
El ser humano siempre ha crecido con sueños que algún día desea alcanzar y el buceo es uno de ellos.
Bajo la superficie, el mar esconde multitud de misteriosas bellezas que han sido inspiración de grandes obras como 20 mil Leguas de Viaje Submarino, donde Julio Verne devela algunas de estas maravillas del mundo subacuático que hoy están a nuestro alcance.
Un ejemplo de esto es Isla de Lobos, una pequeña mancha de tierra enclavada en el Golfo de México, a una hora y media en lancha de Tamiahua, Veracruz.
Ahí el mar es tan cristalino que nos regala una visibilidad de hasta 15 metros en su profundidad.
En esta isla, expropiada por Petróleos Mexicanos el siglo pasado, el buceo ha tomado una fuerza impresionante que atrae a miles de turistas de todo el mundo.
Tal vez sea el mar, la variedad de especies que se pueden apreciar, los barcos que han encallado y con el tiempo se han hundido en sus aguas convirtiéndose en arrecifes artificiales o la imponente plataforma que por muchos años extraía el petróleo de las entrañas de la tierra.
Cualquiera que sea la razón, este paradisiaco lugar se convierte en una experiencia digna de registrarse en la memoria.
Esta es una crónica de un fin de semana mágico en este pedazo de cielo enclavado en los mares del Golfo de México.
LA SEGURIDAD ANTE TODO
Después de la presentación con los instructores de la Escuela de Buceo Media Luna y la Agencia de Buceo Puerto Lobos, y una detallada explicación de las medidas de seguridad y los lugares a visitar, los 15 buzos certificados zarparon en las embarcaciones Rabieta, Vitta y Arenga.
Poco a poco la costa quedó atrás para dar paso al azul profundo del mar del Golfo. A lo lejos se divisa una mancha de tierra sobre la sábana marina. Es la Isla de Lobos, que a medida que las lanchas avanzan comienza a tomar sus dimensiones reales.
Invadida por palmeras y una playa cristalina, el ojo humano puede constatar el maravilloso paisaje que este lugar ofrece.
Como si fuera una recreación de películas como Náufrago o Robinson Crusoe, Isla de Lobos le da la bienvenida a los visitantes que vivirán una experiencia mágica en sus aguas.
Cada buzo toma su tiempo para preparar su campamento y disfrutar del paisaje. Al cabo de una hora todo estaba listo para realizar las primeras inmersiones.
Después de las indicaciones por parte de los instructores y un recordatorio de cómo comunicarse bajo el agua, los motores de las embarcaciones vuelven a rugir. Cada buzo, con su equipo asignado, se adentra una vez más en las cristalinas aguas para comenzar la aventura en el fondo del mar.
“Buzos a bucear”, fue la orden de Osiel Martínez. Guantes, traje de neopreno, aletas, tanque de oxígeno, visor y esnorquel formaron parte de la armadura de los caballeros marinos al sumergirse en las entrañas del mar.
A los pocos minutos ninguno queda en la superficie. El universo subacuático comenzó a mostrarles las maravillas de su interior.
En algunas zonas, las aguas turbias mostraban los estragos de las torrenciales lluvias que azotaron al noreste del país en fechas pasadas, pero eso no fue impedimento para que los buzos disfrutaran la excursión.
La emoción de sentirse rodeado por millones de litros de agua salió a flote y el instructor de Buceo Media luna dio la orden de dirigirse al máximo atractivo de la Isla, la imponente Plataforma Tiburón.
La Plataforma Tiburón esperaba silenciosa a los aventureros visitantes. Su estructura de metal, llena de corales y vida marina acumulada por los años se mantenía inmóvil ante las fuertes corrientes.
En ese arrecife artificial, a 20 minutos de la isla, los buzos comenzarían su segunda inmersión.
40 minutos después de perderlos de vista, uno a uno comenzó a emerger. Su semblante, que antes denotaba expectación, ahora es de asombro por las maravillas que observaron en el fondo del mar.
Con el cúmulo de emociones a flor de piel se dio el regreso al campamento, donde aguardaba una deliciosa comida. Entre risas y asombro los buzos compartieron la experiencia de sumergirse en la plataforma.
BUENA COMIDA, NOCHES ESPECTACULARES
La noche llegó con el espectáculo nocturno que sólo puede ofrecer un lugar donde las luces y el bullicio de la jungla asfáltica no existen.
La bóveda celeste se pintó de estrellas y constelaciones y la Luna apareció imponente dando a la isla el toque exacto para detener el tiempo y admirar esa magnífica obra de arte llamada naturaleza.
El sol emerge y los paseantes abandonan sus casas de campaña. Luego de un desayuno revitalizante las embarcaciones zarpan para iniciar la nueva aventura.
Una vez más la Plataforma Tiburón fue el destino. Esta vez los buzos llevan sus cámaras submarinas para tener una imagen tangible y no sólo retratar el paisaje en su memoria.
La corriente es más fuerte pero eso no fue impedimento para disfrutar la travesía. Todos están listos para sumergirse en las maravillas del universo acuático.
Y el mar los recibió una vez más en su inmensa bóveda llena de misterios.
La infinidad de especies marinas y el mar azul y cristalino le dieron un toque mágico al viaje, que sólo se vio interrumpido por el agotamiento del oxígeno, que en condiciones de corriente fuerte se agota con mayor rapidez.
La experiencia, única en su género, se hizo presente en la voz de cada buzo que se dio cita en la isla.
En el campamento la comida ya está lista. Para el momento del regreso la hermandad se respira en el grupo y todos, olvidados del mundo real, comparen sus impresiones.
La noche llega y con ella nuevamente el espectáculo visual que la Isla ofrece a sus visitantes.
Son las últimas horas en ese pedazo de cielo enclavado en el Golfo de México y, como era de esperarse, la noche fue una lunada llena de risas, vino, música y camaradería.
En la mañana, luego de una inmersión más, el campamento fue desapareciendo. Las casas de campaña vuelven a sus cajas y las maletas se llenan de ropa. La memoria se va cargada de recuerdos y nostalgia por abandonar la isla.
Ya en Puerto Lobos, los intrépidos buzos se despiden uno a uno, agradeciendo a la Escuela de Buceo Media Luna y Agencia de Buceo Puerto Lobos el maravilloso fin de semana.