Lo que comenzó como un pasatiempo para hacer un ahorro y comprarle a sus hijos el juego electrónico de moda en los 70, el Atari, se convirtió en un negocio que ya tiene más de 30 años de éxito.
Felipe Garza González pidió un pony prestado y en la Expo Guadalupe comenzó a pasear niños a cambio de una módica cantidad.
Al nacer su primera nieta le regaló un caballo de esta clase y con el tiempo los cuacos se multiplicaron hasta convertirse en decenas y ser la parte fundamental de un show campirano dedicado a los pequeñines.
“Con uno prestado empezamos en la Expo Guadalupe, paseando a los niños por los corredores, luego también llevábamos el pony de mi nieta y después empezamos a hacernos de más animalitos”, explicó don Felipe.
Junto a su esposa Virginia Martínez trabajan día tras día para hacer realidad la ilusión de los niños que quieren subirse a un carrusel de verdad.
A sus 73 años de edad y más de 35 criando ponys en su rancho de Dulces Nombres en Pesquería, este charro retirado dedica todo su tiempo al cuidado de los caballitos.
UN GRAN CHARRO
El gusto por los caballos encaminó a Garza González a enlistarse en el ejército y desde ahí trabajó como encargado de las caballerizas del general Bonifacio Salinas Leal.
“Estuvo 37 años trabajando para el general, a él siempre le han gustado los caballos desde chico, por eso sabe tanto, dicen que Felipe significa amor por los caballos y él lo hace de corazón”, enfatizó doña Virginia.
Este vecino de la colonia Villas de San Miguel, en Guadalupe, es charro de hueso colorado, pues se preocupa por cuidar a cada uno de los 35 ejemplares con los que cuenta.
“Tenemos que darles lo mejor, pastura fresca, alfalfa, ahorita lo que más nos preocupa es que nos estamos quedando sin agua, pero tratamos de que siempre estén bien, aparte mi hijo es veterinario y entre nosotros nos hacemos cargo”, agregó don Felipe.
Premio nacional de charrería en 1973 en el Estado de Puebla, recuerda cómo fue que obtuvo el reconocimiento por su destacada participación en manganas a pie.
“Mientras me dedicaba a cuidar caballos también practicaba la charrería, al general siempre le gustaba verme desde la tribuna. Floreaba, hacía manganas a pie, manganas a caballo, jineteo de yegua, jineteo de toro, paso de la muerte, mi fuerte eran las manganas a pie”.
La familia atesora todos los recuerdos y fotografías de aquellos días en que don Felipe salía en traje de faena sobre el redondel frente a un nuevo desafío.
“Son los recuerdos de esos tiempos”, reconstruye doña Virginia.
TRADICION DE FAMILIA
Doña Virginia, su compañera de vida, quien también se desempeña como administradora y animadora del negocio, tiene la satisfacción de estar desde hace 45 años al lado de este amante de los caballos.
“Mis hijos y mi esposo desmontaban el rancho y fueron abriendo un camino, después construyeron un tejabancito y luego una caballeriza y otro tejabán; de hecho la noria la hicieron mis hijos a pura barra”, recuerda con agrado.
Felipe y Orlando García Martínez siguieron durante un tiempo el camino de sus padres; desde chicos han incursionado en diferentes lienzos charros de los que obtuvieron destacados reconocimientos.
Felipe se tituló de veterinario y es quien cuida de la salud de los caballitos.
De las enfermedades más frecuentes que afectan a estos animalitos son la influenza en temporada invernal o los cólicos debido al cambio de alimentación, que de no atenderse a tiempo puede ser mortal.
“Cuidamos, alimentamos y atendemos todo lo referente a la salud. Es lo que nos gusta a nosotros, tenerlos presentables. Se les baña, peina y se les pasea. Necesitan hacer ejercicio para tenerlos en buenas condiciones”, aseveró Felipe júnior.
Poseen también una basta colección de más de 40 sillas de montar, mandadas a fabricar de forma artesanal especialmente para cada uno de los ejemplares.
La idea de montar un rodeo y una granja en miniatura para ofrecer sus servicios en fiestas infantiles surgió después de un viaje familiar a Houston, donde asistieron a una feria de rodeo.
Además del carrusel vivo y la granjita de los ponys, también cuentan con rodeo infantil, un espectáculo de payasos y una fiesta kermés que ofrecen en su afán de divertir y enseñar a los pequeños lo bueno de convivir con los caballitos.
“Nos vamos con la satisfacción de ver felices a los niños”, afirma don Felipe.