
En un repaso de la vida triunfante del famoso caudillo mexicano José Doroteo Arango Arámbula (nombre de pila), esta ciudad del norte de México, fue crucial en el desenvolvimiento de las brigadas de uno de los generales más representativos de la Revolución Mexicana.
La lógica de un personaje tan complejo y controvertido como lo fue el general Francisco Villa, brazo armado de la Revolución Mexicana, jefe de la poderosa División del Norte –que definió el rumbo de ese movimiento– y figura principal de la iconografía nacional, se refleja cabalmente en las tres tomas de Torreón (ciudad que ha sido conquistada cuatro veces, pero Villa no participó en la primera, cuando el degüello de chinos).
Un hombre fuerte, grande, rudo, venido de la entraña misma del pueblo; que cuando joven fue arriero, bandolero, carnicero y comerciante, llegó a la edad adulta en la gestación y alumbramiento de la primera revolución social del siglo XX.
De naturaleza astuta e ingenioso, como era, no se enredó en los vericuetos intelectuales. Sabía que no sabía y preguntaba. Supo delegar en otros con mayor preparación los asuntos que estaban fuera de sus capacidades.
Su mayor virtud fue el sentido de la justicia. Su mejor cualidad, la fidelidad a sus principios y a las personas. Su dote más importante, la capacidad militar. Su atributo esencial estuvo en el embrujo de la gente, que persiste. Francisco Villa entendió el poder político como la oportunidad de servir a los demás, de manera muy especial a los niños para los que deseaba una patria libre, soberana, justa y humanista.
Torreón, la capital de la región Lagunera, en el suroeste de Coahuila, fue tomada cuatro veces por las fuerzas revolucionarias, tres por la División del Norte. Resulta que a esta urbe llegó el ferrocarril a principios del siglo XX y con ello se convirtió en el centro de comunicaciones más importante del norte de México. Conectaba las vías férreas que corrían del centro a Nuevo Laredo, Tamaulipas, en la frontera noreste; a Mazatlán, Sinaloa, en la costa del Pacífico y a Chihuahua, en el estado del mismo nombre, en el noroeste del país; siendo un punto estratégico desde los aspectos productivo, comercial y militar.
En la segunda etapa de la Revolución, luego del asesinato del presidente Francisco I. Madero, Villa tomó Torreón por primera vez el 1 de octubre de 1913, derrotando a los generales Eutiquio Munguía y Benjamín Argumedo; luego, la tomó por segunda vez (batalla que definió el rumbo del movimiento) el 3 de abril de 1914. Por último, la vuelve a tomar el 22 de diciembre de 1916, confirmando su poderío militar frente al Ejército Constitucionalista y las tropas de la Expedición Punitiva norteamericana.
PRIMERA BATALLA
Cuando ocurrió el cuartelazo que terminó con la vida del presidente Madero, Villa estaba avecindado en Tucson, Arizona. Tan pronto como supo de la traición de Victoriano Huerta, a cuyas órdenes había servido en la División del Norte, se adentra en territorio mexicano con algunos hombres más. En tres meses había juntado una fuerza de 400 soldados y librado exitosamente varias batallas, lo que hizo que a mediados de septiembre de 1913, todas las facciones armadas del estado de Chihuahua, reunidas en Jiménez, lo reconocieran como jefe supremo.
En esta misma reunión, se constituyó la nueva División del Norte con sus brigadas: Guadalupe Victoria, a cargo del Gral. Miguel González; Morelos, Gral. Tomas Urbina; Benito Juárez, Gral. Maclovio Herrera; Cazadores de la Sierra, Gral. Alejandro de la Vega; Guerrero, Gral. Agustín Estrada; Fierro, Gral. Rodolfo Fierro; Segunda de Durango, Gral. Abel B. Serratos; Sanitaria, Andres Villarreal, doctor en jefe del servicio sanitario; Villa, Gral. Jose Rodríguez; Zaragoza, Gral. Eugenio Aguirre Benavides; González Ortega, Gral. Toribio Ortega; Madero, Gral. Juan Contreras; Cuauhtémoc, Gral. Trinidad Rodríguez; Primera de Durango, Gral. Orestes Pereyra; Robles, Gral. Jose Isabel Robles; Chao, Gral. Manuel Chao; Leales de Camargo, Gral. Rosalío Hernández; Ceniceros, Gral. Severino Ceniceros; Juárez de Durango, Gral. Calixto Contreras y Bracamontes, Gral. Pedro F. Bracamontes.
Asimismo, la Artillería Divisionaria a cargo del Gral. Felipe Angeles. La escolta personal del Gral. Villa, cien hombres emanados de las tropas de élite, conocidos como los Dorados, comandados por el Coronel Jesús M. Rios, fueron encargados de la seguridad del general y de llevar a cabo la última carga con que se remachaba la victoria en los campos de batalla.
Ya constituidos y luego de exitosos combates, el genio militar de Villa quedó de manifiesto con su primera toma de Torreón, que le da prestigio y pertrechos para convertirse en la más importante fuerza armada del movimiento.
El jefe del Ejército Constitucionalista, don Venustiano Carranza, no entendió el carácter de Villa, un hombre leal, de principios inalterables; por ello siempre le tuvo recelo y desconfianza, que se agudizaron con esta hazaña.
LA SEGUNDA BATALLA
Esta es la gesta de la que más se ha escrito por cuanto marca indudablemente el triunfo de la segunda etapa de la Revolución Mexicana. De hecho, cuando se habla de la toma de Torreón se hace referencia a este hecho en concreto, desestimando los otros. En la segunda toma de Torreón, dice Nellie Campobello en sus Apuntes sobre la vida militar de Francisco Villa, que: “De parte de los federales estaba la máxima del capitán Carone, según la cual, ´la disciplina en el ejército es organismo vivo y actuante, donde todo es hecho para la acción, actividad ordenada, coordinada y convergente hacia la victoria´. De parte de los villistas estaba la máxima del general Maillard: ´Es la potencia moral la que hará inclinar la balanza´.
La potencia moral (se lee en el vocabulario del ejército francés), es más terrible que el cañón y el fusil. Esparcida en las masas, las anima, las exalta, las hace aptas para los grandes sacrificios que exige la victoria.
Los villistas traían una gran suma de potencia moral, eran los vengadores de una afrenta, y ocurrían a imponer los derechos del pueblo”… “Los soldados de Villa avanzan sin decaer un momento. Son 11 días de combate. Los federales, que tan brillantemente defendieron la plaza, huyen dejando gran cantidad de elementos de guerra, y Torreón la inexpugnable, es de la División del Norte”.
Este nuevo triunfo acrecentó el recelo del jefe Carranza, quien ordenó a Villa que prestara sus tropas al general Pánfilo Natera para que tomara Zacatecas. Villa no aceptó y dijo que antes de dividir a su gente, mejor renunciaba al mando, pues no arriesgaría sus vidas en una acción mal planeada y condenada al fracaso. El 13 de junio Carranza aceptó la renuncia y ordenó a los generales de la división que nombraran nuevo comandante.
Ninguno de los jefes del cuerpo aceptaron las órdenes de don Venustiano. El 17 de junio, Villa y su gente enfiló rumbo a Zacatecas la cual tomaron en 9 horas el día 23. Pudo marchar luego a la Ciudad de México, donde el ejército huertista se rindió el 13 de agosto; pero, para demostrar que era un soldado disciplinado y fiel a la jefatura de Carranza, regresó a Torreón, ya con el grado de general de división.
LA TERCERA
La ruptura de las fuerzas villistas y zapatistas con Carranza era inexorable. Éste, apoyado por los sonorenses Obregón y Calles, al mando del Ejército de Oriente, boicoteó la Convención de Aguascalientes convocada para dar una salida política al conflicto armado y poner fin a las hostilidades de bandos que dominaban amplios territorios del país.
En el bajío, en 1915, se enfrentaron los poderosos ejércitos revolucionarios de Francisco Villa y Álvaro Obregón, representando proyectos políticos distintos. El primero fue derrotado repetidamente, lo que marcó el fin de la segunda División del Norte.
Villa vuelve a ser guerrillero con unos cuantos hombres leales; pero, habiéndose enterado de que en la batalla de Celaya contra Obregón había utilizado parque y armas defectuosos, supuestamente enviados por un judío norteamericano de nombre Sam Ravel, de Columbus, Nuevo México, decide ir en su busca y el 9 de abril de 1916, asalta esa población, enfrentando a la guarnición militar que derrota fácilmente. Se dice que saqueó e incendió el fuerte, casas y comercios.
En respuesta, el gobierno de los Estados Unidos envía una fuerza expedicionaria al mando del general John Pershing para capturar a Villa. En un enfrentamiento entre ambas tropas, Villa triunfante resulta herido de una pierna y se esconde durante meses en la sierra.
El gobierno de Carranza logra, mediante los buenos oficios de los parlamentarios Luis Cabrera, Alberto J. Pani e Ignacio Bonillas, zanjar el conflicto y lograr el retiro de las tropas norteamericanas.
Ya repuesto de sus heridas, el general Francisco Villa, al frente de sus tropas tomó la ciudad de Chihuahua el 15 de setiembre de 1916, derrota a los constitucionalistas en Santa Rosalía y el 22 de diciembre vuelve a tomar Torreón al frente del Ejército de Reconstrucción Nacional (emanado del Manifiesto a la Nación y la Formación del Partido Reconstructor Nacional). Algunos historiadores sostienen que durante la Toma de Torreón en 1916 había en la región por lo menos 10 camarógrafos de la Mutual Film Co., que filmaron las acciones y convirtieron al Centauro del Norte en estrella de Hollywood.
Luego de tres años de altibajos cobrando afrentas y abusos de los poderosos y, tras el asesinato de Carranza (atribuido a Álvaro Obregón), el presidente interino Adolfo de la Huerta envió al general Eugenio Martínez a ultimar detalles de la rendición de Francisco Villa.
Esta se firmó el día 28 de julio de 1920 en el Palacio Municipal de Sabinas, Coahuila. Los puntos esenciales fueron: 1.- Villa deponía las armas retirándose a la vida privada. 2.- El gobierno adjudicaba al General Villa la hacienda de Canutillo, Durango. 3.- Villa conservaría una guardia personal designada por él mismo de 50 hombres. 4.- A cada uno de los componentes de su fuerza, se les pagarían los haberes de un año según su grado. 5.- Villa se obligaba bajo palabra de honor, a no tomar las armas en contra del gobierno.
Tres años después, el 20 de julio de 1923, en el poblado de Parral, Chihuahua., Villa fue cobardemente asesinado, nomás por el miedo que le tenían. La lógica del general de División Francisco Villa, queda evidenciada: El poder militar al servicio del poder político en pro de la justicia.