Pocos lugares pueden darse el lujo de contar con vestigios capaces de recrear la forma tan rudimentaria en la que vivieron los hombres del pasado en Tamaulipas y la región, ilustrando las maneras en las que se defendían, cazaban, preparaban su comida e incluso comercializaban.
De esto y de mucho más puede saberse en los pasillos del Archivo Histórico Municipal y el Museo de Camargo, Tamaulipas, que dispone de un cúmulo de información en escritos, pero principalmente en las obras arqueológicas, que expone en sus galerías y vitrinas.
La colección –que supera las cuatro mil piezas– está compuesta de objetos primitivos tallados en pedernal, cerámica, huesos, óleos y grabados en madera, que comprenden distintos periodos y son parte del rompecabezas arqueológico de México.
Detalla el profesor Víctor Sáenz Ramírez, director del Archivo Histórico Municipal, y quien es uno de los principales donantes de vestigios encontrados en la zona, que Camargo es una tierra con importantes hallazgos, tan es así que existen más de 45 sitios arqueológicos documentados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Menciona que a raíz de los trabajos de exploración y perforación de Petróleos Mexicanos (Pemex) se han encontrado restos de mamut, dinosaurios y de otras épocas herramientas de piedra como cuchillos, hachas, puntas de flechas y unidades de medida, utilizados por los indígenas nativos.
Algunas de estas piezas se exhiben en el Museo Municipal, las cuales forman parte del tesoro cultural de la región, así como también de otros rincones del país, que también llegaron concedidos.
En los aparadores se encuentran morteros que pertenecieron a las antiguas civilizaciones, vasijas de cerámica y jarrones. También se pueden observar monolitos de barro pertenecientes a la región purépecha de Michoacán.
“Definitivamente sí nos han hecho donaciones. La colección mía de pedernales y flechas yo la di desde que comencé siendo apenas un niño. Son casi tres mil 500 piezas, algunas en exhibición y otras en bodega.
“Pero hay otras piezas de diferentes culturas del país que han donado personas, como un sacerdote de Reynosa, el padre Manuel Mata, que es conocido por su generosidad. En casi todos los museos tenemos objetos de él.
“Él nos donó un dote muy significativo de la cultura purépecha de Michoacán. Es una de las culturas más puras que hemos visto y se han conservado, porque incluso ni los aztecas pudieron entrar ahí, a esa área prehispánica; mientras que otras gentes como el señor Fabián Flores nos donó una colección del área de la huasteca potosina”, agradece.
LA HISTORIA DETRAS DE UN OBJETO
Al mismo tiempo que enseñaba al reportero la lítica o puntas de flecha de piedra componentes de la huasteca tamaulipeca Sáenz Ramírez explica que estos objetos tienen una elevada relevancia, porque hablan del modus vivendi de las personas que habitaron las tierras que son ocupadas por la civilización actual.
Comenta que estas evidencias son capaces de remontar a los visitantes a una época de supervivencia, en la que la arquería era habitual, pero también hacen pensar en la configuración de los pueblos que se establecieron en esta región.
“Aquí los comecrudos casi eran los primeros que habitaron estas tierras. Se puede decir e incluso yo me puedo aventurar a mencionar que eran sedentarios. Aquí tenían pesca, la fauna, los venados, todo. Aquí vivían, no era que anduvieran como nómadas como se ha dicho”, remarca.
El director del Archivo Histórico Municipal aclara que en el norte de Tamaulipas la colonización española fue tardía a comparación de otros territorios nacionales.
“Llegó a mediados del siglo XVIII, en 1748 con el movimiento de José de Escandón (conocido como el conde de Sierra Gorda). Y esas etnias, al igual que ‘Los Pajaritos’, quienes vivían al sur del municipio, comenzaron a desaparecer.
“También estaban ‘Los Venados’. Ellos ocuparon la parte norte del río Bravo. ‘Los tarehuanos’. Había unos tres o cuatro sobrevivientes de una etnia de ‘Los Cardios’, muy raro el nombre. Después se agregó una
nación que le llamaban ‘Los Carrizos’, quienes se revelaron contra el imperio español el 3 de abril de 1812. En una insurgencia se levantaron en armas contra el sistema opresor, apoyando al movimiento de Miguel Hidalgo, que ya había empezado. Incluso aquí cruzando la calle se dio el enfrentamiento entre los españoles y ‘Los Carrizos’. Mataron a tres peninsulares y el indio Julián Canales tomó el poder durante casi una semana”, relata.
Sáenz Ramírez indica que este último fue el indio representativo de la región. Agrega que los descendientes tanto de ‘Los Carrizos’, como de otros grupos étnicos se extinguieron porque los explotaban.
“Ellos tenían su dialecto. Martín Salinas Rivera es el especialista de esos grupos, y señala que se comunicaban con el idioma de los huastecos, como el náhuatl con algunas variantes. Nosotros incluso tenemos un mortero de ellos, el cual servía para moler las semillas. El museo de Reynosa tiene tres muy bonitos”, manifiesta.
Sobre los lugares donde habitaron los indígenas de la región, el entrevistado describe que a diferencia de otras zonas arqueológicas donde se localizan pirámides o cuisillos (bases de chozas), aquí no se ha hallado nada al respecto, muy probablemente por las inundaciones.
“Lo único que tenemos aquí son los morteros y las armas. Tal vez por las avenidas de agua, ya que el río Bravo es un delta, que tiende a abrirse como un cono hacia el golfo de México, aunque ahora ya está controlado por las presas y embalses.
“Pero el clima era proclive para que vivieran en estas áreas. En tiempo de frío se cubrían con las mismas pieles de los venados y sus chozas eran más bien de zacate con lodo. Las casas de adobe se fueron desechando por lo mismo de las inundaciones. De hecho Camargo se llegó a anegar casi después de su fundación en 1751. El pueblito estuvo a punto de desaparecer y se volvió a formar”, cuenta.
UN MUNICIPIO HISTORICO
Víctor Sáenz Ramírez puntualiza que el municipio de Camargo, (localizado a unos 45 minutos de Reynosa por la salida a Nuevo Laredo) es incluso más antiguo que Reynosa. Al respecto declara que aquí llegó De Escandón como colonizador y dejó al capitán Blas María De la Garza Falcón. Se fundó el 5 de marzo y después fue comisionado para fundar la Villa de Reynosa el día 14 de marzo de 1749.
Pero referente a los objetos que poseen en el museo, el entrevistado explica que incluso son de mucho más antigüedad a la llegada de los españoles, mientras que las más recientes tienen una edad de al menos tres siglos.
“Las flechas, tendrán unos 300 años, pero hay piezas como hachas que incluso pueden ser del periodo Antes de Cristo. Esto por la cuestión de la cronología de los años, pues se hacen pruebas de Carbono-14, pero por lo que hemos visto en libros de especialidades esas hachas son antiquísimas.
“Existen piezas repetidas en otros museos y las fechan antes de la época cristiana. Y bueno gracias al apoyo que tenemos de la presidencia estamos avanzando aquí en el museo para documentar toda nuestra historia. Conaculta (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes) y el ITCA (Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes) del Estado también nos apoyó para una edición de un libro del cronista oficial de aquí de Camargo, don Ernesto Garza Sáenz.
“Y también vamos a hacer la quinta edición de la Batalla de Santa Gertrudis. Ese es un trabajo muy humilde mío, también apoyados por Conaculta e ITCA. Para ello tenemos en puerta el 150 Aniversario de esta Batalla contra el Imperio de Maximiliano de Habsburgo y su jefe Napoleón Tercero”, anuncia.
RESCATANDO LA RIQUEZA HISTORICA
A diferencia de la Batalla de Puebla del 5 de mayo, en la que cada año acude el Presidente de la República, en Camargo donde se presentó la Batalla de Santa Gertrudis –y en la que hubo un número mayor de bajas del Ejército Francés–, y que significó la caída del Segundo Imperio Mexicano, no ha recibido la misma importancia ni los honores que merece a nivel nacional.
“En realidad aquí hubo más bajas que el 5 de mayo de 1862 (alrededor de ochocientos muertos en total, de los cuales 500 eran del enemigo). Santa Gertrudis fue en 1866, pero le da el golpe final a Maximiliano. De aquí se van a Matamoros ese mismo año y cae Monterrey por lo mismo, luego Tampico y se va como un efecto dominó, pero a raíz de esta batalla.
“Incluso el general Tomás Mejía, que fue el gobernador de Matamoros durante el imperio, a un año cuando ya se concentraron todos los ejércitos de Maximiliano en Querétaro, él les recordó a los generales e incluso a Maximiliano, que él les estuvo advirtiendo de Santa Gertrudis. –No necesitaban más que haberme enviado hombres, yo los hubiera armado–, eran sus palabras”, afirma.
Cabe señalar que los dos grandes generales de Benito Juárez fueron Porfirio Díaz y Mariano Escobedo.
“Este último fue el que dirigió aquí la batalla y era el general en jefe del Ejército del Norte. Y también participó Servando Canales nativo de aquí de Camargo. El conocía el terreno y su padre Antonio Canales era una gran figura. Falleció en Reynosa donde estuvo de alcalde e incluso en el mural está pintado su papá”, añade.
De esa batalla tan cruenta quedaron vestigios botones, rastros de uniformes, artillería.
“Se han encontrado algunas balas de la época, bayonetas y el Museo de Reynosa tiene algunas cosas de Santa Gertrudis. Lo que tenemos nosotros apenas vamos a montarlo para este año conmemorativo el próximo 6 de junio”, invita.
SIN LUGAR PARA EL ABURRIMIENTO
Asimismo el Museo Municipal muestra ya varias esculturas, objetos de la cultura apache y gravados en pedernal, así como arqueología de Jalisco, Oaxaca y otras entidades.
“A estas hachas (de piedra tallada) se les colocaba el mango y con pedazos de cuero se ajustaba bien de manera que quedara bien para cortar leña o tablas”, narra.
Sáenz Ramírez, quien regaló toda su colección de puntas de flecha al museo, expresa que el geólogo de Reynosa, Herminio Aguilar, fue el encargado de elaborar la tipología científica de todo el arsenal, como lo son clasificación, medidas y edades.
“Estas eran trabajadas a mano. Y claro que podemos imaginarnos que alguna de estas puntas pudo haber herido a alguien de muerte, porque eran para la defensa de estos pueblos que habitaron en el pasado nuestra entidad. También les servían como cuchillos y para los trabajos cotidianos.
“Aquí tenemos la más pequeña, tallada también. Posiblemente era para los niños, para las aves o los peces. Esa punta iba amarrada a una vara y ya con el impulso alcanzaba una gran velocidad”, comenta.
El recinto en sí donde se localiza el museo (ubicado en la parte trasera de la Iglesia principal, justo en la esquina de las calles Pedro J. Méndez con Belisario Domínguez), es un edificio histórico con más de 150 años de antigüedad y una muestra del patrimonio de la región noreste del país, que a decir del director del Archivo Histórico Municipal, tiene una arquitectura con influencia francesa que de igual manera vale la pena conocer.
