debían estar en la escuela más tiempo, porque ahí aprendían cosas buenas, y en las calles sólo aprenderían las malas”, dice.
Cruz Martínez empezó a dar a conocer su punto de vista a otros padres de familia, quienes coincidieron con él y aceptaron su propuesta de ir a hablar con los directores de las escuelas primarias para tratar de convencerlos de que no aplicaran el nuevo horario.
Así lo hicieron. Nombraron una comisión para tal efecto, pero no encontraron ninguna respuesta positiva a sus peticiones, pues las autoridades educativas locales les dijeron que ellos nada podían hacer pues “eran ordenes de arriba”.
Entonces determinaron cerrar las tres escuelas primarias de la localidad y empezaron a hacer manifestaciones públicas, que fueron subiendo de tono.
“A Cruz Martínez lo apoyó la gente de abajo, la humilde, los campesinos, los trabajadores de rancho, no los ricachones, esos no. Le seguía el pueblo”, narra García, que en su momento se unió también a las exigencias.
“Mi papá siempre hablaba con la verdad y buscaba el bien de los humildes, porque era un hombre de palabra”, rememora “Pancho”.
Y luego se les unió Carlos Cantú Rosas, un luchador social qué llegó de Nuevo Laredo; diputado federal y que le ayudó a Cruz Martínez a organizar talleres cívicos donde la gente trabajadora, humilde, conocía sus derechos, para que así se pudieran defender.
Cantú Rosas, nacido en 1940, de profesión abogado y agente aduanal, dio a estas protestas un sello distinto, pues conocedor del oficio político, sabía cómo estructurar ese tipo de manifestaciones para que tuvieran un mayor impacto social.
Reconocido como un gran orador, el político neolaredense logró movilizar al pueblo de Mier, que se volcó a los sitios donde él participaría, deseoso de escuchar su mensaje.
“Ese Cantú Rosas era algo grande para hablar y la gente se emocionaba al escucharlo, era un verdadero líder”, recuerda Manuel García.
VOZ AUTORIZADA
Amaro Guerra Ramírez, un profesor muy destacado y conocido en la región, egresó en 1962 de la emblemática Normal de Tamatán, semillero de destacados maestros. “Fui parte de la quinceava Generación” recuerda con orgullo.
Es de la “vieja guardia” del magisterio, con el perfil de aquellos mentores de antaño, inquietos y aguerridos, que elevaron a un nivel muy alto la profesión de maestro en la sociedad mexicana, donde tenían voz y voto para influir en la toma de decisiones de las más altas esferas del gobierno.
También se desempeñó como presidente municipal de Miguel Alemán en el periodo 1978-1980 tocándole la construcción del nuevo Puente Internacional con la ciudad de Roma, Texas, y posteriormente fue el primer titular del Departamento de Desarrollo Regional de Educación Número 6, ahora llamado Crede.
“Esa medida de cambiar a un horario corrido allá por 1974 en nada benefició a los niños, sino al contrario, fue sólo a favor de algunos maestros privilegiados que así tendrían doble plaza, pero lo repito y lo digo para que no quede ninguna duda: hicieron mal en quitar el horario como estaba”, comenta el
profesor Amaro.
Anteriormente los niños asistían de 8:00 a las 12:00 del mediodía. Iban a sus casas y regresaban de 2:00 a 6:00 de la tarde. “Yo le di la razón a los padres de familia que estaban protestando, porque ellos estaban en lo cierto” expresa con firmeza.
Siendo director de la Escuela Benito Juárez, del poblado Los Guerra, Amaro mantuvo los dos horarios, sin aplicar el turno corrido, como lo ordenaban los líderes de la Sección XXX del Magisterio, como una forma de protestar ante dicha medida.
“Hasta las más altas autoridades del Estado me llamaron la atención y me exigieron que aplicara la nueva reglamentación o que me atuviera a las consecuencias y tuve que hacerlo porque de lo contrario me hubieran corrido. Y así, desgraciadamente, se cumplió el capricho sindical que tanto perjudicó y sigue perjudicando a la niñez tamaulipeca”, afirma.
Y agrega que “las reformas educativas deben favorecer a maestros y alumnos; generando condiciones de vida óptimas: para quien educa dándole una buena remuneración y un sistema de ascenso justo y al educando ofreciéndole un programa de enseñanza que favorezca su aprendizaje. Pero desgraciadamente no es así, sino al contrario: ni al maestro ni al alumno les dan lo que les corresponde y eso tiene sumido a México en el atraso, en la mediocridad y lo peor es que cada vez vamos más y más para atrás”, dice enfático el profesor Amaro.
Pero no hubo marcha atrás. De nada valieron ni los argumentos de los profesores que buscaban impedirlo, ni las protestas de los padres de familia.
EN MEMORIA DE CRUZ MARTÍNEZ
En el panteón municipal de Ciudad Mier Francisco Martínez Lugo lleva una bandera de México para colocarla en la tumba de su padre, Cruz Martínez González, donde reposa al lado de su madre doña María Evelina Lugo de Martínez.
Es una especie de obelisco que le construyeron sus hijos como homenaje y reconocimiento a su lucha cívica. Camina en silencio hasta el lugar donde está sepultado y desdobla el estandarte. Toma una cadena en la asta y ahí la coloca. Después la iza. El aire mueve el símbolo tricolor y en la lápida se lee:
“Ciudadano tú tienes tus derechos ¡Defiéndelos! No es una súplica, es una exigencia. Sólo así se puede evitar el atropello de los malos gobiernos”.
Ya ha pasado mucho desde aquellas protestas tumultuosas y ensordecedoras, pero
el próximo año se cumplirá medio siglo de tales sucesos.
Las nuevas generaciones lo saben por las conversaciones de los mayores. Muchos de sus protagonistas han muerto. Otros se fueron, pero quienes vivieron la época aún la recuerdan:
El pueblo enardecido protestando; los discursos vehementes de Cantú Rosas que la gente vitoreaba; Cruz Martínez encabezando las marchas ensordecedoras y vociferantes por las estrechas calles del pueblo que se desbordaban de hombres y mujeres.
El grito de guerra que la gente de Mier coreaba. La frase famosa de “El pueblo unido jamás será vencido”. Un año después la desaprobación pública se reflejó en las urnas, fue el voto de castigo.
Desde entonces Mier ya no alzó su voz con tanta fuerza. Este año 2023, que el Sindicato cerró las escuelas de Tamaulipas, los padres de familia ni siquiera se manifestaron.
Pero queda todavía constancia de que en el pasado hubo personas valerosas como Cruz Martínez y Cantú Rosas, que llegaron a luchar por ideales justos, enfrentándose a sindicatos y poderosos gobiernos con reclamos genuinos.
Aunque su movimiento no logró que se respetara el horario escolar tradicional, a la larga fueron inspiración para otros líderes, pues en el país surgieron protestas contra la hegemonía de un solo partido:
Manuel Clouthier, en Sinaloa; Fernando Canales Clariond, en Nuevo León; Ernesto Rufo Apel, en Baja California, permitiendo a otros partidos diferentes llegar a ocupar alcaldías, gubernaturas, diputaciones, senadurías y la presidencia de la República.
El mismo Cruz Martínez llegó a ser diputado federal suplente por el PARM, una verdadera hazaña para la época.
El sobreviviente profesor Amaro Guerra Ramírez concluye que:
“Si en Mier hubiera veinte Cruz Martínez y en Tamaulipas hubiera veinte Carlos Cantú Rosas, exigiéndole a las autoridades que respeten los derechos ciudadanos, este país sería distinto, seríamos una gran nación…”.