
El olor a legumbres descompuestas es el indicio de uno de los peores desastres naturales registrado en los últimos años en el noreste de México.
Más de 200 mil hectáreas de sembradíos de maíz, sorgo y ocra, sufrieron pérdidas millonarias a causa del desbordamiento del río Bravo, luego de que la Comisión Nacional del Agua (CNA) decidió descargar las presas localizadas en Nuevo León y Tamaulipas.
Los daños originados por el huracán “Alex”, que se exprimió en la cadena montañosa de la Sierra Madre Oriental, hizo que 21 años después se repitiera la trágica inundación de “Gilberto” sobre el río Santa Catarina y la zona metropolitana de Monterrey.
Por ello, el gobierno de la República ordenó la apertura urgente de las presas Cerro Prieto, Boca y el Cuchillo, para drenar centenares de millones de litros cúbicos hacia el Golfo de México, lo que trajo como consecuencia una acumulación excesiva de agua no sólo en ese Estado, sino también en Coahuila y Tamaulipas.
Para evitar que la fuerza de la naturaleza alcanzara las ciudades de la franja fronteriza, se tuvieron que arrancar enormes tramos de carreteras y así agilizar la fluidez del líquido pluvial a través de los campos de cultivo, originando una devastación inusitada en las comunidades rurales.
El agua engulló toneladas enteras de productos agropecuarios, hizo que fueran evacuadas miles de personas de sus hogares y dejó sin trabajo a muchas familias que dependen de esta actividad. Ocho semanas después, el panorama sigue siendo igual o peor de desolador que cuando se produjo el siniestro.
CARRETERAS INCOMUNICADAS, CULTIVOS INSERVIBLES
En un recorrido Hora Cero comprobó que las partes de la carpeta asfáltica que fueron rotas por las autoridades siguen inertes, aunque con las huellas de lodo dejadas por el desbordamiento del cauce que divide México de Estados Unidos. Alrededor sólo pueden observarse inmensos plantíos secos o todavía bajo el agua (hasta donde se pierde la vista).
Los cultivos de sorgo echado a perder lucen como si les hubieran prendido fuego, negros en la parte superior, de la misma que comen miles de aves.
Y a pesar de que el olor que despiden es casi insoportable, entre los surcos inundados pueden observarse camadas de patos alimentándose del comestible desecho.
Mientras tanto, las casetas de peaje no están funcionando en dirección a Reynosa. Para acceder al poblado de Nuevo Progreso y su puente internacional hay que tomar un camino de aproximadamente 50 kilómetros pasando por el ejido El Empalme.
La carretera libre hacia dicho municipio está parcialmente cerrada, aunque no existen señalamientos que indiquen que se encuentra partida a la altura del kilómetro 10. Los automovilistas y camioneros que circulan por el rumbo suelen atorarse con los escombros y de noche corren el peligro de volcar sus unidades con las zanjas que dejaron la creciente del Bravo y las máquinas retroexcavadoras.
A comienzos de julio la corriente que por aquí pasaba era desmesurada, al grado que los sorprendidos automovilistas se bajaban para tomar fotos y video. Ahora hacen lo mismo, pero para registrar el desastre natural que quedó de todo ello.
No hay manera de continuar por este camino y hay que regresarse hasta el entronque a la carretera libre Reynosa-Matamoros, ingresar a la autopista y girar hacia el lado norte de las casetas de cobro para acceder hasta Nuevo Progreso.
OLVIDO Y DESDEN
Los agricultores, frustrados, manifiestan que no les ha llegado ningún apoyo del gobierno federal y mucho menos han sido visitados por los funcionarios casi desde que lo perdieron todo.
“Se quedaron los terrenos sin trillar. Los ranchos quedaron bajo el agua y no sabemos qué va a pasar todavía; no nos han dado ninguna ayuda económica y ya vienen las lluvias otra vez de vuelta.
“Yo perdí siete hectáreas aquí en el área del ‘vaso’, pero hay muchos más compañeros que resultaron afectados”, lamentó Francisco Chacón.
Familias enteras de campesinos originarios del sur del Estado mejor tomaron sus pertenencias y se marcharon a buscar empleo a otros lugares del país. Quienes no completaron para el pasaje se quedaron a enfrentar el hambre, porque sus patrones no tienen dinero para pagarles.
La recuperación de las tierras en el norte de la República parece ser más lenta de lo que se esperaba, domina un ambiente de incertidumbre y de abandono.
Incluso, algunos ediles se quejan de que aún no aterrizan los recursos del Fondo de Desastres Naturales (Fonden) para atender el problema en sus municipios, pese a que la temporada de huracanes sigue su curso y llegan nuevas precipitaciones.
Tampoco ha sido enviado el cuerpo técnico que el Ejecutivo federal prometió para valorar la destrucción que dejó el paso del agua.
Y mientras la CNA se desmarca de su responsabilidad –de haber desfogado a destiempo los embalses– con un saldo de muertos y heridos en Nuevo León, y un campo tamaulipeco “enfermo”, las víctimas de las inundaciones solicitan ayuda oportuna para comenzar de nuevo.
Por lo pronto, no hay fecha para que vuelva a ser abierto a la circulación el trayecto de cuota Reynosa-Matamoros. La Delegación Regional de Caminos y Puentes Federales (Capufe) ni la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) se han pronunciado al respecto. El monto de los daños en dicha vía sigue sin especificarse.
El río Bravo, en tanto, continúa expulsando el agua que trajo “Alex” y que todavía es un problema para el campo de Tamaulipas.