Ubicada en el municipio de San Fernando, Carboneras es una de las comunidades pesqueras que se asientan a orillas de la Laguna Madre, el cuerpo de agua más importante de Tamaulipas, donde desembocan diversos caudales como el río Conchos y Soto la Marina.
Este rico cuerpo de agua es reconocido como una de las lagunas pesqueras con mayor producción en el Golfo de México, particularmente de camarón, cuya venta es de las principales actividades a las que se dedican los lugareños.
Este importante ecosistema también alberga otras especies de pescados y mariscos como el ostión, la lisa y la jaiba y almeja y es el refugio de diversas especies de aves que arriban todo el año al lugar.
Con tanta riqueza de flora y fauna, cualquiera pensaría que comunidades pesqueras como Carboneras gozan de bonanza y bienestar económico, pues la Laguna Madre ofrece a sus visitantes oportunidades de caza, pesca y deportes acuáticos; sin embargo, no es así, los habitantes de las pequeñas comunidades de pescadores viven en la marginación, esperando la temporada de captura de camarón.
Carboneras se divide en varias comunidades o colonias. Barrio Pobre, Los Patos, El Lugar del Faro y La Playita, donde más se observa la carestía de los pescadores.
VIVIR ESPERANDO LA PESCA
Entre el área de El Faro y La Playita habitan un promedio de tres mil 700 personas. Todos los habitantes de estos barrios se dedican a la pesca o a remendar y vender redes. Hombres, mujeres y niños saben pescar, tienen que hacerlo para llevar alimento a su mesa y vender su producto.
La temporada de pesca de camarón –la más redituable– empieza con la llegada de la primavera, a partir del 21 de marzo. Los hombres ponen las redes y salen con sus lanchas a pescar camarón.
La forma en la que trabajan es colocando estacas en forma de triángulo donde capturan al camarón. Esos son los meses donde la prosperidad visita un poco a los lugareños, pues la venta del camarón les dará el dinero para subsistir los siguientes meses de veda.
A punto de comenzar la corrida, los lugareños ya se encuentran preocupados, pues no visualizan una buena temporada.
Margarita González, es una mujer de la tercera edad, pero su porte y recio caminar no refleja sus sesenta años de edad. Y aunque no nació en Carboneras, esta menuda mujer de tez morena ya considera su hogar a este rincón a donde hace más de tres décadas llegó con su marido, un pescador oriundo de Veracruz.
Y es que hubo un tiempo –cuentan– que la laguna de repente se secó, terminando con el sustento de la gente originaria de Carboneras. No fue hasta después del huracán Behula del 17 de septiembre de 1967, que las aguas subieron, los peces volvieron y con ellos la actividad pesquera.
Durante muchos años la naturaleza fue generosa con los lugareños que llegaron a buscar sustento de ella, pero desde hace años que la Laguna Madre ya no es tan dadivosa como antes.
A pocos días de comenzar la temporada de pesca, algunos pescadores –que ya han echado sus redes– no han visto mucho marisco en las aguas. “Ya no sacamos lo de otros años”, mencionó Margarita.
Aún así la pescadora tiene esperanza en sus ojos. Con su hablar sencillo asegura que tiene fe en Dios, quien hará que la naturaleza sea benévola con las familias de La Playita.
Marzo, abril, mayo y junio, son los meses de temporada del camarón y los pescadores tienen prohibido sacar pescado, únicamente para autoconsumo.
“Ahorita será el tiempo del camarón, pescado ya no nos dejan sacar, el tiempo de la lisa (pescado que se usa en filete) ya pasó, al que encuentran sacando pescado lo multan con cinco mil o seis mil pesos”, advierte la mujer.
El monto de la multa –para cualquier pescador– es una fortuna que nadie vería ni en los mejores tiempos.
La temporada del marisco termina en julio con la entrada de la canícula y empieza la veda, esos son los meses más austeros para los habitantes de Carboneras.
Sin muchas oportunidades, los hombres salen a buscar el sustento diario en otros lados, unos van a los ranchos vecinos a trabajar cuidando el ganado de los rancheros mientras que otros desmontan solares; cualquier trabajo es bueno para enviar dinero a la Laguna Madre.
Pero hay quienes prefieren seguir su oficio y emigran a las presas del norte a conseguir alimento, Camargo y Comales son los destinos más socorridos.
Los que se quedan en Carboneras –en su mayoría mujeres y hombres mayores– sobreviven con la pesca de lisa, jaiba y ostión, advertidos de no vender marisco hasta el mes de marzo.
CARBONERAS MARGINADO
Aunque son los últimos días de invierno, el sol quema en La Playita de Carboneras. El aire frío y entumecedor le recuerda a los visitantes de no confiarse del paisaje de la Laguna Madre, cuyas azules aguas con diversas aves nadando en sus orillas (patos, aves y pelícanos) son una invitación perfecta para nadar.
Pero el lugar no se llena de bañistas sino hasta después de marzo, al empezar la Semana Santa, cuando los pescadores ven en los visitantes la oportunidad perfecta para vender sus productos.
Ahora las calles lucen vacías y las lanchas están en la orilla de la laguna. Como todavía no comienza la temporada de pesca, los hombres que están en el poblado ocupan el tiempo en remendar sus redes.
El pueblo luce casi vacío -gracias a la migración obligada- pero dicen los lugareños que poco falta para que regresen los que emigraron y aprovechen el tiempo de pesca.
El silencio en las calles es interrumpido por el esporádico paso de algún vehículo. No hay gente que haga ruido afuera de las casas, salvo aquellos que remiendan sus redes.
La mayoría de las viviendas están construidas con madera cartón y son pocas las de material. Las modestas habitaciones contrastan las antenas de sistemas de televisión como Sky o VETV, lo que se consideraría un lujo innecesario si se viviera en cualquier ciudad.
Los visitantes no entienden este contraste, pues para ellos estos sistemas son necesarios para poder ver algo en la televisión pues su cercanía con el mar les impide que una antena normal funcione.
La ayuda mutua es una práctica común entre los pescadores de La Playita y El Faro, lo que se pone de manifiesto a quienes visitan el lugar llevando ayudas a los lugareños.
De vez en cuando integrantes de iglesias evangélicas llegan a estas comunidades para distribuir despensas y ropa a los pescadores, quienes las comparten con sus vecinos.
Aún así las carencias permanecen todo el año. Esto lo sabe Cristóbal Miranda, quien durante siete años trabajó como ministro evangélico en el lugar, y conoció las necesidades de la población.
“La primera necesidad de la gente son los alimentos y la vivienda. Aunque tienen sus pedacitos de tierra no hay muchas formas de subsistir, no hay comodidades de comer carne o pollo, su alimentación se basa en lo que puedan pescar, eso y los frijoles con chile, es todo lo que se come.
La gente batalla bastante y lógicamente las necesidades aumentan cuando vienen las enfermedades y las infecciones, porque la gente está a la orilla del agua”, precisó.
El 90 por ciento de la comunidad recibe algún tipo de programa de gobierno para sobrevivir, apoyos sin los cuales sería imposible permanecer en Carboneras.
El Seguro Popular, Oportunidades y Progresa, se convierten en apoyos vitales para la comunidad, especialmente de quienes tienen niños o están al cuidado de personas de la tercera edad.
Por ejemplo, Margarita González recibe del programa federal Oportunidades la cantidad de 800 pesos mensuales para sobrevivir, mientras que las familias con niños perciben un promedio mil 200 pesos de ayuda, que es el único dinero con el que cuentan fuera de la venta de sus productos o de las remesas que sus familiares les envían del extranjero.
Sin embargo, al igual que la producción de la laguna, este dinero también está menguando, pues la mayoría de las personas que emigran trabajan en el sector de las maquiladoras, uno de los más afectados por la crisis económica.
Otro de los principales problemas entre los lugareños es la falta de servicios de salud. Aunque la mayoría cuenta con el Seguro Popular, el Centro de Salud no es suficiente para atender a todos los habitantes, especialmente a los niños que continuamente padecen de infecciones en la piel.
“En este lugar sí se batalla mucho, desde que comienza la canícula entre los meses de julio y marzo; son nueve meses que no pescan para venta, sólo para autoconsumo, pero es mínimo.
Son tiempos duros, la gente tiene que esconderse para pescar porque no es permitido, nomás para autoconsumo, si se encuentran pescando los turnan al delegado y la gente sufre por estas carencias”, detalló Cristóbal Miranda.
En estas circunstancias, la ayuda de organizaciones privadas y los programas de apoyo del gobierno federal, se vuelven indispensables para los habitantes del lugar, visitas que para mala fortuna de los pescadores también están disminuyendo, gracias a las alertas de seguridad que Estados Unidos emite a sus ciudadanos.
Y ni qué decir de los programas de ayuda gubernamentales, los cuales debido al próximo proceso electoral se verán suspendidos en el tiempo de campaña, sin importar que los residentes de Carboneras tengan que buscar otra manera de subsistir.