
Algunos sistemas escolares han comenzado a adaptarse a esta nueva filosofía –con grandes resultados–. En los años 90, Finlandia redujo el programa de matemáticas en la educación primaria del país de 25 páginas a 4, redujo el día escolar en una hora, y se enfocó en el aprendizaje activo e independiente. Para 2003, los estudiantes que habían completado el modelo, ascendieron de los más bajos rangos de desempeño internacional, a los primeros lugares entre las naciones desarrolladas.
Nicholas Negroponte, co-fundador del MIT Media Lab, está tomando este modelo incluso más allá con su iniciativa “Una Laptop por Niño”. El año pasado la organización entregó 40 tabletas a niños en dos villas remotas de Etiopía. El equipo de Negroponte no explicó como funcionaban los aparatos, y ni siquiera abrió las cajas. Sin embargo, los niños pronto aprendieron a tocar la canción del alfabeto, y se enseñaron a si mismos a escribir cartas. También encontraron cómo usar la cámara de la tableta. Esto fue impresionante porque la organización había inhabilitado el uso de la cámara. “Hackearon Android”, dijo Negroponte.
Un día Juárez Correa fue a su pizarrón y escribió “1 = 1.00.” Normalmente, a este punto, hubiese empezado a explicar el concepto de fracciones y decimales. En cambio escribió “½ = ?” y “¼ = ?”
“Piensen por un segundo”, dijo, y se fue del salón.
Mientras los niños murmuraban, Juárez Correa se fue a la cafetería de la escuela, donde los niños podían comprar desayunos y almuerzos por un poco de dinero. Pidió prestados alrededor de 10 pesos en monedas, que valían alrededor de 75 centavos, y caminó de regreso al salón, donde distribuyó el equivalente a un peso en monedas para cada mesa. Notó que Paloma ya había escrito .50 y .25 en un pedazo de papel.
“Un peso es un peso”, dijo. “ Cuánto es un medio?”
JUAREZ CORREA SINTIO UN ESCALOFRIO. NUNCA HABIA ENCONTRADO UN ESTUDIANTE CON EL NIVEL DE HABiLIDAD INNATA DE PALOMA.
Al principio, una cantidad de niños dividió las monedas en pilas claramente diferentes. Eso genera el debate entre los estudiantes de lo que la mitad significaba. El entrenamiento de Juárez Correa le dijo que debía intervenir. pero luego recordó la investigación de Mitra y se resistió a su impulso. En cambio, vio a Alma Delia Juárez Flores explicar a sus compañeros de mesa que la mitad significa porciones iguales. Contó 50 centavos. “Entonces la respuesta es .50”, dijo. Los otros niños asintieron. Tenía sentido.
Para Juárez Correa era simultáneamente estimulante y algo atemorizante. En Finlandia, los maestros dejaron años de entrenamiento para aprender cómo orquestar este nuevo estilo de aprendizaje; El estaba secundándolos. Empezó a experimentar diferentes maneras de proponer preguntas de respuesta abierta en asuntos que iban del volumen de los cubos a las fracciones multiplicativas. “El volumen de un prisma de base cuadrada es el área de la base tres veces su altura. El volumen de una pirámide con base cuadrada es la fórmula dividida entre tres”, dijo una mañana. “¿Porqué piensan que es así?”.
Caminó alrededor del salón, diciendo poco. Era fascinante ver a los niños buscar la respuesta. Estaban trabajando en equipos y tenían modelos de varias formas para ver y jugar con ellos. El equipo liderado por Usiel Lemus Aquino, un niño pequeño con una expresión de esperanza siempre presente, dio con la idea de dibujar las diferentes formas de prismas y pirámides. Superponiendo los dibujos uno sobre el otro, empezaron a adivinar la respuesta. Juárez Correa dejó que los niños hablaran libremente. Era un ambiente ruidoso, un poco caótico –exactamente lo contrario al tipo de disciplina tipo industria que los maestros esperan imponer–. Pero después de 20 minutos, llegaron a una respuesta.
“Tres pirámides caben en un prisma” observó Usiel, hablando por el grupo. “Así que el volumen de una pirámide debe ser el volumen de un prisma dividido entre tres”.
Juárez Correa estaba impresionado, pero estaba aún más intrigado por Paloma. Durante los experimentos, se dio cuenta de que ella casi siempre tenía la respuesta de inmediato. Algunas veces explicaba cosas a sus compañeros de mesas, y otras se guardaba la respuesta para si misma. Nadie le dijo que ella tenía una cualidad especial. Sin embargo, cuando él daba al grupo preguntas difíciles, ella rápidamente encontraba las respuestas. Para probar sus capacidades, retó a la clase que estaba seguro que la desconcertaría. Les contó la historia de Carl Friedrich Gauss, el famoso matemático alemán, nacido en 1777.
Cuando Gauss era un estudiante, uno de sus profesores pidió a la clase agregar cada número entre 1 y 100. Se suponía que tomaría una hora, pero Gausss tuvo la respuesta de inmediato.
“Alguien sabe cómo lo hizo?”, preguntó Juárez Correa
Unos cuantos estudiantes trataron de agregar los números, y rápidamente se dieron cuenta de que tomaría mucho tiempo. Paloma, trabajando con su grupo, cuidadosamente escribió unas pocas secuencias, y las observó por un momento. Luego levantó su mano.
“La respuesta es 5,050,” dijo. “Hay 50 pares de 101.”
Juárez Correa sintió un escalofrío. Nunca había encontrado una estudiante con tal habilidad innata. Se sentó junto a ella, y preguntó porqué no había expresado mucho interés en las matemáticas anteriormente, si evidentemente era muy buena en ello.
“Porque nadie las había hecho interesantes”, dijo ella.
NUESTRO SISTEMA EDUCACIONAL TIENE SUS ORIGENES EN LA ERA INDUSTRIAL. VALORA LA PUNTUALIDAD, LA ASISTENCIA Y EL SILENCIO SOBRE TODO LO DEMAS.
El padre de Paloma se enfermó aún más. Siguió trabajando, pero ardía en fiebre y sufría fuertes dolores de cabeza. Finalmente fue admitido en el hospital, en donde su condición se deterioró; en febrero 27 de 2012, murió de cáncer pulmonar. En la última visita de Paloma, antes de su morir, ella se sentó junto a el, y sostuvo su mano. “Eres una niña inteligente”, le dijo. “Estudia y hazme sentir orgulloso”.
Paloma había perdido cuatro días de escuela debido al funeral, cuando regresó a clases. Sus amigos notaban que estaba alterada, pero entera con su propio dolor. Quería vivir de acuerdo al ultimo deseo de su padre. Y el nuevo estilo de Juárez Correa de plantear retos para los niños, era el refugio perfecto para ella. En tanto el continuaba renunciando al control, Paloma tomaba más responsabilidad en su propia educación. Enseñó a los niños sobre democracia, permitiéndoles elegir los líderes que decidirían cómo llevar la clase y cómo ser disciplinados. Los niños eligieron a cinco representantes, incluyendo a Paloma y Usiel. Cuando dos niños se enfrentaron a empujones, los representantes amonestaron a los chicos, y el problema no se volvió a presentar.
Juárez Correa pasaba sus noches viendo vídeos sobre educación. Leyó polémicas caricaturas del monero mexicano Eduardo del Río (conocido como Rius), que argumentaba que los niños debían tener la libertad de explorar lo que ellos quisieran. También estaba impresionado por Mitra, que hablaba sobre dejar a los niños “sorprenderse sin pauta alrededor de las ideas”. Juárez Correa comenzó a realizar regularmente debates en clase, y abordaba temas controversiales sin timidez. Preguntó a los niños si pensaban que la homosexualidad y el aborto debían permitirse. Les pidió pensar qué era lo que el gobierno mexicano debía hacer, por ejemplo, sobre la inmigración a los Estados Unidos. Una vez que hacía una pregunta, se alejaba y les permitía enrolarse el uno con el otro.
Un componente fundamental en la teoría de Mitra, era que los niños podían aprender al tener acceso a la web, pero eso no era sencillo para los estudiantes de Juárez Correa. El Estado pagaba por un instructor en tecnología que visitaba cada clase una vez a la semana, pero no tenía mucha tecnología para mostrar. En cambio, pegaba posters que mostraban teclados, controles, y discos floppy de 3.5’. Sostenía los posters y les decía cosas como “este es un teclado. Lo usas para teclear”.
Como resultado, Juárez Correa se condujo lentamente en cuanto a Internet. Cuando los niños querían saber porqué solamente vemos un lado de la luna, por ejemplo, iba a casa, lo ‘gogleaba’, y regresaba con la explicación al día siguiente. Cuando hacían preguntas específicas sobre eclipses y los equinoccios, les decía que encontraría la razón y les traería la respuesta.
Juárez Correa también trajo algo más del Internet. Era la fábula de un burro abandonado y atrapado al fondo de un pozo. Como los ladrones habían entrado a la escuela, y cortado el cordón eléctrico del proyector del salón (se cree que para vender el cobre que tiene adentro), no podía mostrarles el video que contaba la historia. En cambio, simplemente la describió.
Un día, un burro cayó en un pozo, comenzó Juárez Correa. No sentía dolor pero no podía salir. El dueño del burro decidió que no valía la pena salvar a la vieja bestia, y como el pozo estaba seco, simplemente lo enterraría. Comenzó a palear bultos de tierra en el pozo. El burro lloró, pero el hombre continuo paleando. Eventualmente, el burro se calló. El hombre asumió que el animal estaba muerto, así que se sorprendió cuando, después de mucho palear, el burro saltó fuera del pozo. Se había sacudido cada montón de tierra y caminado con determinación, subiendo por el montículo hasta que pudo saltar y salir.
Juárez Correa miró a su grupo. “Somos como ese burro”, dijo. “Cada cosa que se nos lanza es una oportunidad para salir del pozo en el que estamos”.
Cuando el examen nacional estandarizado de dos días se aplicó en Junio de 2012, Juárez Correa vislumbró que era solo otro palazo de tierra aventado a la cabeza de los niños. Era un paso hacia atrás de lo que la escuela solía ser para ellos: mecánico y aburrido. Para evitar la copia, un coordinador de la Secretaría de Educación vigilaba los procedimientos y tomaba custodia de las hojas de respuesta al final de la prueba. Se sentía como un ejercicio militar, pero mientras los niños pasaban el examen como ráfagas, no podían evitar darse cuenta de que lo sentían fácil, como si se les pidiera hacer algo muy básico.
Ricardo Zavala Hernández, el subdirector en la primaria “José Urbina López”, tomaba una taza de café la mayoría de las mañanas, mientras recorre la web en el edificio de la administración, una estructura de cemento que alberga las dos computadoras funcionales de la escuela. Un día de septiembre de 2012, hizo click en el sitio de Enlace, el examen nacional de aprovechamiento en México, y descubrió que los resultados del examen de Junio habían sido publicados.
Zavala Hernández bajó su café. La mayoría de los grupos habían salido marginalmente mejor este año pero el resultado de Paloma era otra historia. El año anterior, el 45 por ciento había esencialmente reprobado la sección de matemáticas, el 31 por ciento había reprobado español. En esta ocasión, solo el 7 por ciento había reprobado matemáticas y 3.5 por ciento reprobó español. Y mientras ninguno había tenido un resultado excelente anteriormente, 63 por ciento estaban ahora en esa categoría en matemáticas.
El lenguaje de los resultados fue muy alto. Aún el más bajo estaba por encima del promedio nacional. Entonces advirtió los resultados de matemáticas. El resultado más alto en la clase de Juárez Correa era 921. Zavala Hernández volteó a ver el resultado más alto del Estado: era 921. Cuando vio la siguiente casilla, los vellos de sus brazos se erizaron. El resultado más alto en todo el país era también 921.
Imprimió la página y caminó rápidamente al salón de Juárez Correa. Los estudiantes se pararon cuando entró.
“Échale un ojo a esto”, dijo Zavala Hernández, entregándole la impresión.
Juárez Correa revisó los resultados y volteó a verlo. “¿Esto es real?” preguntó.
“Lo acabo de imprimir del sitio de Enlace”, respondió el subdirector “Es real”.
Juárez Correa advirtió a los niños mirándolo, pero quería estar seguro de que entendía el reporte. Tomó un momento para leerlo nuevamente, asintió, y volteó a ver a los niños.
“Ya tenemos los resultados de la prueba Enlace”, dijo. “Solo es un examen, y no uno muy bueno”.
Una cantidad de estudiantes tuvieron la sensación de hundirse. Seguramente lo habían estropeado.
“Pero tenemos un estudiante en este salón, que se colocó en el primer lugar en México”, dijo, dibujando una sonrisa.
Paloma obtuvo el resultado más alto en matemáticas en el país, pero los demás estudiantes no estaban muy lejos. Diez obtuvieron resultados que los ubicaban en el percentaje de 99.99. Tres se colocaron en el mismo nivel en español. Los resultados rápidamente atrajeron rápidamente una explosión de atención oficial y mediática, la mayoría enfocada en Paloma. Fue llevada vía avión a la Ciudad de México para aparecer en un popular show televisivo, y recibió una variedad de regalos, desde una laptop hasta una bicicleta.
Juárez Correa no recibió reconocimiento alguno, a pesar del hecho de que casi la mitad de su clase se desenvolvió en un nivel de clase mundial, y aún los resultados más bajos, habían mejorado considerablemente.
Sus otros estudiantes fueron felicitados por amigos y familiares. Los padres de Carlos Rodríguez Lamas, que alcanzó el 99.99 en matemáticas, le festejaron con tres tacos de bistec. Era su primer vez en un restaurante. Keila Francisco Rodríguez obtuvo 10 pesos de sus padres. Se compró una bolsa de Cheetos. Los niños estaban emocionados. Hablaron acerca de convertirse en doctores, maestros y políticos.
Juárez Correa tenía sentimientos encontrados sobre la prueba. Sus estudiantes se habían destacado porque el había empleado un nuevo método de enseñanza, uno que se adaptaba mejor a la manera en que los niños aprenden. Era un modelo que enfatizaba el trabajo en equipo, la competencia, la creatividad, y el ambiente dirigido por el estudiante. Pero era irónico que los niños se hubiesen distinguido por una prueba de respuesta múltiple convencional. “Estos exámenes son límites para los maestros”, dice. “Ellos prueban lo que sabes, no lo que puedes hacer, y estoy más interesado en lo que mis estudiantes pueden hacer”.
Como Juárez Correa, muchos innovadores educacionales están destacándose de la corriente principal. Por ejemplo, las once preparatorias de la red internacional en la ciudad de Nueva York, reportan un nivel más alto de graduados, que el promedio de la ciudad para las mismas poblaciones. Lo hacen al enfatizar el aprendizaje guiado por el estudiante, y la colaboración. En la coalición de escuelas “Big Picture Learning” –56 escuelas en los EU y otras 64 alrededor del mundo– los maestros sirven como guías, sugiriendo temas de interés; los estudiantes trabajan también con mentores de negocios y la comunidad, que los ayudan durante interinatos. Mientras que la tasa de graduación en tiempo de preparatoria en los Estados unidos se sitúa alrededor del 75, Big Picture está graduando a más del 90 por ciento de sus estudiantes.
Pero estos ejemplos –que involucran solamente algunos miles de estudiantes– son excepciones a la regla. El sistema como un todo, educa millones, y es lento en reconocer o adoptar innovación exitosa. Es un sistema que fue construido hace casi dos siglos para satisfacer las necesidades de la era industrial. Ahora nuestra sociedad y economía han evolucionado más allá de esa era, y las escuelas también deben reintentarse.
Para este tiempo, podemos ver cómo se vislumbra el futuro en lugares como el salón de clases de Juárez Correa. También podemos ver que el cambio no vendrá fácilmente. Aunque el grupo de Juárez Correa genera resultados impresionantes, y ha inspirado a muchas personas, poco ha cambiado. Francisco Sánchez Salazar, jefe del Centro Regional de Desarrollo Educativo en Matamoros, fue aún más desdeñoso. “El método de enseñanza hace poca diferencia”, dice. Tampoco cree que el éxito de los estudiantes garantizará ningún apoyo adicional. “La inteligencia viene de la necesidad”, dice. “Salieron adelante sin tener recursos”.
Más que halagado, Juárez Correa se sintió como el burro de la historia. Entonces recordó a Paloma. Ella había perdido a su padre y crecía al borde de un tiradero de basura. Bajo circunstancias normales, sus prospectos serían limitados. Pero como el burro, ella se sacudía los montones de tierra; había comenzado a escalar el montículo para salir del pozo.