
El pronóstico de esperanza de vida para los pacientes que han sido trasplantados de corazón es del 85 por ciento durante los primeros 12 meses y más del 50 por ciento en los siguientes cinco años, informó Luis Ángel Elizondo Sifuentes, director de la Unidad Médica de Alta Especialidad del IMSS.
El médico aseguró que el 70 por ciento de las personas que son sometidas a la cirugía recuperan su vida normal.
“Algunos de ellos son muchachos jóvenes de 20 a 30 años que después de ser trasplantados pueden llevar una vida normal, trabajar, ser productivos y un periodo de vida muy bueno”, dijo.
Estudios realizados por especialistas señalan que el pronóstico de vida de la mujer es tres por ciento menor al del hombre durante el primer año de cirugía. En los siguientes tres y cinco años el paciente masculino es quien tiene mayores posibilidades de sobrevivencia.
Incluso hay pacientes –aunque son pocos casos- que superan los 10 años de sobrevida, como es el de un joven estadounidense llamado Tony Huesman, quien vivió 31 años con otro corazón y falleció en agosto del 2009.
El doctor Elizondo señaló que a pesar de que las estadísticas dan a pensar que existen pocas posibilidades de que una persona viva mucho tiempo luego del trasplante, no queda otra opción más que buscar el nuevo corazón, ya que una vez agotadas las posibilidades de seguir con medicamentos, lo recomendable es inscribirse en la lista de espera, de lo contrario sería una muerte segura.
“Pudiera uno pensar que no se salvan muchas vidas, porque si sólo tienes 50 por ciento de posibilidades de llegar a cinco años, pudiera ser una situación muy arriesgada, pero los pacientes que se meten al protocolo transplante tienen cero por ciento de posibilidades de vivir un año.
“El que ingresa es porque su situación es crítica, su condición de salud es tan crítica que es seguro que fallezca en menos de un año o seis meses, lo metemos en lista de espera donde en máximo dos meses debe ser trasplantado”, expresó.
Cada órgano tiene sus inconvenientes -técnicamente hablando-. El trasplante de corazón ocupa el segundo lugar en cirugía más fácil, mientras que el de riñón se coloca en primer lugar y en tercero el pulmón. El más complicado, dijo el especialista, es el de hígado.
“El corazón es un órgano diferente al cuerpo y lo identifica como extraño y trata de destruirlo, entonces tenemos que modular esa respuesta con medicamentos, de tal manera que ese rechazo no se dé de manera violenta”, dijo.
“El paciente quede muy susceptible a infectarse, porque se baja la respuesta inmunológica y entonces el paciente queda muy susceptible de tener infecciones”.
El experto en el área de cardiología aseguró que para los derechohabientes del IMSS los trasplantes y el tratamiento es gratuito. Y es que una operación de este tipo en una clínica privada supera el millón de pesos.
“Para mucha gente que no tiene recursos no habría otra alternativa”.
La UMAE tiene 11 años brindando los servicios a derechohabientes de siete Estados: Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, San Luis Potosí, Durango y Zacatecas.
Además Nuevo León tiene el índice más alto en toda la República Mexicana en cuanto a la donación de órganos. A lo largo de la historia han realizado 45 trasplantes, desde niños a adultos mayores y actualmente hay un paciente en lista de espera y otros tres que acaban de finalizar el protocolo de estudio y probablemente se unirán a la lista en el mes de julio.
“El Estado tiene un índice mucho más alto que el Distrito Federal, pero depende también del entusiasmo que tengan las personas que trabajan en los hospitales donde llegan los donadores.
“El último paciente que trasplantamos fue en menos de una semana, pero lo más importante es que haya donaciones frecuentes, cotidianas en los ciudadanos”, reiteró.
Dentro de los servicios que el hospital ofrece están las de atender enfermedades cardiovasculares y del tórax, tanto en niños como adultos, así como de pulmón. El 90 por ciento de los casos son de atención de cardiología.
En cuanto a la cultura de la donación, el especialista comentó que falta mucho por hacer, pues la gente tiene temor de donar los órganos.
“El problema de trasplante de órganos es un problema en todo el mundo, los métodos de cirugía van evolucionando y los medicamentos que ayudan a resolver el rechazo, pero siempre hay más enfermos que soluciones y necesitamos que los medios de comunicación nos ayuden a llegar a los hogares y que la gente acepte la cultura de la donación.
“Lo que es el dolor para una familia se puede convertir en la alegría de siete, ocho familias; no sólo se dona el corazón, sino órganos como córneas, pulmones, hígado, y para mucha gente es volver a nacer, porque muchos de ellos están dependiendo de una máquina, un riñón artificial”, explicó el director Elizondo.
La esperanza de sobrevida para los pacientes varía, pero hay quienes superan la medida promedio de los cinco años, como el caso de Gabriel Torres Ruelas, de Zacatecas, quien tiene latiendo desde hace 10 años un nuevo corazón.
Es el trasplantado
más longevo en NL
Gabriel Torres Ruelas lleva 10 años con su nuevo corazón y mantiene una vida normal como carpintero y padre de tres hijos en su natal Zacatecas; fue operado en la clínica 34
Por Marilú Oviedo
Mientras jugaba futbol la tarde del 19 de mayo de 1997, Gabriel Torres Ruelas empezó a sentir fatiga. Aunque al principio pensó que era por la actividad física que realizaba, estaba a pocas horas de recibir una noticia que cambiaría su vida… el diagnóstico sería una insuficiencia cardiaca. El corazón estaba creciendo.
“Andaba normal, jugando futbol, me empecé a sentir mal, agitado y al día siguiente desayuné y fui a la tienda, pero a media cuadra me sentí más agitado, cansado, así anduve todo el día y al día siguiente amanecí peor”, recuerda el hombre de 41 años, originario de Calera de Víctor Rosales, Zacatecas.
Su esposa lo acompañó a una clínica del IMSS donde le hicieron estudios y le dieron la mala noticia:
“Lo voy a mandar a Zacatecas; usted está muy mal, pero vamos a esperar la ambulancia para que los traslade”, le dijo la doctora que lo atendió.
Los resultados fueron contundentes: miocardipatía dilatada, una enfermedad que lo ponía al borde de la muerte.
“El corazón empezaba a crecer y los especialistas me dijeron que me iban a atender con medicamento, pero más adelante iba a requerir de un trasplante, en ese momento me faltaba el aire y con esa noticia que recibí, antes no azoté”, dijo Torres Ruelas.
Durante tres años estuvo bajo tratamiento; pasaba tres días en su casa y el resto en Zacatecas.
Un día los especialistas le comentaron que el medicamento ya no funcionaba en su organismo, por lo que lo enviaron a Monterrey.
“Me dijeron que ya no me podían controlar y que me iban a mandar a Monterrey, me preguntaron que si me quería ir, y les dijo ´¡claro, que sea lo que Dios quiera!´”, dijo el zacatecano.
“Vine a Monterrey a una consulta el 21 de julio de 2000 y para el 21 de septiembre me dieron la noticia que ya había donador, afortunadamente fui compatible y me operaron casi inmediatamente”, comentó tranquilo.
Con la enfermedad a cuestas y poco dinero, la familia Torres tocó puertas para poder emigrar a una de las ciudades más caras del país. Gabriel es fabricante de tarimas y los ingresos eran mínimos.
“Acudí a la Presidencia municipal de Calera a pedir a poyo al alcalde, quien nos ayudó a pagar la renta de la vivienda durante casi cinco meses, tuve que dejar de trabajar para venirme a curar. Las autoridades del pueblo se portaron bien, nos ayudaban con 2 mil pesos mensuales”, explicó Torres Ruelas.
OTRAS ENFERMEDADES
A diferencia de la mayoría de los pacientes, Gabriel no salió del hospital a los pocos días de ser intervenido, ya que a 92 horas del trasplante le dio un derrame cerebral que lo mantuvo hospitalizado dos meses.
“Gracias a Dios no me quedaron secuelas; duré dos meses internado y por fortuna ya tenía el corazón bueno, porque si me hubiera dado con el anterior estaría muerto, ahí hubiera quedado”, dijo asombrado.
Asimismo, comentó que en el 2003 fue operado del apéndice. Posteriormente fue hospitalizado en tres ocasiones a consecuencia de una neumonía.
“Pero afortunadamente he salido bien librado. Soy una enciclopedia de enfermedades y aquí sigo todavía”, dijo sonriendo.
En su natal Calera de Víctor Rosales, Zacatecas, trata de hacer ejercicio y sale a caminar para mantener activo el organismo y poder vivir más años y ver crecer a sus descendientes.
Por lo pronto, Gabriel es uno de los trasplantados más longevos, ya que suma 10 años con un nuevo corazón.
SU HIJA LO MOTIVÓ
Uno de los temores que tenía Torres Ruelas cuando le informaron por primera vez del problema de salud era no poder conocer a la menor de sus hijas, ya que su esposa estaba a escasos días de dar a luz.
“Lo que me preocupaba era la salud de mi esposa y la bebé; yo nada más le pedía a Dios que me diera licencia de saber si era niño o niña y conocerla, y ya si quería recogerme más adelante”, dijo.
Ahora, su hija Karla y él conviven armoniosamente. Ella le comenta que de grande estudiará para ser médico y salvar vidas.
“Me dice que lo hará para apoyar a la gente que esté enferma y se cure, como los doctores lo hicieron conmigo”, manifestó el zacatecano, quien tiene tres hijos en total: un hombre y dos mujeres.
YA TIENEN GRUPO
A petición de los doctores, Torres Ruelas viaja cada dos meses durante cinco horas para acudir a la cita grupal que tienen los traspantados de la Clínica 34 del IMSS.
El pasado 10 de junio, cargando un suéter y una revista en mano, estuvo por tierras regias y dijo sentirse feliz física y emocionalmente.
“Me siento súper, empecé a realizar mi vida normal y sigo al pie de la letra con los medicamentos porque esta oportunidad de vida es un regalo de Dios -aunque ahora por la edad ya no juego futbol (dijo en tono de broma)-, sigo en mi trabajo estamos echándole ganas.
“En la reunión nos hablan de cómo tratar de decirle a los demás por todo lo que pasamos y apoyarnos, y cultivar en los demás la cultura de la donación”, dijo.
Torres Ruelas aseguró que la atención en el hospital ha sido muy buena.
“Si aparece un rechazo en el organismo los médicos me dicen y me aumentan o bajan la dosis para controlarlo, aparte la dieta, medicamentos y cuidándose uno mismo, nos siguen atendiendo bien”, comentó.
Para poder mantener el nuevo corazón dijo que consume 11 pastillas diarias y así lo hará el resto de vida.
También sus hábitos alimenticios cambiaron radicalmente. Ahora la dieta incluye vegetales, pollo cocido sin sal, frutas y avena, entre otros alimentos.
Hay que señalar que los gastos de cada viaje superan los mil pesos, pero corren por cuenta del IMSS y Gabriel viene a la ciudad de entrada por salida, pues tiene una familia y un trabajo que cumplir en Zacatecas.
Durante la visita médica aprovecha para consultar y anualmente se realiza estudios para ver cómo está el nuevo corazón.
EL DONADOR ´SIGUE VIVO´
Sentado dentro de una de las salas de la Clínica 34, agradeció a la familia del donador por haberle permitido una nueva oportunidad.
“Yo les digo que su hijo no ha muerto, parte de él sigue vivo en mí. La gente no debe ser egoísta porque uno nunca sabe; quién sabe igual y en un día no muy lejano alguno de ellos puede padecer un problema igual que el mío y no saben lo que es sufrir en espera de un órgano, estoy muy agradecido”, exclamó.
“Hoy puedo decir que Dios es muy grande, me dio la oportunidad de vivir y el apoyo de mi esposa ha sido fundamental, hay que seguir echándole ganas”,concluyó.
EL TIEMPO ES VALIOSO
POR GUADALUPE CARRANZA
A partir de que se enteran de que hay un órgano disponible, cada minuto que pasa es importante, explicó el doctor Óscar Ortega Durán, cirujano cardiovascular de la Unidad Médica de Alta Especialidad del IMSS.
“Varían los tiempos en lo que va el grupo médico a los centros hospitalarios por la donación, ese tiempo se acorta, cuando ya son foráneos nos lleva un poquito más de tiempo porque está contemplado un avión privado para ir por el órgano”, señaló.
El médico explicó que cada operación de cambio de corazón dura en promedio entre cinco y seis horas, siempre y cuando todo transcurra sin ninguna complicación. Sin embargo, dijo que cada caso es complejo, ya que depende mucho de las condiciones en las que cada paciente llegue a la plancha.
Los sangrados son una de las dificultades que más comúnmente se presentan en quirófano, aunque mencionó que los contratiempos pueden llegar a ser tan graves como un rechazo de órgano.
“Se puede hacer un rechazo hiperagudo, en un pequeño porcentaje de pacientes puede suceder y eso complica mucho las cosas, estamos hablando del uno por ciento, pero existe el riesgo de cualquier forma”, comentó.
En estos casos, agregó, si el paciente no responde a la terapia médica de manera inmediata, se le aplican dispositivos de asistencia ventricular a fin de que las máquinas puedan soportar de nuevo al paciente en condiciones aceptables, para ponerlo de nueva cuenta en lista de espera y retrasplantarlo.
LOS PACIENTES SE VUELVEN NUESTROS HIJOS
Para Eduardo Herrera Garza, coordinador de Trasplantes en la Unidad Médica de Alta Especialidad del IMSS, cada paciente que llega hasta ellos se convierte en un hijo, y es que además de que llegan a verlos más tiempo que a su familia, deben cuidar cada etapa de su padecimiento a fin de lograrles una mejor calidad de vida.
Explicó que la función del departamento que está a su cargo es la de evitar que los pacientes que hasta ellos llegan con insuficiencia cardiaca, se conviertan en candidatos a un trasplante.
“Atendemos a los pacientes previos de trasplante, los llevamos en su proceso de atención, anualmente manejados en este hospital 300 pacientes diferentes, el objetivo de la clínica es cuidar a los pacientes y ponerlos en el mejor tratamiento para mejorar sus expectativas de vida, reducir su riesgo de muerte, sus hospitalizaciones y mantenerlos lo más activo posible”, resaltó.
El titular de esta área estimó que por ello, de esta cantidad de pacientes, tan sólo unos seis u ocho llegan al año a quirófano, al presentar una falla irreversible en su órgano. Aunque para ellos también tienen atenciones que van desde las preoperatorias, hasta las que socialmente les puedan impedir acceder a un trasplante.
“Nosotros tratamos de quitarle todas las piedras en el camino que puede evitar que el paciente llegue a trasplante, como lo son las condiciones sociales o económicas, nosotros tratamos de solventar todas esas dificultades para que el paciente que no pudo llegar a un trasplante sea por que realmente había una indicación médica, no social”, detalló.
Luego de que evalúan que una persona necesita de un nuevo órgano, el Comité de Trasplantes del Hospital analiza el caso previo a que ingrese a la lista de espera nacional y estatal. Finalmente el Registro Nacional de Trasplantes les informa, una vez que haya un órgano que pueda ser compatible con uno de sus pacientes; a partir de ahí, tienen cuatro horas desde que se extrae el órgano hasta que se encuentra funcionando en otro paciente.
“Los pacientes se vuelven como nuestros hijos, de hecho los vemos más que nuestras familias por el proceso de tener un órgano que es extraño, a partir de que salen del quirófano y hasta que el paciente llegar a fallecer, su cuerpo siempre va a tener un rechazo, de manera que hay que darle medicinas para que disminuyan sus defensas, a fin de que no destruyan ese órgano”, precisó.
Herrara Garza dijo que uno de los cambios más impresionantes de los pacientes que han sido trasplantados, es que a las pocas semanas de la intervención ya se encuentran caminando, aún y cuando antes de esto apenas y podían trasladarse con la ayuda de un familiar.
Sólo 8 años de edad y tres corazones
Por Guadalupe Carranza
Para Adrián Roberto Flores Saucedo, los hospitales son algo familiar, en ellos corre y no pierde momento para juguetear, y es que los últimos tres años de su vida buena parte del tiempo los ha pasado en estos lugares.
A sus 8 años, sabe lo que es vivir con un corazón enfermo, con un aparato que funciona como corazón y con un corazón nuevo. En enero de 2007, repentinamente un virus afectó su corazón, provocando que éste le creciera, situación que los médicos diagnosticaron no volvería a su estado habitual, requiriendo de un trasplante.
Su madre, Lissette Saucedo Valdez recuerda con pesar esos momentos, mismos que asegura le cambiaron la vida a toda la familia originaria de una localidad cercana a Piedras Negras, Coahuila.
“De repente el niño empezó a padecer del estómago, vómito constante y de ahí los primeros resultados nos dieron eso rápido, que su corazón había crecido. Para nosotros fue bien difícil porque pues de una vida tranquila nos cambió completamente a todos, a mis otros hijos, mis familiares”, señaló la madre que se dedica al cuidado del hogar.
La suerte de tener familiares en Estados Unidos y la generosidad de quienes les dieron la mano, hizo que el pequeño Adrián llegara a Arkansas con el objetivo de encontrar un nuevo corazón. Con el único ingreso de su esposo como trailero, las complicaciones económicas fueron grandes, y es que los gastos ascendían a más de 600 mil dólares.
“Todo se arregló, en migración nos dieron permiso, el gobernador de Coahuila, el señor Humberto Moreira, nos obsequió casi la mitad del dinero que nos cobraron el hospital, fueron alrededor de 600 mil dólares. Fue mucha ayuda del señor gobernador, de Vicente Fox, las personas supieron del caso, empezaron a llegar las donaciones y una fundación se hizo cargo de todo eso, así que yo nada más estaba encargada del niño.
“Yo digo que es un milagro por que aparte fue muy poquito tiempo en el que encontraron un corazón para mi hijo, y fue gracias a la ayuda de todas las personas de aquí de México y de allá (Estados Unidos)”, mencionó la oriunda del ejido Villa de Puente.
Cinco meses después del diagnóstico, el 14 de mayo de 2007, Adrián ya tenía un nuevo corazón. Con la característica inocencia de un niño, recordó cada momento, como si no hubiera sido difícil pasar por este camino.
“Nomás me acuerdo que me llevaron a Arkansas, estuve como dos días en una cama, me llevaron después en un cuarto en donde había muchos niños y después me llevaron al quirófano, estuve dos semanas con un corazón artificial, por si le pasaba algo al mío, todavía estaba el otro”, dijo.
Lo que sí tiene presente con un mayor sentimiento es el estar separado de sus hermanos por tanto tiempo.
“Lo más difícil fue no poder ver a mis hermanos, por que estuve allá bastante tiempo, fueron cinco meses”.
En tanto, su madre reconoce que lo más complicado fue verlo sufrir, ya que hubo momentos en los que le advertían que quizá esa era su último día. A tres años de distancia la guerra por la vida sigue fuera del quirófano, Adrián tiene que ser cauteloso de su salud y evitar que nada le pase a la herida que tiene justo en el centro de su pecho. Las medicinas son el pan de cada día, ya que debe ingerir nueve pastillas diariamente para evitar que su cuerpo rechace el órgano implantado.
En tanto, las visitas al doctor son obligatorias al menos cada dos meses en la capital de Nuevo León, aunque si alguna enfermedad lo aqueja también tiene que trasladarse a nuestro Estado para su atención, y es que al no ser especialistas, ningún doctor de su comunidad quiere brindarle la atención al menor.
Lissette sabe que es difícil que haya que esperar a que alguien muera para que otra persona tenga una esperaza de vida, pero para el pequeño Adrián nada es complicado, más cuando ya vivió en carne propia el dolor de requerir un nuevo órgano.
“Yo le quiero decir a la gente que done sus órganos para que otra gente esté bien, no tenga que estar más tiempo aquí (en el hospital) y se vayan con su familia”, dice con la ternura y sinceridad que sólo un niño puede tener.
Es volver a vivir
Por Marilú Oviedo
Para Blanca Dolores Espinosa Gómez la esperanza de encontrar un nuevo corazón estaba perdida, pero luego de nueve años de sufrimiento, el pasado 23 de octubre del 2009 los médicos le dieron la noticia que habían encontrado un órgano que le devolvió la vida.
“Pensaba que me iba a morir, ya no tenía esperanzas, incluso gritaba que me quería morir, porque era mucho el sufrimiento, me sentía muy, muy mal y le preguntaba a Dios por qué me pasaba eso, si yo era una persona alegre, activa… y un día me devolvieron la vida.
“Estoy tan agradecida con Dios y con el muchacho que me pusieron en el camino; y Dios que fue tan hermoso que me dieron el corazón. De la noche a la mañana me dijeron los médicos `ya está su corazón, ¡véngase!, porque ya está su corazón’, ahora me siento muy bien”, recordó Blanca, de 42 años de edad.
Aunque estuvo un año en lista de espera por el problema de cardiomiopatía dilatada, el día llegó y con nervios por un futuro incierto se trasladó a la Clínica 34 y a las siete de la tarde ingresó al quirófano donde permaneció ocho horas.
“Un día antes lo presentía, me sentía desesperada, fui a visitar a una hermana. En la noche me acosté y me puse en oración con Dios porque tenía miedo de cuando me fueran a realizar la operación, me pasan miles de cosas por la cabeza, sin saber que al día siguiente me operarían.
“Le decía ‘Señor, si es tu voluntad, mándame ese corazón, sáname. Tenía mucho miedo, temor y quería que pronto llegara mi donador. En la mañana sonó el teléfono, me desperté y era de la Clínica 34”, contó Blanca quien habita en la colonia Mártires de Cananea en el municipio de Santa Catarina.
Por los nervios que sintió al recibir la noticia incluso comentó que les dijo a los expertos del área de la salud que ya se sentía bien, que si podría ser intervenida otro día.
“Me siento bien les dije, pero era por los nervios, me daba miedo. Me quedé en shock, era como un sueño hermoso, ¡no lo podía creer!”, exclamó.
Al momento de recibir la noticia, Blanca se encontraba sola, su esposo Agustín andaba trabajando como taxista y Eva -la hija mayor- también estaba laborando.
Cuando Blanca salió del quirófano agradeció a Dios por el milagro, ya que los médicos le habían comentado que han habido ocasiones durante la operación el corazón a trasplantar muere.
“Tengo un compañero que tres veces lo regresaron, porque el corazón que le iban a trasplantar murió. Entonces eso me traumaba y pedía que todo saliera bien, que Dios estuviera operándome”, señaló Blanca, quien permaneció en el hospital un promedio de tres semanas, pues su cuerpo estaba rechazando el nuevo órgano, pero posteriormente logró aceptarlo.
REGRESO CON MIEDO
Su regreso al hogar fue con muchos cambios y con miedo, tenía un nuevo corazón y una vivienda reconstruida, pues las condiciones de salubridad tenían que ser excelentes para que el órgano no tuviera alguna infección; pero sentía miedo por lo que seguía.
“Me preocupaba mucho la situación económica, porque mi hija ganaba 800 pesos por semana, mi esposo tenía poco tiempo como taxista y mi hijo menor no tenía empleo y los cuidados luego de un trasplante son muy delicados.
“Había ocasiones en las que me ponía a llorar y mi hermana decía que no lo hiciera porque iba a lastimar el nuevo corazón”, dijo con voz entrecortada.
En tanto, su esposo Alfredo se encuentra feliz de tener de regreso a Blanca, y verla alegre como años atrás.
“Estoy muy contento, le quita a uno el peso de no saber lo que pasaría y ya con el nuevo corazón iniciamos una nueva vida sin preocupaciones, y a cuidarla mucho y seguir al pie de la letra las recomendaciones”, comentó.
EL TRABAJO
Luego de haber sido trasplantada la ama de casa comentó que la vida le cambió totalmente, en menos de cinco meses su salud se mostró favorablemente y hasta consiguió empleo en un negocio de antojitos mexicanos.
“Me empecé a sentir más y más bien, es una cosa casi inexplicable, todo esto es una cosa tan hermosa y hay que saber agradecer por la donación, me siento muy bien.
“Los encargados de los banquetes vinieron a visitarme: Titi, Chayo, el señor Alfredo, me apoyaron con aportaciones, despensas, porque nos dan una dieta y todo debe de estar limpio, y la falta de dinero me preocupaba mucho”, dijo con voz entrecortada.
Aunque el ingreso que percibe no es elevado, sí le ayuda para despejar su mente y hacer una vida que hasta hace ocho meses la daba perdida.
Además tiene un pequeño puesto de yuquis, el cual atiene con amabilidad cuando no tiene eventos agendados; con el dinero que obtiene se ayuda para mantener gastos.
SUS PROBLEMAS DE SALUD
Durante los nueve años que Blanca padeció del corazón y derivado de la cardiomiopatía dilatada, también enfermó del hígado, éste se incrementó hasta los siete kilogramos.
“Los doctores me dijeron que la enfermedad del corazón fue por un virus que me entró, un virus del ambiente, porque yo era una persona bien ligera, me creció mucho y me estaba palpitando despacio.
“Además el estómago se hizo más grande, veía mi estómago más y más grande, sólo tenía derecho a tomar un litro de agua, porque retenía muchos líquidos, se me llenaban los pulmones de agua, me cansaba mucho”, dijo.
ACTIVIDAD FÍSICA
La actividad física de Blanca disminuyó en el último años, ya que no alcanzaba a recorrer una cuadra cuando sentía una gran fatiga.
“También dejó de hacer cosas en la casa, ya no barría, no escuchaba música, no quería salir, antes era alegre, pero cambió mucho, era muy triste todo porque se la pasaba acostada, los últimos meses fueron muy agobiantes, desesperantes”, contó Eva, la hija mayor.
Pero ahora la vida le ha dado una segunda oportunidad.