
Han pasado tres años desde que una docena de ejidos de la zona rural de Matamoros y Valle Hermoso se inundaron por los desfogues de las presas El Cuchillo, Marte R. Gómez y Falcón. A la fecha, las familias afectadas no han logrado recuperarse de esa desgracia que ahogó su sorgo, sus animales y su patrimonio.
El 30 de junio del 2010 el huracán “Alex”, sacudió al Estado de Tamaulipas y entidades aledañas con sus potentes vientos y sus grandes cantidades de agua que terminaron por asfixiar la capacidad de las presas.
Para evitar problemas se realizaron trasvases de las presas al río Bravo y ahí comenzó la catástrofe para ejidos como Las Blancas, San Lorenzo, Pacheco, 5 de mayo, entre otros; los dos primeros fueron los más perjudicados.
El cauce del río fue desviado hacia al sur del municipio para evitar anegamientos en el área urbana. El sacrificio al que fueron sometidos los pobladores rurales por las autoridades de la Comisión Nacional del Agua (CNA) fue doloroso y aún no termina de doler.
El 18 de julio el agua empezó a filtrarse en los ejidos, rápidamente las familias comenzaron a sacar algunas pertenencias de sus hogares. Los objetos que no alcanzaron a retirar simplemente flotaron durante las semanas que el anegamiento persistió.
En la contingencia, algunas familias se resguardaron en bodegas, otras se trasladaron a la ciudad para alojarse con sus parientes o rentaron casa mientras se estabilizaba la situación en sus demarcaciones.
Fueron días complicados para la población rural perjudicada: el agua, su aliada en las cosechas y en su vida diaria, se convirtió en una enemiga que había sido encaminada hasta sus hogares por la mano de la autoridad.
Eso lo saben los ejidatarios y hasta lo aceptan, pero lo inaceptable para ellos es que a tres años de la contingencia las autoridades, que en su momento los inundaron de promesas y que se comprometieron a restaurar cada vivienda afectada, los ahogaron en el olvido.
‘PROMETER NO EMPOBRECE’
“Es poco lo que se tiene pero para uno es mucho. Prometieron muchas cosas pero en el campo hay un dicho muy peculiar: prometer no empobrece”, dice Luis Lauro Garza Rangel, originario del ejido San Lorenzo, al comenzar el relato de lo que acontecido y el recuento de los daños que no se repararán por sí solos por más que pasen los años.
Este ejido, ubicado entre la carretera que conduce al Puerto Mezquital y la carretera a ciudad Victoria, quedó sepultado bajo el agua que ostentó un nivel de hasta cuatro metros en las partes bajas.
El puente del acceso principal al área fue derribado por la intensa corriente que se gestó en el Arroyo del Tigre. Antes de que se inundara por completo, la gente tenía que cruzar el arroyo en lancha, después ya no pudieron acceder.
“Sabemos que gracias a esos desfogues que se hicieron se evitó que varias ciudades no se inundaran pero desagraciadamente inundaron algunos ejidos como lo son San Lorenzo y Las Blancas, echando a perder las construcciones. Vemos con tristeza que para la reposición de las casas el apoyo fue mínimo”, dice Garza Rangel, de 60 años de edad.
Algunas casas todavía conservan las marcas del agua que se estancó durante varias semanas, las paredes albergan cuarteaduras, las casas de madera de algunas familias todavía tienen partes podridas, prácticamente no ha habido cambios.
“Desgraciadamente el apoyo que en su momento dieron las autoridades a través del Fonden (Fondo Nacional de Desastres) fue mínimo, pues a tres años las casas todavía muestran deterioros. Hacemos un llamado a las autoridades para que nos echen la mano en lo que nos falta”, señala.
El cambio más sustancial que se observa en el ejido es la reconstrucción del puente sobre el Arroyo del Tigre. Sin embargo, éste aún no se concluye pero ya es utilizado por los habitantes de San Lorenzo para ingresar a la comunidad.
La agricultura, pilar económico del ejido, también sufrió afectaciones, hubo algunos campesinos que registraron pérdidas considerables, tanto de maquinaria como de producción. Luis Lauro asegura que hay personas que no han recibido los apoyos que les prometieron.
A raíz de la situación hubo familias que abandonaron el ejido, sin embargo, conforme pasa el tiempo han ido regresando. Pese a ello, algunas casas están vacías a punto del colapso por la falta de mantenimiento desde el anegamiento.
Recuperarse no ha sido fácil, menos cuando la agricultura del municipio y la región pasa por momentos críticos debido –paradójicamente– a la falta de lluvias desde hace dos años. La situación es poco favorable para las familias quienes han tenido que alternar la labor del campo con otros oficios para poder subsistir.
Agustín Villalón Jaramillo, habitante de San Lorenzo, comenta que ha tenido que desempeñar diversos trabajos para sacar adelante a su familia, cumplirles con las necesidades básicas. El dinero no le alcanza para reparar los daños que sufrió su hogar, por lo que ha tenido que reedificar su casa en fases.
“El apoyo siempre lo vamos a estar necesitando mucho pero gracias a Dios tenemos nuestra casa. Se echó a perder la mayoría por eso hemos estado cambiándole la madera de adentro, todavía hay una parte que no acabamos de cambiar”, dice.
Refiere que el gobierno le dejó bloques, cemento algunos barrotes y hojas de triplay, láminas y dos bolsas de clavos, para que reconstruyera su vivienda. A la fecha, los bloques siguen ahí, sólo pudo elaborar un piso con los bultos de cemento, lo cual demuestra que el apoyo fue insuficiente por parte de las autoridades de los tres niveles de gobierno.
¿CUAL RECUPERACION?
Parece lejana la fecha de la inundación pero el acontecimiento sigue estando tan presente en los habitantes del ejido Las Blancas como cuando sucedió. El tiempo pareciera ser suficiente para hablar de una recuperación pero no es así, no cuando una familia apenas en este año logró recabar los materiales para reconstruir su vivienda.
José Luis Aceves, poblador del citado ejido, comenzó a levantar la casa de madera de su hermana el primero de agosto… de 2013. En el patio estaban regadas sus herramientas de trabajo y algunos enseres dañados de aquella inundación.
“Pues ahí vamos de menos a más año con año, nos vamos levantando poco a poco. Todo lo que estamos reconstruyendo es con méritos propios”, expresa.
Un año compró barrotes, otro año triplay, y de esta manera pudo comenzar a construir, comenta el entrevistado quien es propietario de una casa de material que también sufrió daños pero que no tiene la certeza el tiempo que habrá de transcurrir para rehabilitarla.
Cuando estaba reciente la tragedia las autoridades estatales y federales arribaron al ejido a tomar fotografías a las viviendas perjudicadas. Incluso el gobernador de Tamaulipas en esa época, Eugenio Hernández Flores, fue al ejido para constatar las afectaciones y repartir recursos, meros analgésicos para tranquilizar a los pobladores.
Las cortinas esconden las cuarteaduras que ostentan las paredes de la casa de Elías Vázquez Mendoza, originario de Las Blancas. En los 62 años que ha habitado en ese lugar jamás había pasado situación similar.
“No ha habido ninguna recuperación, trajeron algunas ayudas pero fueron muy pequeñas. Nos prometieron apoyo para recuperar lo que habíamos perdido pero hasta ahorita no hemos visto nada”, dice.
En este ejido, al igual que en San Lorenzo, también abundan las casas abandonadas, también hay terrenos en lo que sólo ha quedado el piso de concreto ya que la vivienda fue derribada y no se ha reconstruido.
AFERRADOS AL CAMPO
Lo que el agua se llevó o que la autoridad jamás regresó, es lo de menos, lo importante es que las familias de esos ejidos afectados continúan con sus actividades, con carencias de toda índole pero se mantienen aferrados al campo.
El presidente del 13avo. Comité Nacional Campesino de Matamoros, Julián Alvarez Montemayor, destaca el esfuerzo de las familias del área rural por avanzar pese a las circunstancias actuales.
“Es digno de reconocerles el trabajo que hicieron antes, durante y después de esa inundación, siguen aferrados a sus parcelas, aferrados a su comunidad ejidal y ahorita estamos reactivando la economía con muchas carencias y muchas necesidades como estamos en el campo; es digno de reconocerlos y admirarlos a estos compañeros”, resalta.
Reconoce que las autoridades no cumplieron con su palabra pero seguirán insistiendo en que se atiendan las necesidades que persisten.
“A tres años se ha visto un avance pero no como se requiere. Tuvimos apoyo pero no el suficiente como habíamos quedado”, resume el presidente del comité.
Así ha pasado el tiempo pero las marcas de aquella inundación que ahogó a esos ejidos de Matamoros se mantienen en las paredes cuarteadas y en los enseres perdidos, sin embargo, los ejidatarios han optado por esforzase para reponer su patrimonio con el sudor de su frente, ya que el apoyo que las autoridades prometieron nunca llegó.